28 de noviembre de 2011

Reinaldo Arenas


















El mundo alucinante
(fragmento)  

El verano. Los pájaros derretidos en pleno vuelo, caen, como plomo hirviente, sobre  las  cabezas  de  los  arriesgados  transeúntes,  matándolos  al  momento.  El  verano.  La  isla, como un pez de metal alargado, centellea y lanza destellos y vapores ígneos que  fulminan.  El  verano.  El  mar  ha  comenzado  a  evaporarse,  y  una  nube  azulosa  y  candente cubre toda la ciudad. El verano. La gente, dando voces estentóreas, corre  hasta  la  laguna  central,  zambulléndose  entre  sus  aguas  caldeadas  y  empastándose  con fango toda la piel, para que no se le desprenda el cuerpo. El verano. Las mujeres,  en el centro de la calle, empiezan a desnudarse, y echan a correr sobre los adoquines  que sueltan chispas y espejean. El verano. Yo, dentro del morro, brinco de un lado a  otro. Me asomo entre la reja y miro al puerto hirviendo. Y me pongo a gritar que me  lancen de cabeza al mar. El verano. La fiebre del calor ha puesto de mala sangre a los  carceleros que, molestos por mis gritos, entran a mi celda y me muelen a golpes. Pido  a  Dios  que  me  conceda  una  prueba  de  su  existencia  mandándome  la  muerte.  Pero  dudo que me oiga. De estar Dios aquí se hubiera vuelto loco. El verano. Las paredes  de mi celda van cambiando de color, y de rosado pasan a rojo, y de rojo al rojo vino, y  de rojo vino a negro brillante... el suelo empieza también a brillar como un espejo, y del  techo se desprenden las primeras chispas. Solo dándole brincos me puedo sostener,  pero en cuanto vuelvo a apoyar los pies siento que se me achicharran. Doy brincos.  Doy brincos. Doy brincos. El verano. Al fin el calor derrite los barrotes de mi celda, y  salgo de este horno al rojo, dejando parte de mi cuerpo chamuscado entre los bordes  de la ventana, donde el aceite derretido aun reverbera. (…) Pero las revoluciones no  se  hacen  en  las  cárceles,  si  bien  es  cierto  que  generalmente  allí  es  donde  se  engendran.  Se  necesita  tanta  acumulación  de  odio,  tantos  golpes  de  cimitarra  y  redobles  de  bofetadas, para  al  fin  iniciar  este interminable  y  ascendente  proceso  de  derrumbe. (…) Las manos son lo mejor que indica el avance del tiempo. Las manos,  que antes de los veinte años empiezan a envejecer. Las manos, que no se cansan de  investigar  ni  darse  por  vencidas.  Las  manos,  que  se  alzan  triunfantes  y  luego  descienden derrotadas. Las manos, que tocan las transparencias de la tierra. Que se  posan tímidas y breves. Que no saben y presienten que no saben.
  

25 de noviembre de 2011

Las fundaciones de Rito Ramón Aroche














Maylan Álvarez, 
18 de septiembre de 2011
“El discurso marginal también tiene puntos en el reino de la imagen. La poesía de Rito Ramón Aroche se ha caracterizado por deslizarlos–desplegarlos utilizando una estructura donde, a nivel de cada texto y a nivel de unidad, el ritornelo construye sus recurrencias jugando como los círculos concéntricos de la pedrada de los niños, fundados en los charcos de su localidad. De este modo, el poeta nunca pierde la obsesión. Las palabras que lo marcan, queloides –como Seal– en el rostro de la enfermedad, se mantienen ritorneando entre memoria y olvido, nacimiento y destrucción, similar al avatar de las instituciones fomentadas”.

Estas son las consideraciones iniciales del periodista y crítico Ismael González Castañer en torno a la más reciente entrega de Rito Ramón Aroche: Las fundaciones, volumen en preparación por Ediciones Matanzas, bajo el sello de la colección Puentes.

Rito Ramón acondiciona en esta oportunidad una treintena de textos donde se sostienen las particiones de ideas y oraciones, temas y elementos que validan su poética, una vez más, como una muestra libremente experimental. Quienes deseen acercarse a su voz poética encontrarán el magnetismo propio del querer decir mucho en breves momentos, en no enseñar su carta escondida y que sea el lector-decodificador quien establezca sus derroteros en el tono que establece el poeta: no agresivo, mas no conciliador.

Autor de 8 libros y merecedor de no pocos reconocimientos literarios dentro y fuera de la Isla, Rito Ramón continúa su poesía como una prolongación de sí mismo, enarbolando un estandarte al que ya nos tiene acostumbrados y es que el poeta siempre lleva en sí la Razón y la esgrime. Las fundaciones precondiciona este proceder desde la misma imagen de cubierta donde la ilustración de Eduardo Ponjuán nos advierte que “No es la mente, no es el Buda, no es Nada.”

Por ello, González Castañer necesita orientar al lector instándole a que “tome Las fundaciones como soporte y transporte hacia las iluminaciones, lo restaurante y el hidrógeno palimpsestual.” 




NACIMIENTO


Del lado opuesto al de las tuberías.

¿Claror se ha dicho?

Chatarra cubierta por enredaderas.

¿Se anuncia la expresión —deforme?

Nadie diría qué mal presiento.

Diría: farol en alto, farol casi en el árbol.

Y en los días lunares / que vi pasar / que nunca

había creído del lado opuesto que así fuera.





S/T


Penetraciones del agua o de la lengua.

Desmontar unas fotos.

Des-
gajar esos tonos (y duros) esos tejidos.

Qué ruidos son. Ver

que aseguran su piel el día qué profesa.

¿Te habrías conformado?

Sobre
menguadas fotos / ruidos. Quién alcanza a probarlo.





ABSOLUT RAANVA


Si pueden
bajo algún toldo derruido

si de veras

de sustancias que anuncian de

otro aliento— sin contagiarse

vanos de brillo, secos

bajo algún toldo sin extorsiones

pero (¿solo al principio?) vanos.

Encontrábanse mal, música, si se encontraban.





De Las fundaciones (Ediciones Matanzas, 2011)

19 de noviembre de 2011

Oswald de Andrade















el fiera

Helo ahí sentado en un banco de piedra
Pálido y comedido
Como la Cleopatra de los sonetos
Espera a las pequeñas ingenuas
Que pasan del brazo
De espaldas
Ya se olvidó del retrato en la Policía
Tiene la conciencia tranquila
De un legislador


música de manivela

Siéntese frente a la vitrola
Y olvídese de las vicisitudes de la vida

En la dura labor de todos los días
No debe nadie que se precie
Descuidar de los placeres del alma

Discos a todos los precios


levantamiento


Cuentan que hubo muchos ahorcados
Y las calaveras clavadas en los postes
De la hacienda deshabitada
Aúllan por la noche
En el viento de la selva



13 de noviembre de 2011

Joao Cabral de Melo Neto

















Homenaje renovado a Marianne Moore


Cruzando desiertos de frío
que la poca poesía no osa,
llegó al extremo de la poesía
quien caminó, en el verso, en prosa.
Y entonces mostró, sin sermones,
con la razón de su obra escasa,
que la poesía no es de dentro,
que es de fuera, como una casa:
que aunque se la viva por dentro,
se ha de construir, y que es cosa
que quien la hace la hace para hacerse
-muleta de la pierna coja. 



Dudas apócrifas de Marianne Moore


Siempre he evitado hablar de mí,
hablarme. Quise hablar de cosas.
¿Pero en la selección de estas cosas
no habrá un hablar de mí?

¿No habrá en ese pudor
de hablarme en una confesión,
una indirecta confesión
al contrario, y siempre impudor?

La cosa de que hablar
¿hasta dónde es pura e impura?
¿O siempre se impone, incluso impura-
mente, a quien de ella quiera hablar?

¿Cómo saberlo, si hay tanta cosa
de que hablar y no hablar?
¿Y si el evitarla, el no hablar,
es un modo de hablar de la cosa?

6 de noviembre de 2011

Drummond de Andrade

 











  






Legado

 

¿Qué recuerdo dejaré al país que me dio
todo lo que recuerdo y soy, todo cuanto sentí?
En la noche infinita, el tiempo breve olvidó
mi incierta medalla, y mi nombre se ridiculiza.

¿Merezco esperar más que los otros?
Tú no me engañas mundo, y yo no te engaño a ti.
Esos monstruos actuales, no los cautiva Orfeo,
vagan taciturnos, en lo incierto.
No dejaré ningún canto radiante,
una voz matinal palpitando en la bruma
que arranque a cualquiera su más secreta espina.

De todo cuanto fue mi paso caprichoso
en esta vida, quedará,
una piedra en medio del camino:
el resto se esfuma.

5 de noviembre de 2011

Rodolfo Wilcock



















Vinizio Stadera


El joven Vinizio Stadera es en realidad dos personas, dos hermanos siameses incómodamente unidos por el vientre, lo que impidió cualquier intento de separación por parte de los médicos, ya que las dos mitades tienen en común algún órgano importante. Es difícil imaginar una posición más incómoda para dos personas, por lo demás bastante independientes de carácter, condenadas a vivir juntas. Sin embargo, al ir creciendo, se fueron acostumbrando: aprendieron a caminar con cuatro piernas, a comer con dos bocas, a hacer sus necesidades por turnos; a leer dos libros al mismo tiempo, uno con la cabeza vuelta hacia la derecha y el otro con la cabeza también vuelta hacia la derecha, que vendría a ser la izquierda del otro; a dormir uno frente al otro, a bañarse juntos, aun a nadar juntos; a colocarse una misma camisa de manera bastante complicada, saben hacer una cantidad de cosas que a primera vista parecen imposibles, por ejemplo andar a caballo, pero no pueden escribir a máquina, ni manejar un automóvil. Tampoco parece probable que Vinizio pueda casarse, ni que pueda hacer el amor con otras personas que no sean él mismo, pero ésta es una condición bastante común. Como Vinicio Stadera es una persona discreta y poco afecta a los exhibicionismos, prefiere quedarse en casa a conversar, una mitad con la otra; como todos, por otra parte. Pero de noche sale a pasear por el jardín, siempre en diálogo consigo mismo, y si hace calor alza las dos cabezas hacia el cielo y estudia las estrellas y su posición relativa; saciados los ojos con el alto espectáculo, el otro se mira a sí mismo y sonríe, o mejor dicho sonríen: nunca está solo, ni siquiera frente al infinito.

2 de noviembre de 2011

Margaret Atwood






















Al fin y al cabo


Al fin y al cabo, eres bastante
normal: dos brazos, dos piernas
una cabeza, un cuerpo
aceptable, dedos en los pies y en las manos, a veces
excéntrico, a veces sincero
pero no demasiadas veces, demasiados
aplazamientos y excusas pero
te adaptarás a todo, cumpliendo
con los plazos y con las otras
personas, fingiendo amar
a la mujer que no debes durante algún
tiempo, escuchando a tu cerebro
encogerse, tus diarios
extendiéndose mientras te haces mayor,
haciéndote mayor, por supuesto
morirás, pero aún no, sobrevivirás
incluso a mis ideas distorsionadas sobre ti
y no quiero hacer
nada para solucionarlo
tu desdicha y tu enfermedad
no estás enfermo ni eres desdichado
sólo estás vivo condenado a estarlo.