26 de abril de 2007

Antonio Armenteros



















"Esquirlas" título del libro con el cual el poeta Antonio Armenteros obtuvo el premio de la Gaceta 2007.




CASA DE GLEIM

Mudándome, perdiendo o ganando espacios para la duda

al fin he arribado a la casa de las 16 ventanas que cual novias

despechadas —o desnudadas por sus solteros--

susurran por el aliento salitrero del mar a deshora.

La casa de Gleim donde los objetos adquieren una importancia relativa,

y tal vez su encanto único, postrero sea el de habitar una casa sombría,

en que a las nueve por orden o superstición se cierran las ventanas

cual si el sueño de la inutilidad de las cosas fuera posible.


En enero de un año ido nuestras frases iluminaban fábulas de abandono.

No dije: “Quédate o márchate”, tan sólo dije: “Tendremos una casa en Québec

o en Gleim, donde las ventanas anuncien al unísono la grandeza y su envés:

La inopia”. Ella queriendo explicarse lo expresó tenuemente:

“¿De qué vale una vida consagrada con heroísmo a la nada?”


Hoy que el viento sacude con fiereza la solidez de las ventanas

quiero escribírselo quemándome las manos de alegría,

decirle que al fin habito una casa en Gleim hacia la calle

y que los fines de semana bebo como un poseso

Vodka Voroneschkaya a su memoria

libando un poco a los espíritus del bien o del mal

--tal cual ella me aconsejó-- detrás de la puerta,

sobre todo porque los límites no son muy claros.


Transformado en ganancias y extravíos he arribado a la casa de Gleim.

Donde roe el viento y el comején tengo una casa a la calle,

al viejo estilo de los años setenta, al modo indócil

de las casas con muchos ventanales

--a veces acristalados-- en el centro mismo de la tormenta,

o a escasos metros de la fábula que ella

con su sentido más práctico: censuró.


***


SUSTANCIAS QUE NOS FALTAN
                                    Para Andria

Yo que me he sentado al Pianobar

ha escuchar las historias del barman

sobre las otras orillas.

Lo oigo repetir: “La vida es dura, dura como la moral”.

Sentado al Pianobar

--entre trago y trago—

me repito:

“La vida aquí es dura, dura e inmoral”.

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