21 de agosto de 2013

David Huerta

Perro de Goya


De su perfecto hocico saldrá, cuando menos lo esperemos,
un murmullo de Eclesiastés.

De su pelaje temerario saltarán las chispas
de las Revelaciones. Ángeles y arcángeles
como gatos ciclópeos, asustadizos y, por eso mismo, tiránicos,

serán conducidos a los callejones salvíficos
y a los pasillos del oprobio punitivo
por la mansedumbre de este can visionario.

Hundido en el nacimiento de los colores
como en un prado sublime, este animal

ha visto los desastres de la guerra,
los caprichos de la razón,
extraños frutos en los árboles,
los calderos y gritos de los aquelarres.

Perro pintado: eres hermano del Kraken
y primo del Unicornio. Y eres igual a decenas
de millones de perros, hermanos tuyos
de color amarillo, famélicos, espejo
de la pobreza, el desamparo y el ejército
industrial de reserva.

Perro de Goya: estabas en España
durante los fusilamientos
de mayo, y seguías a las tropas napoleónicas
por las accidentadas geografías de los antiguos godos
y de los romanos intemperantes
—y escuchabas los discursos sobre la Igualdad,
la Fraternidad, la Libertad, todo ello
encajado en los penachos de los húsares y ondeante
en las banderolas y en los uniformes.

Perro hecho de sangre: circulas con un gesto rojo
por las ciudades y por los campos, glóbulo ardiente
de la perpetua canícula pasional; recorres sin cansancio
las orillas de los bosques y de las fábricas, de las escuelas
y los laboratorios científicos. Y observas
el incesante trasiego de tus supuestos amos,
de tus mejores amigos, según sentencia
invertida y atrozmente falaz
de la sabiduría popular. Pero sabes morder
y ladras o lates con furia digna de un dragón
y con porciones enormes de fuego
en la fragua de tu corazón desamparado.

Una tarde llena de magia y de alcoholes quemantes,
José Revueltas te dirigió la palabra junto a tu tribu
en el Parque Hundido. Nunca lo olvidarás:
de aquel discurso revolucionario has dado cuenta
al mismo Goya, en su cielo.

Veo tu paso y sospecho en ti una cojera heroica.
Veo tu silueta neblinosa junto a los burros
y las gallinas. Veo tus andanzas por los ranchos,
en los campos labrantíos, a un lado de Miguel Hernández.
Veo tu modo de cruzar las patas delanteras,
a imitación de los gatos: módica forma de la elegancia
en el muestrario de las conductas zoológicas.
Veo sin la menor duda la razón
por la que Giorgio Manganelli ha descubierto
tu naturaleza celestial: pareces caído
de la estrella Sirio para confundirte entre
los cuerpos humanos,
entre el escándalo de las concentraciones, miserias
y esplendores de la megalópolis.
Veo tu cola como una trenza dibujaba por Jim Dine
y me estremezco, pues ha sido cortada
por el paso raudo de un automóvil
o por la acción inicua de un machete torpemente blandido
por un canalla ocioso. Veo tu modo de tener pesadillas
entre centellas y velocidades y masas de impactos
y objetos contundentes o punzocortantes.

Perro de Goya: acércate, enséñame lo que sabes
a cambio del mendrugo devoto
de este poema que ahora termina,
junto al poema de tu hocico, esa presencia conmovedora. 





19 de agosto de 2013

Horacio Costa


















Los jardines y los poetas



                                         A Katyna Henríquez


Wang Wei pintaba jardines y cultivaba plantas
En la China Imperial pintar plantar jardines
Era más noble que echar discursos ante un senado inexistente narcortizado
-Cicerón sermonea Quintiliano gimotea-
Los senadores no prestan atención
Porque observan las musculosas pantorrillas de los guardias
Dacios & Mesios & Beocios principalmente Beocios
El jardín romano era un patio de recepción
Con 8 rosales geométricos
64 vasos de cerámica 128 plantas de geranios perfectamente retóricas
Horacio quería un jardín regular
El número de hojas de sus rosales sería contado
El número de pétalos de rosas sería minuciosamente contado
Como sílabas de poemas estrictamente sintácticos
Las rosas amarillas serían asonancias
El jardín horaciano es un Mondrian avant-la-lettre
Pero Horacio no tuvo dinero para comprar esclavos que contasen pétalos y hojas
Silábicas
Las piedrecitas del paseo como pausas poéticas
Por eso el jardín de Horacio nunca existió
Cuando pensamos en él nos acordamos de un jardín inexistente
De un jardín civil como Demóstenes
Un ágora iluminado
Por plantas ciudadanos atentos a la perorata
Plantas como oídos vegetales
Nardos como micrófonos
Y el ciprés que se vislumbra          un agente de prensa
Wang Wei cultivó su jardín
Y mientras plantaba pintaba
Sus micrófonos caligráficos con piedras traídas de lejos
Que el lago y la corriente duplicaban en las sutiles tardes otoñales
Etc.
Wang Wei cultivaba jardines
Wang Wei pintaba paisajes
Mas ella, ah,
Ella
Ella cataba boleros


      New Haven, 1985-86



  Poeta brasileño (1954)



  Traducción: Pedro Marqués de Armas




Baldomero Fernández Moreno






















VIEJO CAFÉ TORTONI


A pesar de la lluvia yo he salido
a tomar un café. Estoy sentado
bajo el toldo tirante y empapado
de este viejo Tortoni, conocido.

¡Cuántas veces, oh padre, habrás venido
de tus graves negocios fatigado,
a fumar un habano perfumado
y a jugar el tresillo consabido!

Melancólico, pobre, descubierto,
tu hijo te repite, padre muerto.
Suena la lluvia, núblanse mis ojos,

sale del subterráneo alguna gente,
pregona diarios una voz doliente,
ruedan los grandes autobuses rojos.




17 de agosto de 2013

Mario Quintana




















Poema de la estación de Astapovo


El viejo Lev Tolstoi huyó de casa
y fue a morir a la estación de Astapovo.
Seguramente se sentó en un viejo banco
uno de esos viejos bancos abrillantados por el uso
que existen en las pequeñas estaciones del mundo
contra una pared desnuda.
Se sentó y sonrió amargamente
pensando que
en toda su vida
apenas quedaba de su Gloria
esa ridícula matraca llena de cascabeles y cintas de colores
en las manos esclerosadas de un anciano decrépito.
Y entonces la Muerte 
al verlo tan solo a aquella hora en la estación desierta
consideró que él estaba allí a su espera
cuando sólo se había sentado a descansar un poco.
La Muerte llegó en su antigua locomotora
(siempre llega puntualmente en la hora incierta…)
Aunque tal vez no pensó en nada de eso, el gran Viejo
y quién sabe si hasta murió feliz: él huyó…
él huyó de casa…
él huyó de casa a los ochenta años de edad…
¡No todos realizan los viejos sueños de la infancia!



Traducción: Pedro Marqués de Armas




Luis Marré














NO RECUERDO


No recuerdo tu rostro
y a veces
me sorprendo buscando rasgos tuyos
en otras caras
Sin embargo
                     recuerdo
tus manos
siempre ocupadas
- las uñas rotas
por la lejía -
domando
cabellos
rebeldes
midiendo la escasez
o despertando olores en el patio
entre la hierbabuena y el orégano
Qué hábiles
                     con las rosas
tus manos
- el tiesto que ponías en la mesa
aunque faltara el postre siempre había
rosas para olvidar nuestra pobreza-
Tus manos
aquellas
ramitas
de coral desangrado
que emergieron del fondo abisal de tu agonía
Mi corazón se debate entre agujas
pero tus manos no me alcanzan ya
mi madre.


14 de agosto de 2013

Reynaldo García Blanco























LAS BIBLIOTECAS INUNDADAS
                                         
                                                   A Teresa Melo y León Estrada


En La Grande Ilusion, de Jean Renoir  
unos reclusos
reciben un envío de una benefactora rusa
ellos piensan en vodka y caviar 
pero descubren que se trata de libros
y en un acto de decepción
prenden fuego y comienza la revuelta

Casi siempre los imbéciles y tiranos
son los que queman las bibliotecas

¿Y a quién culpar
cuando la furia anula las palabras?

Libros que llegaron en correos de brujos
regalos de cumpleaños
amuletos vallejianos
estrellas que alumbraron y aun matan

Me contaron que Herman Hesse
enviaba libros a los prisioneros alemanes
detenidos en Francia

Manías del albor
laberintos de papel
músicas en la noche de la isla

Ahí van
como barcos llenos de voces
a la deriva
arrastre de memoria
relámpago mineral
así han quedado
las bibliotecas. 




    


12 de agosto de 2013

Philip Larkin
















COMPASIÓN EN BLANCO MAYOR



Cuando en un vaso pongo cuatro
cubitos tintineantes, luego tres
chorros de gin,la raja de limón,
y en espumosos borbotones vierto
una tónica que lo ahoga todo
antes de alcanzar el borde,
en brindis íntimo levanto el vaso:
Consagró su vida a los demás.

Mientras otros usaban como prendas
a los seres incluidos en sus días,
yo me apliqué a acercar la esquiva excitación
a quienes me entregaron su confianza;
nada nos reporte, ni a mi ni a ellos,
pero así (nos parecía) todos tuvimos
mucho más cerca el gran jolgorio
que de habérnoslo perdido separados.

Un tipo recto,la mejor madera,
puede romperse, pero no se dobla,
aguantador, bondadoso, compañero,
un palmo por encima de la turba.
Qué mediocres hubiesen sido muchas vidas
de no haberlo tenido entre nosotros.
A la salud de la blancura encarnada.
Aunque mi color favorito no es el blanco.






Poeta inglés (1922 - 1985)


11 de agosto de 2013

Rogelio Saunders




















 Tú eras


El lobo huérfano de cola de plata está harto de gritar su destino de perro, su faena casi humana al pie del pino despiadado. Y ya la corneja se ha puesto de acuerdo con el puercoespín rabioso que hunde las uñas de niño en lo oscuro de la tierra. El sol está hecho como de un papel bilioso, indestructible y ácido como todas las noches sin ternura del mundo. Pero el lobo y todos los otros siguen haciendo girar la rueda, mientras el hosco satélite suelta su estrella de ajenjo y el pozo mutilado amamanta a los cuervos nacidos en la carne viva. 

El amor está hecho de todas las criaturas, de todas las tramas inextricables, de todos los sueños hundidos. Canta como un cartero ciego la estopa del día que muere, la luz que cayó como una piedra roja sobre el ojo del mago, y el beso de la adolescente, caliente como el fuego de Fausto, que sacudió al torpe hijo de la mañana como una sierpe eléctrica. 

Es mejor que no sepamos lo que somos. Así podemos besarnos con toda la ignorancia, con la intacta locura.