26 de abril de 2007

Caridad Atencio



















(Ver entradas anteriores)



Con lo que hiere me oculto. En la plaza de la mente se ve tan claro. Su fuerza volcada contra mí. La voluntad contra el discernimiento. Velocidad y ceguera contra del sacrificio. Como si el mundo se negara con tus ojos, has de saber en el vientre que estás: el sitio donde la esquiadora y la lisiada deben reconocerse. Como el arrobamiento que le falta. Como el árbol del plátano que conserva sus hojas mucho después que mueren.







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Eres amarga. ¿Abre algún extraño el portón del jardín? Un recuerdo apacible te ha abandonado. Todo brillaba de nada, y ahora es tarde. Hundiendo su pie contra tu vientre vacío el mundo te trasmite la vida. Otra corteza sin humedad o el árbol que viajaba por su ruido. Como un ciego que oye mejor brota de ti algo intenso.

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