27 de julio de 2012

Ferreira Gullar
















Mal olor




  Los periódicos anuncian que el prefecto
  va acabar con el mal olor en Olaria. 


  Es mejor que nada: esta ciudad
  está apestando mucho últimamente. 


  No hablo de Lagoa que, parece,
  ya apesta por capricho;
  ni de la playa de Leblon,
  de Posto Seis:
                           nuestro impuesto de basura. 


Hablo de un olor que todo lo penetra y se expande
por la ciudad entera hecho gas
                                                     y por más
                                                     baños que tomemos
                                                     y por más
                                                     desodorantes
                                                     que usemos
                                                                             (en la boca, en la axila
                                                                              en la vagina;
                                                                              en la taza de inodoro
                                                                              en el sector financiero
                                                     no se acaba ese olor






Traducción: Pedro Marqués de Armas

23 de julio de 2012

Caridad Atencio






















Su rostro deshelándose
en el ojo pinzado de una madre.
Hija,
soy tu brazo derecho,
tu brazo izquierdo,
incluso tu cerebro.
Cuando te asalta
la ley dormida,
cómo quieres saltar
por encima de ella?
Pasa
con su caja crucial
una leyenda seca.
Como dedo índice
con una herida
rozas los cuerpos
y los espíritus.
Y me contemplo
parada
sobre un fondo de arena
hasta vencer
un bosque de silencio
con un desesperado dolor sereno.



12 de julio de 2012

Unas vodkas con León de Greiff

















Por Jaime Sanín Echeverri



Hace poco rodó por la escalera de su casa, perdió el sentido, lo hospitalizaron en la Clínica de la Caja Nacional de Previsión en su calidad de pensionado, y esta es la única vez que lo he visto quejarse de aburrición. Hablé con el médico jefe, doctor Jorge Bernal Tirado, lo examinó muy a conciencia y ordenó que le dejaran tomar unos aguardientes. No volvió a quejarse. Años atrás el poeta Eduardo Castillo lo hizo víctima de las más amistosas presiones para que se inyectara morfina: A mí me basta el aguardiente, fue la respuesta defensora. Con el mismo argumento se libró de las instancias de Porfirio Barba Jacob a favor de la marihuana.

¡Y pensar que ahora el Instituto Colombiano de Normas Técnicas considera que hay que quitarle el nombre al aguardiente porque no corresponde a las características internacionales! Se ve que no lo han tomado. Ha sido de veras fiel al alcohol y un ejemplo de oposición a los alucinógenos. En su mocedad, en la Universidad Libre, “por contagio de Salvador Mesa Nichols”, se presentó a clase bajo algún efecto alucinógeno con uno de sus grandes amigos, Roberto Muñoz Ferro: ¿Qué es ese olor tan extraño?-dijo el profesor. Imposible que no sepa usted distinguir el olor a éter, contestó León de Greiff, ese extraño antioqueño-vikingo recién llegado con ojos azules y perenne sonrisa mefistofélica.
Ahora frecuentemente, toma vodka ruso, un aguardiente más. Tiene de varias marcas. De cuarenta y de cincuenta grados. Lo que escoja su invitado. En la etiqueta hay un manuscrito del Maestro. ¿Poema inédito? “Regalo de Matilde Espinosa de Pérez, Julio 14 de 1972”:

—Vienen a verme con frecuencia estos amigos. Tienen la costumbre de traerme siempre un regalo, no sé por qué muy parecidos el uno al otro. Claro que el vodka gringo y el inglés son tan buenos como este, pero me quedo con el ruso.



NI UN VERSO AL AGUARDIENTE

ARCO. Como se dice que el ajenjo le dictaba a Verlaine sus mejores versos, ¿a usted le conviene el alcohol para escribir los suyos?
L. de G. No soy tan pendejo de perderme unos tragos escribiendo versos. Los tragos son para gozarlos. Para conversarlos. Para disfrutar con los amigos. Con las amigas. Los versos los escribo solo. Al aguardiente le debo cosas mucho mejores que mis versos, pero no le debo un solo verso. Tampoco creo que Verlaine le deba nada al ajenjo. La cosa no es tan fácil. Se engañan los que creen que con aguardiente o con marihuana o con morfina van a conseguir talento. Hay talentos que alcanzan hasta para eso, pero son contados.
El poeta está sentado en su cama. Desordena las mantas y se las tiende sobre la pierna derecha. Le duele un poco en las noches frías desde que se cayó por la escalera. Acaba de llegar del Círculo de Periodistas de Bogotá. Lo han hecho Presidente del Comité para la liberación de los presos políticos.



PRESO APOLÍTICO

_ Soy el decano de los presos políticos.
_ ¿Y sí hay presos políticos en Colombia?
_ No sé. Lo importante es que haya comité para libertarlos. Yo soy el Presidente.
_ ¿A usted le interesa mucho la política?
_ Ni mucho ni poco. Voté la última vez en 1946 por Gabriel Turbay.
_ Debería haberlo hecho por Ospina Pérez.
_ A Mariano Ospina Pérez tuve el honor de derrotarlo en las urnas estudiantiles. Lo llamo mop. ¿Sabe usted que quiere decir mop en inglés?
_ Cuénteme cómo derrotó en las urnas a MOP.
_ En la Universidad de Antioquia estábamos eligiendo representante al congreso estudiantil de Caracas. Mop tenía armado su electorado desde la Escuela de Minas. Hice la campaña en el Liceo Antioqueño y saqué a Carlos Uribe Echeverri.
_ ¿De modo que su candidato fue Carlos Uribe Echeverri?
_Era mejor de estudiante que de candidato a la Presidencia de la República en el teatro Consota. No era escritor ni orador, pero sí un excelente estudiante.
ARCO. ¿Y ya escribía usted versos en esos años del Liceo Antioqueño?



NI CATÓLICO NI ANTICATÓLICO

L. de G. El profesor Camilo Botero Guerra era un vicerrector inflexible. Hice una parodia de Valencia que comenzaba “Camilón el tiranita sucesor del indio guasca”. Hace poco volví a la Universidad de Antioquia y me mostraron mi matrícula. Dice:
De Greiff Haeusler León… Nacido en Medellín, 22 de julio de 1895. Religión: No católico.
_ ¿Y eso?
_ Me preguntaron mi religión y dije que era librepensador. Me dijeron que eso no era religión. Traté de explicarles y resolvieron rebautizarme así.
_ ¿Pero usted es bautizado?
_ Me bautizaron en la Veracruz, de Medellín. Cuando mi papá dijo que mi nombre era León, el Cura le observó que era el nombre de un animal. Don Luís de Greiff le repuso: El animal es usted ¿No sabe que el Papa de ustedes los católicos es León XIII?
_ ¿De manera que a usted lo bautizaron con ese nombre en honor de León XIII?
_ No. En honor de León Tolstoi.
_ ¿Su papá era católico?
_ Ni anticatólico. Mi madre tampoco. Por el lado sueco y el alemán les venía el protestantismo. Con los Obregones y los Rincones predominó lo católico y todos somos bautizados, pero la familia no se ha distinguido por religiosa. Yo nací el día de la Magdalena, y hay mucha gente que ha rezado por mi conversión.
_ ¿De modo que no hay antecedentes religiosos en su familia?
_Y muy notables. Entre mis antepasados está el obispo protestante de Lund, Canciller de la Universidad de aquella ciudad, Wilhelm Fase. Entre sus discípulos figura el obispo y gran poeta sueco Isaías Tegner. Cuando se casaron y vinieron a Colombia los von Greiff-Faxe, Tegner les escribió el poema “A los viajeros” (“Hill de Resande”).
Boris de Greiff ha operado el excelente equipo de sonido, muy cerca del lecho donde está sentado el Maestro apurando la segunda vodka. La mía me la ha colocado en el marco de la cama. Se oye a Schubert, y el hijo del poeta musita una de las Prosas de Gaspar:

Franz ha estado a mi vera estos últimos días
y me ha dado a gustar el Andate del Octeto.
Recuerdas, oh amigo, en Andate de Octeto?

L.de G. El amigo era Jorge Zalamea


DE LA NOBLEZA SUECA

ARCO. Un poco más sobre sus antepasados…
 L. de G. Juan Luís Bogislaus von Greiff murió luchando contra los católicos en la toma de Praga en 1648 al terminar la guerra de los treinta años con la paz de Westfalia. Pasaron así de Alemania Oriental, territorio polaco hoy, a Suecia. Un descendiente de Bogislaus, Carlos Segismundo Fromholt von Greiff era también militar, pero no andaba muy de acuerdo con los sistemas de la milicia francesa. Por consejo de Von Essen, embajador de Suecia en Londres, vino a la Colombia de Bolívar en 1825. Fromholt quiere decir piadoso. Es la característica que he heredado. Su señora desembarcó encinta. La atendió el doctor Próspero Reverend. En Rionegro de Antioquia nació el primer de Greiff colombiano, pero este no dejó descendencia en el país. Volvió a Suecia y allá murió. Se llamaba Luís Guillermo.
ARCO. ¿Y cómo se llamaba esta bisabuela?
L. de G. Luisa Petronella Faxe. La hija del obispo. Hijo de Bogislaus fue Oscar Hyalmar Odín, casado con Cecilia Obregón, de la misma familia socorrana que dejó ramas en Antioquia y la Costa, por donde resultó emparentado con el pintor. De ellos Luís, mi padre, casado con Amalia Haeusler.
_ ¿Qué otros apellidos criollos para no hablar de que nada tiene de antioqueño?
_ Los Haeusler vienen de Maguncia, pero mi madre era sexta nieta de la heroína marinilla doña Simona Duque de Alzate, por línea de su única hija. Era Haeusler Rincón y Velásquez.
_ ¿Por ese lado resulta usted emparentado con el Mariscal, Gilberto Alzate Avendaño?
_Gran escritor y grande amigo, como su padre el general. Nos reconocimos siempre como parientes. Gilberto mandó hacer este retrato de Antonio Valencia.
(Muestra León, junto a la cabecera de su cama, un óleo a gran tamaño, buenas la expresión desdeñosa y el parecido, los ojos un poco más azules que los suyos, buen movimiento y predominio, naturalmente, de grises).



PANIDAS E INGENIEROS

_ ¿Y sus primeros versos?
 _ Lo primero que publiqué fue La Balada de los Búhos Estáticos.
 ARCO. ¿Ya tenía usted construido todo ese mundo nocturno en el cual ambula su poesía?
_No se le vaya a ocurrir, Jaime, hacerme reportaje. Ni más faltaba que yo tuviera que explicarme. Aquí vienen a pretender que les haga autobiografía y los saco a las patadas. Présteme esos papeles, yo se los rompo.
_¿De dónde sacó, tan joven, esa expresión distinta de lo existente en Colombia?
L. de G. Era en 1915. “Los panidas éramos trece”. La Balada apareció en la revista Panida. Empecé mi lucha contra la generación del centenario. Eso me valió muchos resentimientos. Tuve admiración por un excelente poeta, Abel Farina, Antonio María Restrepo, hombre de veras versado en literaturas inglesa y francesa. Me introdujo en Poe y en Baudelaire. Edgar Poe fue el nombre de su hijo, poeta también, muerto trágica y prematuramente.
ARCO. ¿Y mientras tanto qué estudiaba?
L.de G. Todo iba bien en tercer año de la Escuela de Minas hasta que un ingeniero, Roberto Luís Restrepo, les faltó al respeto a mis versos. Yo le falté al respeto a él, con violencia física.
_¿Era usted amigo de los puños?
_De vez en cuando. Los muchachos de la Universidad de Antioquia peleábamos con los discípulos de los jesuitas, que quedaban al pie. Algún día no me contenté con pegarles a los ignacianos, sino que la emprendí contra el Padre Cayetano Sarmiento. Le dije que no era sacerdote sino carlista y otras lindezas.
 _¿Y no sabe, Maestro, que poner la mano violenta en una persona sagrada trae consigo la excomunión?
_ Estuve excomulgado por el Arzobispo Cayzedo, pero yo lo excomulgué también. Se le veía más el Cuero que el Cayzedo. Todo por una publicación en “La Fragua”, que conservaba el espíritu del Indio Uribe.



SE VENGA EL CENTENARIO

ARCO. ¿Y cómo vino a dar a Bogotá?
L.de G. Ya le conté el incidente con un profesor de la Escuela de Minas. Nos pusimos de acuerdo don Luís de Greiff y yo en que era mejor no solicitar matrícula, porque no me iban a recibir. De modo que de allá no salí expulsado, como del Liceo. Le dije que deseaba estudiar Derecho, nos vinimos juntos para Bogotá y me matriculé en la Universidad Libre de Colombia.
_¿Y por qué no es abogado?
_ Se trataba más bien de conocer a Bogotá.
ARCO. Supongo que la ciudad de Jiménez de Quesada lo recibiría con palmas.
L. de G. Después de conseguir la fama local que era posible a un panida en Medellín, años de anonimato en Bogotá. En “Voces de Barranquilla” publicaron algo que mereció mucha risa de don Luís Eduardo Nieto Caballero, de don Roberto Liévano, de Miguel Rash Isla y de José Eustasio Rivera. Estaba con el seudónimo de Leo le Gris. Se les congeló la carcajada cuando les conté que era
obra del célebre poeta don León de Greiff.
_¿Y quién fue capaz de sacarlo del anonimato?
_Abel Farina ya había escrito sobre mí desde mi adolescencia, cuando me hice expulsar del Liceo por un incidente con otro jesuita, el centroamericano Padre Quirós y Palma, excelente compilador de autores franceses, pero insufrible como catedrático. Le organicé en clase un murmullo que llamamos cucarrón. Esa vez escribió sobre mi expulsión y más tarde sobre mi obra. Pero quien primero se atrevió en esta Bogotá a elogiar a dos poetas jóvenes, a Rafael Maya y a mí, fue Eduardo Castillo.


POEMA INÉDITO

ARCO. En Ritornello, ¿Por qué usted, Maestro, pone entre comillas el famoso verso inicial “Esta rosa fue testigo”?
_Porque no es mío
_¿De quién es?
_La escribió en el pétalo de una rosa la mujer que estaba por primera vez conmigo.
_¿Cómo le fue con Tergiversaciones?
 _No alcanzó la plata y hubo que dejar varios poemas. Ahora van apareciendo. Algunos de los que cedí a ARCO pertenecían al libro. Tuvieron un error en “Otras Tergiversaciones”.
_¿Cómo debe quedar ese soneto?
_Se tragaron una palabra esencial, culto, y ni siquiera quedó métricamente correcto el verso, ni gramaticalmente con sentido. Vuélvalo a publicar como se debe (El poeta lee en voz queda y firme).



OTRAS TERGIVERSACIONES

Perfume de tu cuerpo que me embriagara antaño…
Después, por todas partes arrastré mi fastidio:
discurrí por las gélidas estepas del suicidio
y me adormí en las redes del erótico engaño!


Catecúmeno dócil de todo culto extraño…
Ahora, decadente, con el cansancio lidio…
La pereza me atrae con sus ojos de ofidio…
Mi voluntad….!tan solo se agita por mi daño!


Perfume de tu cuerpo que lo cándido integra!
Aroma de tu ingrávida cabellera nocturna.
Y tus ojos ¡En ellos naufragó mi albedrío…


No iluminan tus ojos mi adusta noche negra!
¡Tal vez tope con ellos mi pena taciturna
en algún ilusorio lunario señorío!


LEON DE GREIFF
1917




NO ES CRÍTICO LITERARIO

_Y de otros bardos antioqueños, ¿qué opina usted de la obra de Ciro Mendía?
_Que se quita años.
_¿Un poco más?
_No soy crítico literario.
 _Yo tampoco. ¿Fue usted buen amigo de don Tomás Carrasquilla, de don Efe Gómez?
_Mucho. De ambos. Don Efe gozó cuando le dije que era el segundo don Francisco Gómez.
_¿Cuál era el primero?
_¡Cómo es usted de bruto, Jaime!
El primero fue don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas.
_¿Qué queda de los Panidas?
_Se murió Fernando González Ochoa. En Medellín queda este muchacho médico, Eduardo Vasco Gutiérrez. También Félix Mejía Arango, Pepe Mexía. En Bogotá quedamos Jesús Restrepo Olarte y yo.
_¿Escribe Restrepo Olarte?
_Títulos de la bolsa de Bogotá.
_¿Recuerda al Padre Roberto Jaramillo?
_Lo quise y lo admiré. Su hermano, el Canónigo Bernardo nos casó, no en nuestra parroquia sino en una capilla de la catedral nueva para evitar que yo tuviera que confesarme y comulgar.
_Se ve que usted estaba, como siempre en gracia de Dios. ¿Qué falta hace así confesarse? ¿Y de don Baldomero Sanín Cano?
_Una vez le alcé la voz en Popayán. _” A mí no me grite, jovencito” _ exclamó don Baldomero con una gran entereza. Se rieron los que estaban ahí, y cuando se dio cuenta de que yo no era tan jovencito, él mismo tuvo que reírse.
_¿Y López de Mesa?
_¿Cuántas veces tengo que repetirle que no doy reportajes ni soy crítico literario?
_¿Y el Padre Félix Restrepo?
_Al principio me combatió, tal vez por rojo. Terminamos muy amigos. Una vez fui a esa cosa de él, la Academia Colombiana, a oír el discurso de un recipiendario. Así le dijeron a Juan Lozano. El Padre Félix me propuso que aceptara mi candidatura, pero le dije que yo no era de los que echaban discursos.



NI ME QUIEREN NI LOS QUIERO

Después de Beethoven cambia solo su disco el aparato y empieza la voz inconfundible de Jorge Zalamea. Con su entonación recia, que en vano han tratado de imitar los lectores solemnes, hasta Zalamea de México.
L.de G. Eso no lo tiene nadie en Colombia. Publíquelo en ARCO.
_Habría que convenir con los herederos los derechos de autor.
_¿Y a mí por qué nadie me los paga? Aquí hay un diario muy grande, dicen que muy rico, que jamás me ha pedido colaboración, pero reproduce mis poemas.
_¿Por qué no les pasa la cuenta?
_Tránqueles al estilo de Neruda.
_ En cobrar tiene mejor estilo.
_¿Por qué no le solicitan colaboración de El Tiempo?
_Nunca los quise, y ellos no me quieren desde la muerte de Rendón. Querían velarlo en sus oficinas. César Uribe Piedrahita y yo no dejamos.
_ ¿Qué hay del premio venezolano León de Greiff?
_No me lo he ganado.
_¿Y de la medalla de Calarcá en honor de Zalamea?
_La primera me la dieron. Para mí es muy grato llevarla en memoria de mi grande amigo.
_¿Aún perdura su encono contra Piedra y Cielo?
_El que escribía de esos juanramonetes murió demasiado joven.
_ ¿Por fin pagó su impuesto sobre la renta?
_Pero ahora me cobran esto (muestra la liquidación) por haberme ganado el premio nacional de literatura. No leo bien. Son cuarenta o ciento cuarenta mil pesos. Ya tengo un buen abogado para que me defienda del gobierno por el premio que me dio el gobierno.
_¿Y su patrimonio?
 _¿Qué es eso?

Boris de Greiff sabe cruzar sus dedos entre la maraña de arrumes de libros, revistas, dibujos y discos que están sobre la mesa larga, sobre la mesa de noche, en todas partes menos en los anaqueles. Hay allí manuscritos y documentos, todos horizontales. Lo vertical parece no agradarle al Maestro. (En el segundo piso está con mejor orden la biblioteca). Por fin saca un libro “The poetic style of León de Greiff, por S.C. Moller, 1969. The George Washington University”.
L.de G. El autor ha hecho la traducción y la publicará el Banco Popular.
ARCO. ¿Y la edición de las Obras Completas hecha por Aguirre ya no se consigue?
L.de G. Las obras no completas, editadas por Aguirre, las está reeditando Miguel Arbeláez Sarmiento en su Editorial Cosmos.
_¿Por qué incompletas?
_ Porque sigo escribiendo. Además saldrá pronto el libro Nova et vetera con lo que se había quedado inédito por ahí y mi producción de ahora.
_¿Un libro más?
_ Sí. Además de este van a hacer una edición de lujo de trescientos ejemplares. Claro que después dicen que yo no cumplo los requisitos de no sé qué ley y se quedan en impuestos los derechos de autor.
Hablamos un rato más de Jorge Zalamea. A los trece años se mezclaba en los cenáculos de los literatos:
 _Si sigues metido en este café, Jorgito, se lo voy a decir a tu papá _ le dijo al  engreído literato novel el Maestro León. Jorge le perdonó sus desplantes, lo quiso siempre. En la Habana dio un recital de poemas de León. En México fue de la más entrañable fraternidad. En Bogotá, en presencia del aludido dijo Zalamea que era lamentable que el Maestro Valencia no hubiera leído a Proust…Larga y llena de templada ternura es la reminiscencia.
_¿Juega usted ajedrez?
_ Le enseñé ajedrez a Otto. Otto le enseñó a Boris. Jugué con Filidor a los escaques, en escaques soy ducho y en las damas un hacha. A mí me enseñó ajedrez el profesor ingeniero Rodríguez Moya.
_¿Le enseñó también algo de poesía?
_Cada uno tiene su manera de hacer versos.
_¿En música, que instrumento pulsa?
_El gramófono. El primero que hubo en Medellín con corneta lo compró mi padre. En mi juventud toqué triple con Iván de Greiff, y canté.
_¿Qué voz es la suya?
_Lea mis versos.
_No sé sueco.
_Aprenda greiffiano que es más difícil.
_¿Qué voz es la suya en últimas?
_”Alto cantor aunque bajo cantante”.
Ahora se oyen, con musiquilla antigua, algunos poemas de de Greiff. Tiene la suerte de que muchos lo llaman músico ante todo, y pintor ha habido que haga exposición de sus obras hechas exclusivamente como interpretaciones de sus poemas: el maestro Augusto Rivera, Guillermo Uribe Holguín, Olav Roots y Antonio María Valencia, han escrito música para varios de sus poemas.
_Voy a preguntarle cuándo conoció a otro amigo suyo.
_¿Quién, hombre?
_El mar.
_Léame y no tiene que preguntarme. En el 45 cuando fui a México conocí el Pacífico en Panamá. Después he conocido muchos mares, en todos ellos me he bañado.
La conversación se eleva a evocaciones. Muerte del senador que fue don Luís de Greiff, su padre, en 1944. De doña Amalia, su madre, en 1947. Sus hermanos Leticia y Otto. Al último cumpleaños vinieron los cuatro hijos, aunque no alcanzaron a estar juntos en la fecha. Astrid, arquitecta, vive en San Salvador y tiene siete hijos. Boris estudió dos años de ingeniería y no más, como si en eso quisiera imitar a su padre. Hjalmar, violonchelista de fama, es jefe de extensión cultural en la Universidad Nacional. Axel, arquitecto, vive en Suecia y es Presidente del Instituto de amistad sueco-cubana, como su padre es Presidente de la Sociedad Colombo-Cubana. El último nieto, el de Boris, se hace presente en brazos de su padre. Rubio, a los cinco meses mira fijamente a quien le habla, muy de Greiff, con cierta cara como de obispo. En 1966 muere doña Matilde Bernal de de Greiff, a quien había hecho su cónyuge en 1927: “Esta mujer es una urna…” está dedicado a Alberto Bernal Nichols, ilustre médico, hermano de ella.
L.de G. Cuando me preguntó por mi amigo y cuándo lo había conocido, creí que se trataba de Gustavo Adolfo. El mar no es amigo mío.
ARCO. ¿Sí influyó en usted, como en Juan Ramón, “Gustavo Adolfo Bequer, celeste abuelo mío?”?
L.de G. Estoy hablando de Gustavo VI Adolfo, rey de los suecos. Sale sin guardaespaldas. Tiene ya 93 años, y hasta hace poco podíamos ir por ahí a cualquier cafecito de Estocolmo a tomarnos unos tintos. Hablábamos en francés. Un día me preguntó por el parentesco con el venido a Colombia antepasado sueco. “Minfar far far” le dije. Far es padre. Far far abuelo. Far far far, bisabuelo. El rey gozó con que le hubiera contestado en su lengua. Mientras dure Gustavo durará la monarquía.
ARCO. ¿Y usted no habla sueco?
L.de G. Lo leo, pero no lo hablo. Desirée cuenta que Bernadotte intentó hacerlo una vez y se le rieron de su pronunciación. Las guturales y nasales no están hechas para nosotros.
_¿Recuerda a Bolombolo?
_Dos años y medio ganando $180 y 250 desde 1925 contra $110 que me pagaban antes en el Banco Central.
 _Cuando usted escribió sobre Bolombolo ¿estaba allá?
 _Léame, le digo por última vez, si quiere escribir sobre mi obra. Estaba allá y estaba lejos y estaba en sueños.
_Sobre su vida.
_Está toda en mis versos.







Entrevista tomada de:
SANÍN ECHEVERRI, Jaime. Unas Vodkas con León de Greiff. En: Revista Arco. No.152(septiembre 1973).Bogotá.





Ábrelos, y verás al pajarito

















Por Dolores Labarcena



A menudo ocurre que, en nuestra distracción, mientras caminamos por el rastro entre fotografías, libros y antiguallas, pasamos por alto alguna que otra reliquia. Qué pecado no fijarse en el bombín, en los primeros carteles de la Societé Géneérale des Annonces, o en la fotografía de una bailarina que posa eternamente frente a la escalerilla del Titanic. 

León de Greiff es precisamente eso. Juglaresco y bizarro, este componedor de sonatas, nocturnos y sinfonías, hace del castellano antiguo su clavicémbalo. De las estéticas en boga solo tomó lo que le servía. Un vikingo por partida doble. “Yo, señor, soy acontista. Mi profesión es hacer disparos al aire”.

Pues, de qué otra cosa podría escribir este llanero solitario -autor de “Tergiversaciones” o “Relato de Sergio Stepansky”- sino de la noche, las mujeres y la vida bohemia, esto es: variaciones alrededor de Nada.

Y qué decir de E.E. Cummings. ¿Se puede transcribir el pensamiento con el lenguaje adecuado, así de simple como se come una chuleta o se hace una flexión de rodillas? Su obsesión por encontrar la expresión mínima lo conduce al desparpajo, la incómoda sintaxis, el descoyuntamiento del idioma. “Buffalo Bill está difunto y solía cabalgar un corcel de plata buida como agua y romper undostrescuatrocinco pichonesdeungolpe Jesús era un hombre excelente” … Polémico, e igual de inimitable, levantó más de una ampolla.

Luego de leer algunos de sus poemas, Higginson, el maestro de Emily, le propuso cambios y no ciertamente de un adjetivo por otro. Que va, por ahí no iba la cosa, sino más bien cambios estéticos, una involución en su poética. Según él, (el desorientado maestro) para que fueran “publicables”.

Menos mal que la Dickinson hizo caso omiso. “Un golpe de Muerte es un golpe de Vida para Aquellos Que hasta que no murieron, no se volvieron vivos”.

Recluida en su casa de campo y casi virgen de influencias externas (salvo de la “tozuda escarcha”), su poesía es un tanque a prueba de bala.

Esa mezcla de prudencia y descuido con que son colocadas, en el rastro, la cubertería de plata y reproducciones de una Venus de Milo, ese azar discutible, nos resulta a menudo algo soso y por ello seguimos de largo. Eso sí, para el tratante de antiguallas o para entendidos, también allí se encuentran camuflados en tómbolas, de Greiff, Cummings y la Dickinson. Relojes cucú. Ábrelos, y verás al pajarito.

 

 



León de Greiff





















Son. Cuando tango la zampoña...



Cuando tango la zampoña
cuando tango el sacabuche,
jamás pienso en quien me escuche
ni en quien me allane la moña.
Y así la zampoña taño,
pizzico así la vihuela
cantando mi cantinela
como trovero de antaño...

Yo no pienso en quién me escuche.
Yo no pienso en quien me loe
ni en quien el talón me roe
cuando tango el sacabuche,
cuando soplo en el obóe,
cuando tango la zampoña.

Ni en buscar el sortilegio
—con glisado tal o arpegio que
embelese a daifa o doña,
cuando tango el sacabuche...
Cuando soplo en el obóe,
cuando soplo en la dulzaina,
no pienso en boina ni en vaina;
ni en Burdeos o en Borgoña
cuando tango la zampoña—

Cuando soplo en la  dulzaina
y si percuto el adufe
no pienso en que vozne o bufe
ni el cretino ni el tontaina
ni el doctorado en Lovaina.
Cuando tango la zampoña,
si pizzico en la bandurria
no me importa ni la murria
que me enerva y emponzoña.

Cuando tango el sacabuche,
cuando raspo el bandolín
ni cuando froto el violín,
yo no pienso en quien me escuche.

Si resoplo en el fagote,
si taño la cornamusa,
cuando tango la zampoña,
cuando soplo en la ocarina
no pienso en daifa ni en doña
(si me alabe o me abomina,
si se enfada o se alborote...)

Si taño la cornamusa,
laude pido o doy excusa
jamás, ni a Apolo ni al zote
ni a la mismísima Musa
de alto copete o de moña,
ni a Luis de Góngora Argote,
si resoplo en el fagote,
cuando tango la zampoña.






e. e. cummings





















entre los pechos
de la bestial
Marj hay voluminosos
hombres que elogian
el atacable cuerpo de esquinas limpias
de Marj los dedos de estos
hombres arrojan troncos
barajan sacos ruedan barriles se
acurrucan
amorosos
alrededor
de cervezas
el mundo tiene
las manos de estos hombres pero
sus cuerpos grandes y alcóholicos
pertenecen a
Marj
el bolso verde y delgado de cuyo
rostro se abre
en una dorada y obesa
sonrisa
hurra
hurra por los voluminosos
hombres que hay
entre los pechos
de la bestial Marj
por los hombres fuertes
que
duermen entre las piernas de Lil





Emily Dickinson






















[XXX, Love] 


Dicen que en tierras que nunca vi
inmortales yacen Los Alpes,
cuyos bonetes acarician el firmamento,
cuyas sandalias rozan el pueblo,
mansas a sus eternos pies
una miríada de margaritas juega.
¿Cuál, señor, eres tú y cuál yo,
en un día de agosto?






11 de julio de 2012

Rafael Álvarez Rosales
















  
                                                                             APÓCRIFA
                                                                    (de Maurice a Durham)

                                                                                                                             E. M. Forster


Cuán penoso saber que te apartas de tus antiguas devociones, que tienes otra vulgar amante, que te empeñas en “iniciarla” –como un Teognis moderno- y le hablas al dormir del Caballo y de Ilión, del oîkos y el descenso al Hades, del cabo de Leucas y el poeta de Paros; Electra, Medea, Antígona: historias que no podrá recordar cuando amanezcan sin habla, marchitos, los geranios del asombro y el deseo.


Triste saber que estás lejos de tus queridos, que vives en un cuchitril inmundo donde al techo lo devoran el comején y la lluvia, que todas las tuberías huelen a criaderos y tú y ella adolecen de una enfermedad inmoral.


¡Cómo has envejecido con sólo veinticinco años!
A dónde van, quién asila, nuestras pasadas declaraciones.


[Clive Durham había sido contagiado por la tantas veces referida en las aulas del Cambridge College, ironía trágica.]










Mario Vargas Llosa











 LOS CACHORROS

 Todavía llevaban pantalón corto ese año, aún no fumábamos, entre todos los deportes preferían el fútbol y estábamos aprendiendo a correr olas, a zambullirnos desde el segundo trampolín del Terrazas, y eran traviesos, lampiños, curiosos, muy ágiles, voraces. Ese año, cuando Cuéllar entró al colegio Champagnat.
  Hermano Leoncio, ¿cierto que viene uno nuevo?, ¿para el "Tercero A", Hermano? Sí, el Hermano Leoncio apartaba de un manotón el moño que le cubría la cara, ahora a callar.
  Apareció una mañana, a la hora de la formación, de la mano de su papá, y el Hermano Lucio lo puso a la cabeza de la fila porque era más chiquito todavía que Rojas, y en la clase el Hermano Leoncio lo sentó atrás, con nosotros, en esa carpeta vacía, jovencito. ¿Cómo se llamaba? Cuéllar, ¿y tú? Choto, ¿y tú? Chingolo, ¿y tú? Mañuco, ¿y tú? Lalo. ¿Miraflorino? Sí, desde el mes pasado, antes vivía en San Antonio y ahora en Mariscal Castilla, cerca del Cine Colina.
  Era chanconcito (pero no sobón): la primera semana salió quinto y la siguiente tercero y después siempre primero hasta el accidente, ahí comenzó a flojear y a sacarse malas notas. Los catorce Incas, Cuéllar, decía el Hermano Leoncio, y él se los recitaba sin respirar, los Mandamientos, las tres estrofas del Himno Marista, la poesía: Mi bandera de López Albújar: sin respirar. Qué trome, Cuéllar, le decía Lalo y el Hermano muy buena memoria jovencito, y a nosotros ¡aprendan, bellacos!' Él se lustraba las uñas en la solapa del saco y miraba a toda la clase por encima del hombro, sobrándose (de a mentiras, el fondo no era sobrado, sólo un poco loquibambio y juguetón. Y además, buen compañero.' Nos soplaba en los exámenes y en los recreos nos convidaba chupetes, ricacho, tofis, suertudo, le decía Choto, te dan más propina que a nosotros cuatro, y él por las buenas notas que se sacaba, y nosotros menos mal que eres buena gente, chanconcito, eso lo salvaba).
  Las clases de la Primaria terminaban a las cuatro, a las cuatro y diez el Hermano Lucio hacía romper filas y a las cuatro y cuarto ellos estaban en la cancha de fútbol.
 Tiraban los maletines al pasto, los sacos, las corbatas, rápido Chingolo rápido, ponte en el arco antes que lo pesquen otros, y en su jaula Judas se volvía loco, guau, paraba el rabo, guau guau, les mostraba los colmillos, guau guau guau, tiraba saltos mortales, guau guau, sacudía los alambres. Pucha diablo se escapa un día, decía Chingolo, y Mañuco si se escapa hay que quedarse quietos, los daneses sólo mordían cuando olían que les tienes miedo, ¿quién te lo dijo?, mi viejo, y Choto yo me treparía al arco, ahí no lo alcanzaría, y Cuéllar sacaba su puñalito y chas chas lo sonaba, deslonjaba y enterrabaaaaauuuu, mirando al cielo, uuuuuuaaauuuu, las dos manos en la boca, auauauauauuuuu: ¿qué tal gritaba Tarzán? Jugaban apenas hasta las cinco pues a esa hora salía la media y a nosotros los grandes nos corrían de la cancha a las buenas o a las malas. Las lenguas afuera, sacudiéndonos y sudando recogían libros, sacos y corbatas y salíamos a la calle. Bajaban por la Diagonal haciendo pases de básquet con los maletines, chápate ésta papacito, cruzábamos el Parque a la altura de Las Delicias, ¡la chapé! ¿Viste, mamacita?, ven la bodeguita de la esquina de D' Onofrio comprábamos barquillos ¿de vainilla? ¿Mixtos?, echa un poco más, cholo, no estafes, un poquito de limón, tacaño, una yapita de fresa. Y después seguían bajando por la Diagonal, el Violín Gitano, sin hablar, la calle Porta, absortos en los helados, un semáforo, shhp chupando shhp y saltando hasta el edificio San Nicolás y ahí Cuéllar se despedía, hombre, no te vayas todavía, vamos al Terrazas, le pedirían la pelota al Chino, ¿no quería jugar por la selección de la clase?, hermano, para eso habría que entrenarse, ven vamos anda, sólo hasta las seis, un partido de fulbito en el Terrazas, Cuéllar. No podía, su papá no lo dejaba, tenía que hacer las tareas. Lo acompañaban hasta su casa, ¿cómo iba a entrar al equipo de la clase si no se entrenaba?, y por fin acabábamos yéndonos al Terrazas solos.
  Buena gente pero muy chancón. Decía Choto, por los estudios descuida el deporte, y Lalo no era culpa suya, su viejo debía ser un fregado, y Chingolo claro, él se moría por venir con ellos y Mañuco iba a estar bien difícil que entrara al equipo, no tenía físico, ni patada, ni resistencia, se cansaba ahí mismo, ni nada. [ ... ]
  Pero Cuéllar, que era terco y se moría por jugar en el equipo, se entrenó tanto en el verano que al año siguiente se ganó el puesto de interior izquierdo en la selección de la clase: mens sana in corpore sano, decía el Hermano Agustín, ¿ya veíamos?, se puede ser un buen deportista y aplicado en los estudios, que siguiéramos su ejemplo. ¿Cómo has hecho?, le decía Lalo, ¿de dónde esa cintura, esos pases, esa codicia de pelota, esos tiros al ángulo? [ ... ] Su padre lo llevaba al
  Estadio todos los domingos y ahí, viendo a los cracks, les aprendía los trucos ¿captábamos? Se había pasado los tres meses sin ir a las matinés ni a las playas, sólo viendo y jugando fútbol mañana y tarde, toquen esas pantorrillas, ¿no se habían puesto duras? Sí, ha mejorado mucho, le decía Choto al Hermano Lucio, el entrenador. [ ... ]
  En julio, para el Campeonato Interaños, el Hermano Agustín autorizó al equipo de “Cuarto A” a entrenarse dos veces por semana, los lunes y los viernes a la hora de Dibujo y Música. Después del segundo recreo, cuando el patio quedaba vacío, mojadito por la garúa, lustrado como un chimpún nuevecito, los once seleccionados bajaban a la cancha, nos cambiábamos el uniforme y, con zapatos de fútbol y buzos negros, salían de los camarines en fila india, a paso gimnástico, encabezados por Lalo, el capitán. [ ... ] Entrenamos regio, decía Cuéllar, bestial ganaremos. Una hora después el Hermano Lucio tocaba el silbato y, mientras se desaguaban las aulas y los años formaban en el patio, los seleccionados nos vestíamos para ir a sus casas a almorzar. Pero Cuéllar se demoraba porque (te las copias todas las de los cracks, decía Chingolo, ¿quién te crees?, ¿Toto Terry?) se metía siempre a la ducha después de los entrenamientos. A veces ellos se duchaban también, guau, pero ese día, guau guau, cuando Judas se apareció en la puerta de los camarines, guau guau guau, sólo Lalo y Cuéllar se estaban bañando: guau guau guau guau. Choto, Chingolo y Mañuco saltaron por las ventanas, Lalo chilló se escapó mira hermano y alcanzó a cerrar la puertecita de la ducha en el hocico mismo del danés. Ahí, encogido, losetas blancas, azulejos y chorritos de agua, temblando, oyó los ladridos de Judas, el llanto de Cuéllar, sus gritos, y oyó aullidos, saltos, choques, resbalones y después sólo ladridos, y un montón de tiempo después, les juro (pero cuánto, decía Chingolo, ¿dos minutos?, más hermano, y Choto ¿cinco?, más mucho más), el vozarrón del Hermano Lucio, las lisuras de Leoncio (¿en español, Lalo?, sí, también en francés, ¿le entendías?, no, pero se imaginaba que eran lisuras, idiota, por la furia de su voz), los carambas, Dios mío, fueras, sapes, largo largo, la desesperación de los Hermanos, su terrible susto. Abrió la puerta y ya se lo llevaban cargado, lo vio apenas entre las sotanas negras, ¿desmayado?, sí, ¿calato, Lalo?, sí y sangrando, hermano, palabra, qué horrible: el baño entero en purita sangre. Qué más, qué pasó después mientras yo me vestía, decía Lalo, y Chingolo el Hermano Agustín y el Hermano Lucio metieron a Cuéllar en la camioneta de la Dirección, los vimos desde la escalera, y Choto arrancaron a ochenta (Mañuco cien) por hora, tocando bocina y bocina como los bomberos, como una ambulancia. Mientras tanto el Hermano Leoncio perseguía a Judas que iba y venía por el patio dando brincos, volatines, lo agarraba y lo metía a su jaula y por entre los alambres (quería matarlo, decía Choto, si lo hubieras visto, asustaba) lo azotaba sin misericordia, colorado, el moño bailándole sobre la cara.