31 de julio de 2007

Yanelys Encinosa Cabrera

Nació en Pinar del Río el 27 de diciembre de 1983 graduada de Letras en la facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana. Actualmente trabaja en el departamento de creación literaria del centro Dulce María Loynaz. Reseñas suyas han sido publicadas en revistas como "La letra del escriba" y "Cuba literaria". Mereció el premio "Cauce" de ensayo del 2006 con el trabajo "La rueda de la fortuna o el infortunio del círculo" y el premio "David" de poesía del 2007 con el libro "Del diario de Eva y otras prehistorias"



La edad de piedra

Se admiraban ante estos mármoles
de lejos conspiraron
imaginaron cortes futuros
para el culto o la guerra

luego se acercaron a adorarlos
loaron las curvas de la fertilidad
para augurar la supervivencia

soñaron buscarle filo
para armar su poderío
y expandir las conquistas

la piedra no cedió

sólo el calor de un bronce
la atravesaría
hasta permanecer.


***


Fuera del jardín

He olvidado las frutas
sé que el Padre nos sigue amando
como a sus pródigos hijos
y descanso en el tranquilo rincón
que hemos logrado conquistar
el hombro de Adán tiene la medida exacta del Edén
sólo cuando él sale de caza
resiento un remoto temor al destierro.

28 de julio de 2007

Domingo Alfonso

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HOMBRE INCLINADO




"bites like a dog against its chastisement.": Samuel Beckett








Es duro,
tal vez hasta heroico
inclinar la cabeza
sobre el miembro caliente
lleno de furia, que tal vez apesta
y se introduce en la boca febril
Después
volver las grupas (Usted me entiende)
Y sufrir (¿es tormento, es placer?)
La entrada lacerante
de esa lanza que despierta
en salones prohibidos
el goce fuerte descrito por Kavafis
-No son los tiempos
de Tomás de Torquemada-

Esta escena
del hombre formando un ángulo
bajo dos manos toscas que hacen crujir su piel
despidiendo chispas:
de este hombre que muerde,
"muerde del mismo modo que un perro al que castigan."




Diciembre 31 del 2003/Junio 28 del 2004

25 de julio de 2007

Vladimir Nabokov

El Duende de la Madera

(traducción de Mauricio Montiel Figueiras)







Delineaba pensativamente la sombra circular y temblorosa del tintero. En una lejana habitación un reloj dio la hora mientras yo, soñador que soy, imaginaba que alguien llamaba a la puerta, suavemente al principio, luego más y más fuerte. Llamó doce veces y se detuvo, expectante.
-Sí, aquí estoy, pase...
El pomo de la puerta crujió con timidez, la llama de la vela a medio consumir se agitó y de un salto oblicuo él abandonó un rectángulo de sombra, encorvado, gris, cubierto por el polen de la noche fría y estrellada.
Conocía su rostro -¡oh, hacía tanto que lo conocía!
Su ojo derecho aún se hallaba hundido en la penumbra; el izquierdo me estudiaba con temor, alargado, de un verde nuboso. La pupila brillaba como un destello de herrumbre... Ese mechón de un gris musgoso en su sien, la ceja plateada apenas perceptible, la cómica arruga cerca de su boca lampiña -¡de qué manera todo esto hostigaba e inquietaba vagamente a mi memoria!
Me levanté. Él avanzó un paso.
Su pequeño abrigo raído parecía tener mal los botones -del lado femenino. Llevaba en la mano una gorra -no, un bulto oscuro, pobremente atado, y no había rastro de gorra alguna...
Sí, claro que lo conocía -quizá incluso le había tenido cariño, sólo que no podía ubicar el dónde y el cuándo de nuestros encuentros. Y debíamos habernos encontrado a menudo, de otro modo no tendría un recuerdo tan nítido de esos labios de arándano, esas orejas puntiagudas, esa grácil nuez de Adán...
Con un susurro de bienvenida estreché su mano ligera, helada, y rocé el respaldo de un sillón ajado. El se retrepó como un cuervo en un tocón y empezó a hablar apresuradamente.
-Da mucho miedo la calle. Así que vine. Vine a visitarte. ¿Me reconoces? Solíamos retozar juntos y gritamos días enteros. Allá en la vieja patria. ¿Vas a decirme que lo olvidaste?
Su voz literalmente me cegó. Me sentí deslumbrado y aturdido -recordé la felicidad, la sonora, eterna, irremplazable felicidad...
No, no puede ser: estoy solo... Es un absurdo delirio. Y sin embargo había en efecto alguien sentado junto a mí, huesudo e improbable, con espigadas botitas alemanas, y su voz tintineaba, crepitaba -áurea, de un verde exquisito, familiar- pese a que las palabras eran tan sencillas, tan humanas...
-Allí está -te acuerdas. Sí, soy un antiguo Elfo del Bosque, un duende malicioso. Y aquí estoy, obligado a huir como todos los demás.
Soltó un profundo suspiro y de nuevo imaginé nimbos hinchados, soberbias ondulaciones frondosas, límpidos destellos de abedules como chorros de espuma de mar contra un murmullo melódico, perpetuo... El se inclinó hacia mí y me miró con dulzura a los ojos.
-¿Recuerdas nuestro bosque, abetos negros, blancos abedules? La pena fue insoportable -veía a mis queridos árboles crujiendo y cayendo, ¿y qué podía hacer? Me empujaron a las ciénagas, lloré y aullé, bramé como animal, luego me fui veloz a un pinar vecino.
"Ahí languidecí, no dejaba de sollozar. Apenas me había acostumbrado cuando de golpe ya no había pinos, sólo cenizas azules. Tuve que vagar un poco más. Di con un bosque -un magnífico bosque, denso, oscuro, fresco. Aun así, de alguna forma no era lo mismo. En los viejos tiempos retozaba del alba al ocaso, silbaba apasionadamente, aplaudía, asustaba a los paseantes. Acuérdate de ti -te perdiste una vez en un sombrío rincón de mi bosque, tú y un pequeño vestido blanco, y yo obstruía las veredas, hacía rodar troncos, titilaba en el follaje. Me pasé la noche entera haciendo travesuras. Pero sólo jugaba, todo era en broma, por mas que me denigren. Ahora me he calmado, mi nuevo hogar era incómodo. Día y noche extrañas cosas crujían a mi alrededor. Al principio creí que otro elfo acechaba allí; le grité, luego escuché. Algo chasqueaba, algo gruñía... Pero no, no eran los ruidos que nosotros hacemos. Una vez, hacia el anochecer, brinqué a un claro, ¿y qué es lo que veo? Gente tendida, algunos de espaldas, otros bocabajo. Bueno, pensé, los despertaré, ¡haré que se muevan! Y puse manos a la obra, sacudí ramas, arrojé piñas, salté, rugí... Me afané durante una hora en vano. Entonces miré con mayor atención y me estremecí. Aquí está un hombre con la cabeza colgando de un frágil hilo escarlata, allá uno con una pila de gruesos gusanos por estómago... No lo pude aguantar. Solté un aullido, brinqué en el aire y huí...
"Vagué mucho tiempo por distintos bosques, pero no podía hallar la paz. O era silencio, desolación, tedio mortal, o un horror que es mejor no imaginar. Por fin me decidí y me transformé en un mendigo, un pordiosero con alforja, y me fui para siempre: Rus', adieu! Un espíritu afín, un Duende del Agua, me ayudó. El pobre también huía. No dejaba de admirarse, de decir: ¡qué tiempos nos han tocado, una auténtica desgracia! Y aunque en otra época se había divertido y solía atraer a la gente con señuelos (¡qué hospitalidad la suya!), ¡cómo la mimaba y consentía en el fondo del dorado río, con qué canciones la embrujaba en recompensa! Ahora, dice, sólo pasan flotando hombres muertos, por montones, en grandes cantidades, y la humedad del río es como sangre, espesa, cálida, viscosa, y no hay nada que se pueda respirar... Y así me llevó con él.
"Se fue a errar por algún mar remoto y me desembarcó en una costa brumosa -anda, hermano, ve y encuentra algún follaje cordial. Pero no encontré nada y acabé en esta extraña, atroz ciudad de piedra. Y así me volví humano, con todo y cuellos perfectamente almidonados y botitas, e incluso he aprendido el habla humana...
Calló. Sus ojos brillaron como hojas húmedas; tenía los brazos cruzados y, a la trémula luz de la vela consumida, unas pálidas hebras peinadas hacia la izquierda relumbraron de un modo inquietante.
-Sé que también sufres-fulguró nuevamente su voz-, pero tu sufrimiento, comparado con el mío, mi tempestuoso, turbio sufrimiento, es sólo la respiración pausada del que duerme. Piénsalo: no queda nadie de nuestra tribu en Rus'. Algunos nos alejamos como jirones de niebla, otros se dispersaron por el mundo. Nuestros ríos son melancolía, ninguna mano intranquila esparce los rayos de la luna. Quietas están las huérfanas campánulas que por azar permanecen intactas, el gusli de un deslavado azul que alguna vez mi rival, el Duende de los Campos, empleó en sus canciones. Bañado en lágrimas, el tosco y afable espíritu doméstico ha abandonado tu hogar en deshonra, humillado, y se han marchitado los bosques, su patética luz, su mágica sombra...
"¡Nosotros, Rus', fuimos tu inspiración, tu insondable belleza, tu encanto perenne ! Y todos nos hemos ido, echados por un inspector enfermo.
"Amigo mío, pronto he de morir, dime algo, dime que amas a este espectro desamparado, siéntate más cerca, dame tu mano...
La vela parpadeó y se extinguió. Fríos dedos acariciaron mi palma. Repicó la conocida carcajada de la melancolía para luego callar.
Cuando encendí la luz no había nadie en el sillón... ¡Nadie!... En la habitación quedaba sólo una fragancia inusitadamente sutil: abedul, húmedo musgo...

Julio Mitjans

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LA TREGUA


Ya fuimos mucho tiempo estremecidos
por el canto de los padres.
Ahora somos transito
río perdiéndose a si mismo,camino de ser la noria.

Demasiado tiempo estremecidos por nuestro propio canto.

23 de julio de 2007

Luis Jiménez Hernández.















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LA ESCRITURA ES SOLO UN MÉTODO PARA TRANSPORTAR LA REALIDAD A LAS PALABRAS



Las salpicaduras de sangre brillan en la piel. El caballo tumbado sobre la acera, resopla inconsciente, la mujer fue transportada. Debajo de una rueda del camión la pierna suelta de la dama, un policía toma notas en un pequeño blog. Los otros van colocando barras amarilla justo delante del coche golpeado y el cadáver del conductor.







DESDE EL VACÍO: ESTREMECIDA EN LOS RÁPIDOS DE LA ACERA



Estaban esas botas y el silencio, la bandera tiesa. El calor colocado bajo las costillas. La lengua fija en la pared. Quería coger las botas y correr, dejar de ser la novia del cadáver. ¿Qué importa que ahora sea un héroe?

21 de julio de 2007

Gwendolyn Brooks

Escritora estadounidense;(1917-2000).Premio Pulitzer .Durante
el período del Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, escribió temas relacionados con la segregación y el nacionalismo negro.









Rudolph Is Tired of the City



A Rudolph le gustaría alejarse de la ciudad,
de los edificios que le hacen
sentirse encerrado, e irse a vivir al campo,
criar vacas y pollos y respirar el aire puro.

19 de julio de 2007

Caridad Atencio

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Con una cuchilla raspan tu identidad. La idea se mueve como hierro desaceitado. Descubres una voz a tu nombre, ‘en medio del más delicado baño de sangre’ un secreto dentro de un secreto. Ahora soy un peso, un árbol trasplantado. De un golpe acaricio mi cráneo. Del espíritu las puertas de metal cerraron bruscamente, tragando vibración, cada segundo.

Ismael Gonzalez Castañer

De Disfuerzo/ la regla y el tabú (inédito)






Le preguntan al árbol qué hacer




La camisa lavada y untada por mujer
sobre mi cuerpo en la noche del siglo,
lleva un sabor
de familias enteras
¿Cómo ves tú mi cosa, Árbol?

Si no defino el hondón prontamente,
quedaría el espejo
mediado y terciado.

El perfume es de acacia y delirio
Aquí van las familias enteras, van
Le preguntan al Árbol qué hacer.

Sin calzón en la cama de enfermo
Desde allí yo pregunto y susurro
Cómo ves tú mi cosa, Arar-Desarar?

No sé,
soy el manto y la persona pasa
Quedarían los restos
del andar pausado
y un alivio de ostras comiendo.

Un alivio de ostras comiendo
un alivio de ostras comiendo...

15 de julio de 2007

Alejandra Pizarnik

Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1936. Obtuvo su título en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires y posteriormente viajó a Paris hasta 1964 donde estudió Literatura Francesa en La Sorbona y trabajó en el campo literario colaborando en varios diarios y revistas con sus poemas y traducciones de Artaud y Cesairé entre otros. Es una de las voces más representativas de la generación del sesenta y está considerada como una de las poetas líricas y surrealistas más importantes de Argentina. Su obra poética está representada en las siguientes obras: «La tierra más ajena» en 1955, «La última inocencia» en 1956, «Las aventuras perdidas» en 1958, «Árbol de diana» en 1962, «Los trabajos y las noches» en 1965, «Extracción de la piedra de locura» en 1968, «El infierno musical» en 1971 y «Textos de sombra», publicación póstuma en 1982. En 1972 falleció como consecuencia de una profunda depresión.  








POEMA 3




Sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra  





ÁRBOL DE DIANA






11


ahora           
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada




13


explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome


17


Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nombres creciendo solos en la noche pálida.)

LA POESÍA CONTRA LO POÉTICO

EDOARDO SANGUINETI

Novelista, ensayista, poeta, el italiano Edoardo Sanguineti integró con Umberto Eco el belicoso Grupo 63, que se propuso subvertir el orden instituido en el terreno del arte. Según este pensador de la vanguardia, una cierta pulsión anarquista subsiste en todo creador, incluso en fascistas como Pound o Céline.




Edoardo Sanguineti se parece a esos peces que son muy difíciles de atrapar con la mano. Las ideas que tenía sobre él eran vagas. O no del todo vagas, pero había un período oscuro, ocupado por una única poesía sin título aparecida en abril del 91 en la revista italiana Indice. Una poesía que comenzaba con minúscula: imagina una imagen de mí, reestructurada de mí (podado, desgarrado), entre los trapos y los recortes de mi yo, en esta revuelta sopa de trece mil días en cifras redondas... Poco, si se tiene en cuenta que el poeta en cuestión, que el profesor Sanguineti viaja continuamente y continuamente escribe sobre sus viajes, poemas inclasificables, mezclas iracundas de frases hechas, lugares insólitos, palabras en otros idiomas.
Hay una estupidez generalizada que dice que la verdadera poesía es aquella que obliga a ser leída en voz alta. La buena poesía, a veces, ni siquiera puede leerse en voz baja. A veces, incluso, cuesta leerla. Es más: muchas veces no se entiende. Pero es de esa oscuridad de donde surgen los mil sentidos, de modo que una poesía, sin quererlo, se multiplica indefinidamente, no ya teniendo en cuenta el número de lectores, sino la capacidad interpretativa del que lee.
Sanguineti ocupa un lugar destacado en la generación de escritores italianos que participó del llamado Grupo 63, un movimiento de neovanguardia, belicoso y polémico en el que también participaron Umberto Eco, Giorgio Manganelli y Nanni Ballestrini, entre muchos otros. Publicó una especie de manifiesto que en la Argentina se leía con unción en los tiempos de la posdictadura: Por una vanguardia revolucionaria. Pero Sanguineti comenzó a hacerse conocer mucho antes, trabajando con pintores y músicos como Luciano Berio. Nació en Génova, donde actualmente vive, en 1930. Entre sus tantos libros pueden nombrarse el poemario Wirrwarr, la novela El juego de la Oca y el ensayo Vanguardia, ideología y lenguaje, además de una treintena de títulos no traducidos al español.
Si la vanguardia es para la literatura una investigación permanente acerca de las posibilidades y límites expresivos y cognoscitivos, Sanguineti es el más luminoso ejemplo de vanguardismo puro. Sus temas preferidos son la teoría y la metateoría del relato, la presencia o desaparición del narrador en la narración, el retorno al desorden en literatura, la poesía y la etimología, el arte como mercancía, el heroísmo y el cinismo de la vanguardia ante la comercialización del arte. Sanguineti creía (y sigue creyendo todavía) que el único arte posible es el arte de vanguardia.
Al menos así ha sido durante todo el siglo XX. Bien, pero el siglo cambió. De acuerdo, dice llevándose un cigarrillo Virginia Slim apagado a la boca, e interrumpe lo que iba a decir porque alguien, gentilmente, acaba de acercarle fuego, y ha tenido que responderle "gracias, no fumo", con el tono mecánico y desabrido de quien está demasiado habituado a este tipo de interrupciones. El gesto, inevitablemente cómico, hace más evidente el parecido de Sanguineti con Marty Feldman, el Igor de El joven Frankenstein, una similitud que terminará aceptando con resignación divertida. "Las condiciones que motivaron el arte de vanguardia", continúa como si nada hubiera ocurrido, "siguen siendo las mismas. La función anarquista del arte sigue siendo la misma, y no creo sinceramente que un cambio de siglo o de milenio pueda modificar eso".
Vamos, profesor, ¿todavía con el argumento del arte en lucha contra la hegemonía cultural burguesa? Ése es un asunto pasado de moda. Ríe, aspira el aire raro de su cigarrillo apagado: "Le diré más, esa lucha no sólo todavía sigue, sino que es todavía más fuerte a causa de la globalización. De todos modos, los impulsos anarquistas del arte pueden configurarse de muchos modos. Vea, por ejemplo: Marinetti".

¿No va a decirme que Marinetti era anarquista?

No, no osaría decir algo semejante, el fundador del futurismo era un fascista pero, ¿qué me dice de los futuristas soviéticos?, ¿eran fascistas también?

¿Qué quiere decir, que el impulso anarquista sobrevive en el arte sin importar la filiación política del artista?

Exactamente. No es lo que quiero decir: es lo que digo. Piense en Pound, en Céline. No los unen solamente sus posturas netamente fascistas, sino también esa especie de pulsión anarquista, la misma que se encuentra tanto en Buñuel como en Beckett, en Schönberg o en Boulez, en Joyce y en Arno Schmidt.

Pero ése es el mismo discurso de los años 60, profesor Sanguineti. ¿Quiere que volvamos atrás? ¿La poesía debe tender a explicar o a emocionar?

Vea, se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Cualquier tipo de comunicación contiene aspectos intelectuales (de persuasión, de explicación) y, al mismo tiempo, aspira a un discurso que tiende a hacer blanco en las emociones. Pero eso sucede incluso con la información más simple. Cuando digo "Mira cómo llueve", estoy dando una información muy simple, que induce a tomar el paraguas o a esperar que la lluvia pare, pero por otro lado puede suscitar, con distinta intensidad, según la situación, reacciones emocionales, por ejemplo, si esa lluvia le impide a alguien hacer algo, por lo que puede incluso desatar reacciones muy fuertes. Un mensaje banal y transparente como por ejemplo decir "buen día" puede llevar consigo un mensaje tremendo, depende de cómo se diga. Lo que en poesía es claro es que el poeta sabe que está trabajando sobre dos planos: uno es el de la conciencia, el otro es el inconsciente. Las dos cosas van juntas.

¿Cuáles fueron las condiciones que hicieron posible la existencia de un movimiento como el Grupo 63 y por qué hoy sería imposible un movimiento de esas características?

Los años 50-60, en todas las artes, y no sólo en Italia, fueron años de gran renovación cultural (le nouveau-roman, la beat generation, el action painting, el pop art). Luego vino lo que puede llamarse un retorno al orden, algo similar a lo ocurrido a comienzos del siglo XX y con el último gran movimiento renovador del arte de las primeras décadas, el surrealismo. A ese gran impulso anarquista que fue el surrealismo siguió otro retorno al orden en los años 30, retorno al orden que fue roto en los años 50-60. Creo que ahora, después de varias décadas de orden, estamos empezando a vivir una nueva renovación del arte. En poesía, al menos, hay varios índices inquietantes de que esto está por ocurrir.

Pero Sanguineti, ¿se siente todavía un poeta con impulsos anarquistas?

(La respuesta es lacónica: fuma su cigarrillo apagado, aspira, saborea, exhala. Alguien vuelve a ofrecerle fuego: "Gracias, no fumo".)
Los poetas, decía Foscolo, reciben el tiempo que les toca vivir. El tiempo que vivimos es determinante. Yo sigo siendo un materialista histórico. Supongo que mi modo de escribir ha cambiado, los tiempos han cambiado, pero mi impulso anarquista sigue idéntico. He conocido muchos poetas, pero sigo leyendo a Guido Gozzano, el gran anti-dannunziano. ¿A usted le gusta D'Annunzio?

No, lo odio. ¿Odia también el poema La lluvia en el pinar?

Odio esa poesía sobre todas las demás. Tiene una fama injustificada. Es demasiado retórica: cae la lluvia y hay un hombre y una mujer que están en un pinar... Demasiada retórica, demasiado poética.

¿Poética? ¿Y qué quiere que sea?

Lo poético es lo contrario de la poesía. Por esa razón me siento mucho más cerca de Gozzano que de D'Annunzio. Lo que aparece como poético en una cultura quiere decir que ya fue asimilado, deglutido, organizado. De lo que se trata es de hacer poesía inventando algo que no era poético pero que puede ser poético. Justamente, la verdadera lucha de la poesía es contra esas manifestaciones llamadas poéticas. Odio eso.

Pero entonces, usted cree que ha influido suficientemente en la poesía del siglo XX.

(Cigarrillo apagado. "No, no fumo". Piensa.) Vea: yo soñaba con ser Hoffmann y soy casi el sosías de un mediocre cómico inglés.




Por GUILLERMO PIRO
(Archivo de 3 PUNTOS)

8 de julio de 2007

Rito Ramón Aroche

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Seguramente es eso: primero, cuando me olías el pecho todo y, bueno, todo el cuerpo. Y me olías. «Siento un olor a orégano», dices... (digo, decías). La lengua un poco incierta,recuerdo. ¿Segundo? : «Il cuore mi scopri sotterraneo» (S. Q.) leías, inmersa entre esas (mis) dos mil palabras y te quedara un tanto ahí ¿espúreo? ahí, en la lengua, no sé si exactamente pero sí un poco, de ese gusto terroso ¿la lengua tropelosa? Y no es extraño — eso. Y una rara quejumbre y un ardor, como en mis labios, un poco fragoroso.

Thomas Bernhard

Maestros antiguos







(.../...)
Durante esas seis semanas de encierro sólo sostuve algunas conversaciones telefónicas con el administrador de mis bienes y leí a Schopenhauer, eso me salvó probablemente, así Reger, aunque no estoy seguro de si es acertado haberme salvado, probablemente, así Reger, hubiera sido mejor no haberme salvado, haberme matado. Pero la verdad es que sólo el hecho de que, en relación con el entierro, hubiera tenido que hacer tantas gestiones, no me dejó tiempo para matarme. Si no nos matamos enseguida, la verdad es que no nos matamos ya, eso es lo espantoso. Tenemos el deseo de estar muertos exactamente como nuestro ser querido, pero sin embargo no nos matamos, pensamos en ello, pero no lo hacemos, dijo Reger. Curiosamente, en esas seis semanas no soportaba ninguna clase de música, ni una sola vez me senté al piano, una vez, con el pensamiento, hice un intento con un pasaje de El clave bien temperado, pero renuncié inmediatamente a ese intento, no fue la música lo que me salvó en esas seis semanas, fue Schopenhauer, una y otra vez unas líneas de Schopenhauer, así Reger. Tampoco fue Nietzsche, sólo Schopenhauer. Me sentaba en la cama y leía unas líneas de Schopenhauer y reflexionaba sobre ellas y volvía a leer unas frases de Schopenhauer y reflexionaba sobre ellas, así Reger. Después de cuatro días de sólo beber agua y leer a Schopenhauer, comí por primera vez un pedazo de pan, que estaba tan duro que tuve que cortarlo de la hogaza con un hacha de cortar carne. Me senté en el taburete de la ventana del lado de la Singerstrasse, ese espantoso asiento de Loos, y miré abajo a la Singerstrasse. Figúrese, finales de mayo y había una ventisca de nieve, dijo. Me espantaban los hombres. Los contemplaba desde el piso, allí abajo en la Singerstrasse, yendo de un lado a otro, bien forrados de prendas de vestir y de comestibles, y me daban asco. Pensé, no quiero volver con esos hombres, no con esos hombres y al fin y al cabo no hay otros, así Reger. Mientras miraba abajo a la Singerstrasse tuve conciencia de que no había otros hombres que los que iban de un lado a otro allí abajo en la Singerstrasse. Miraba abajo a la Singerstrasse y aborrecía a aquellos hombres y pensaba, no quiero volver con esos hombres, así Reger. A esa bajeza y esa mezquindad no quiero volver, me dije, así Reger. Saqué varios cajones de varias cómodas y miré en ellos y cogí una y otra vez fotografías y escritos y correspondencia de mi mujer y los fui poniendo sobre la mesa y lo fui mirando poco a poco todo, mi querido Atzbacher, como soy sincero, tengo que decir que mientras tanto lloraba. De pronto dejé libre curso a mis lágrimas, hacía decenios que no lloraba y de repente dejé libre curso a mis lágrimas, así Reger. Estaba allí sentado y daba curso libre a mis lágrimas y lloraba y lloraba y lloraba, así Reger. Durante años no había llorado, no desde mi infancia, y de repente dejé libre curso a mis lágrimas, me dijo Reger en el Ambassador. Al fin y al cabo no tengo nada que esconder ni nada que callar, dijo, a mis ochenta y dos años no tengo lo más mínimo que esconder ni que callar, dijo Reger, y por lo tanto tampoco tengo que callar que, de repente, lloré a lágrima viva y una y otra vez lloré a lágrima viva, durante días enteros lloré a lágrima viva, así Reger. Estaba allí sentado y miraba las cartas que había escrito mi mujer en el transcurso del tiempo y leía las notas que había tomado en el transcurso del tiempo y lloraba a lágrima viva. Nos acostumbramos naturalmente durante decenios a un ser humano y lo amamos durante decenios y lo amamos en definitiva más que a cualquier otro y nos encadenamos a él y, cuando lo perdemos, es realmente como si lo hubiéramos perdido todo. Siempre había creído que era la música la que lo significaba todo para mí, a veces al fin y al cabo también que era la filosofía, la literatura elevada y más elevada y elevadísimo, lo mismo que, en general, que era sencillamente el arte, pero todo eso, todo el arte, el que sea, no es nada en comparación con ese único ser querido. Cuántas cosas hemos hecho a ese único ser querido, dijo Reger, en cuántos miles y cientos de miles de sufrimientos hemos precipitado a ese ser al que, más que a cualquier otro, hemos querido, cómo hemos atormentado a ese ser y, sin embargo, lo hemos querido más que a cualquier otro, dijo Reger. Cuando el ser querido por nosotros más que cualquier otro del mundo ha muerto, nos deja con horribles remordimientos, dijo Reger, con espantosos remordimientos, con los que tenemos que existir después de su muerte y en los que un día nos asfixiaremos, dijo Reger. Todos esos libros y escritos que he reunido durante mi vida y que he llevado a mi piso de la Singerstrasse, para abarrotar todas esas estanterías, no me habían servido al final de nada, mi mujer me había dejado solo y todos esos libros y escritos eran ridículos. Creemos que podemos aferrarnos entonces a Shakespeare o a Kant, pero es un error. Shakespeare y Kant y todos los demás que hemos levantado en el curso de nuestra vida como lo que llamamos Grandes nos dejan en la estacada precisamente en el momento en que los hubiéramos necesitado tanto, así Reger, no son ninguna solución para nosotros ni son para nosotros ningún consuelo, de repente sólo nos resultan repugnantes y extraños, todo lo que esos, así llamados, Grandes e Importantes, pensaron y por añadidura escribieron nos deja fríos, así Reger. Creemos siempre que podemos confiar en esos, así llamados, Importantes y Grandes, lo que sean, en el momento decisivo, es decir, en el momento decisivo para nuestras vidas, pero es un error, precisamente en el momento decisivo para nuestras vidas todos esos Importantes y Grandes y, como suele decirse, Inmortales, nos dejan solos, no nos dan más que el hecho de que también entre ellos estamos solos, abandonados a nosotros mismos en un sentido totalmente horrible, así Reger. única y exclusivamente Schopenhauer me ayudó, porque sencillamente abusé de él para mi objetivo de sobrevivir, así Reger a mí en el Ambassador. Si todos los otros, incluidos por ejemplo Goethe, Shakespeare, Kant, me repugnaban, me precipité sencillamente sobre Schopenhauer en mi desesperación y me senté con Schopenhauer en el taburete del lado de la Singerstrasse para poder sobrevivir, porque la verdad es que de repente quería sobrevivir y no morir, no seguir a mi mujer en la muerte sino quedarme ahí, permanecer en el mundo, me oye, Atzbacher, así Reger en el Ambassador. Pero naturalmente sólo tuve con Schopenhauer una oportunidad de sobrevivir porque abusé de él para mi objetivos y lo falsifiqué realmente de la forma más innoble, así Reger, al convertirlo sencillamente en un medicamento de supervivencia, lo que en realidad no es en absoluto, lo mismo que tampoco los otros que ya he nombrado. Nos confiamos durante toda la vida a los Grandes Ingenios y a los, así llamados, Maestros Antiguos, así Reger, y nos vemos luego mortalmente decepcionados por ellos, porque no cumplen su finalidad en el momento decisivo. Atesoramos los Grandes Ingenios y los Maestros Antiguos y creemos que podremos luego, en el momento decisivo de supervivencia, usarlos para nuestros fines, lo que no quiere decir otra cosa que abusar de ellos para nuestros fines, lo que resulta ser un error mortal. Llenamos nuestra caja fuerte espiritual de esos Grandes Ingenios y Maestros Antiguos y recurrimos a ellos en el momento decisivo para nuestras vidas; pero cuando abrimos esa caja fuerte espiritual, está vacía, ésa es la verdad, nos quedamos ante esa caja fuerte espiritual vacía y vemos que estamos solos y realmente por completo sin recursos, así Reger. El hombre atesora en todos los campos durante toda la vida y al final se encuentra vacío, así Reger, también en lo que se refiere a su patrimonio espiritual. Qué monstruoso patrimonio espiritual he atesorado, así Reger en el Ambassador, y al final me encuentro totalmente vacío.
(.../...)



Maestros antiguos, 1985 (Alianza Tres 253)

6 de julio de 2007

Julia Cabalé

(Ver entradas anteriores)





IRREALIDAD


1


Mi boca se infla como un globo.
Pienso en mi padre.


2

Tengo una buena foto en papel.

3

Mi pelo húmedo sobre la almohada.
No importa poco importa.



4

Un dolor,
debajo del seno izquierdo
me paraliza.

Pudiera... terminar así
el universo
en la palma de mi mano.

Alberto Marrero Fernández







Ciudad de La Habana, 1956. Poeta y narrador. Autor del poemario El pozo y el péndulo, publicado en la primera edición de la colección Pinos Nuevos, en 1994. Con La salvación y el eclipse obtuvo mención en el concurso Julián del Casal de la UNEAC, en 1991. Poemas suyos aparecieron en la antología Poesía de hoy en Cuba, publicada en España. En 2001 obtuvo el Primer Premio del concurso de poesía Regino Pedroso, del periódico Trabajadores. En 2003 conquistó el Premio Nacional de Narrativa Hermanos Loynaz con el libro Último viento de marzo. Su libro Los ahogados del Tíber mereció en 2004 el premio de cuento del concurso Luis Rogelio Nogueras, del Centro del Libro y la Literatura en Ciudad de La Habana. Ese propio año Ediciones Unión dio a conocer su poemario La cercanía infinita. En 2007 publicó el libro de cuentos Efecto Babel por la Editorial Letras Cubanas. Mención del Premio de Poesía de la Gaceta de Cuba en el año 2007. Es licenciado en Historia y miembro de la UNEAC.




SORPRESAS

No me esperaban y ya ven, huelo a argamasa,
a cielo empobrecido por las uñas del sacrificio.

Mi boca es el origen del viento,
mística de frutas que revientan,
ambivalencia fratricida de la noche.

La noche es el goteo indescifrable.
Revelación del ser neurótico que defiende su aliento.

Mi camisa plagada de insectos bajo el difuso puente del verano.

No me esperaban y ya ven, he tocado tres veces.


***


ROTACIÓN A LA INVERSA

Después de las humillaciones
todos los riesgos (muertes) saltan a la vista.

Eso intuyo mirando a mi vecina prender fuego en el patio.
(Dice que para reinventar el mundo).

Después de girar y girar sobre los adoquines desleídos,
descubro un muro, y más allá la percepción de que mi vecina
ahora es una gata metida entre mis sábanas.

5 de julio de 2007

Leonardo Guevara

(Ver entradas anteriores)




La servidora me sienta a la mesa. Remueve la propina. En su mano derecha tiene tatuado alguna cosa. Le pregunto que significa, ella dice mariposa. Realmente no parece una mariposa siquiera como símbolo pero he de creerle. La mesera me pregunta si estoy listo, si se lo que quiero. Yo he estado toda mi vida tratando de saberlo. ( He tenido la ilusión en un cristal que me delimita el espacio convirtiéndome cual mosquito que ha entrado a chupar sangre y después de saciado regresa a una planta a morir). Digo, no se lo que quiero. Ella me da tiempo.

Otra servidora mira nuestra mesa y pregunta por su propina. Finjo no saber. Mi mesera pide con sus ojos no ser delatada. Le pierdo todo el respeto que podría sentir por el símbolo en su mano. La otra mesera piensa que soy un ladrón.
La cuestión aquí es la existencia de Dios para ver cuanta maldad existe. Mas si no hay un Dios que nos mire deberíamos hacer cualquier cosa.

4 de julio de 2007

Michael Lentz

Alemania, 1964.Poeta experimental y narrador.Obras publicadas" Neue Anagramme",1998 y "Aller Ding",2003.



































Fragmento



En la lluvia un cadáver olvidado
una gata que salió corriendo
una ventana abierta también
y nosotros
que todo lo sabemos
ordenar

Ernst Meister

Alemania (1911-1979). Poeta y pintor. Sus breves poemas,ásperos y lacónicos,abordan los grandes temas: El tiempo,la eternidad,la muerte.Poesía de pensamiento,en que los conceptos se agitan y cobran propiedades corporales.Premio Rilke en 1978,premio Buchner en 1979.Entre sus obras aparecen "Zahlen und Figuren",1958,"Sage vom Gazen den Saatz",1970.













En la falla del tiempo
estaba un pensamiento,
hasta que el horror de la eternidad
lo volteó.

Lo que sigue
no es sueño,
sino esqueleto.

Pero eso lo saben
los avisados.