17 de agosto de 2007

Caridad Atencio o de la escritura

Enrique Saínz





¿Cómo llegar al centro, a una verdadera intelección de los signos del cuaderno de poemas Los cursos imantados (La Habana, Ediciones UNIÓN, 2000), de Caridad Atencio (La Habana, 1963)? Yo diría que el único camino es el de la otra escritura. ¿Cuál? La escritura del desastre, de la ruptura, de la no-escritura en tanto ésta sea la de un discurso emocionado o conmovedor, anecdótico o de una intimidad de filiación más o menos romántica, modernista, parnasiana o de vanguardia.
Claro que Breton y su grupo querían también hacer poesía (textos, para ser más precisos) desnudos, escandalosos, que rompieran con todo lo anterior, pero no imaginaban que la posmodernidad llegaría a hacer obras como la que ahora comentamos, en las que la realidad es vista solo de un modo fragmentario, de fragmentos geométricos, traídos por la inteligencia y ajenos a cualquier vocación lírica precedente.
Caridad Atencio asume ciertos elementos del pensamiento racional, vuelto irracional por la Historia, y los transforma en poesía, en indagación sobre la escritura y sus capacidades para enseñarnos a ver o para revelarnos las dimensiones de lo real, sus zonas iluminadas o sombrías, para de esa experiencia de aprendizaje poder llegar nosotros a saber dónde estamos y qué podemos comprender de ese mundo que nos rodea y que los poetas no han podido hacernos sentir en todas sus posibilidades. En las palabras de presentación que escribió Ismael González Castañer leemos que "entender o no entender carecen de vigencia en la valoración de la expresión artística", afirmación de Lezama en un trabajo de réplica a Jorge Mañach cuando ése se quejaba de que no entendía la poesía suya. Pero sí se trata, en cierta medida, de entender en este caso de Los cursos imantados. No estamos hablando de cómo leer la poesía ni proponiendo una intelección intelectual -valga la redundancia, para que se sepa qué estamos diciendo o queremos decir-, sino de un diálogo fecundo con las palabras, en este caso las de Caridad Atencio. Por eso prefiero llamar texto a la página con signos lingüísticos y no poesía o cuento, pues de esos modos nos estamos adscribiendo a estructuras más o menos definidas y con especificidades celosamente vigiladas por los profesores y críticos. Se trata, decíamos, de saber, estemos ante una obra de Baudelaire, de Celan, de Blanchot o de Barthes. Y el saber significa comprender, bien por la vía intuitiva, matemática, lógica o mística.
Los cursos imantados es un libro que se lee para volver a mirar, para re-conocer, para enriquecernos, y el primer modo de hacer esto último es adentrándonos en las lecturas que hace la autora, desde otras lecturas y desde su propia percepción, de la realidad. La mirada se torna indagadora en este poemario. Hay una intención diseccionadora de lo real, de búsquedas de planos, de trasfondos y de iluminaciones. El discurso se va haciendo de frases entrecortadas, rápidas, deshilvanadas, breves como fugaces destellos. Son visiones momentáneas que no permiten entretejer una historia del suceder, sino sólo mostrarnos su fugacidad.
En el centro de las preocupaciones de Atencio está el lenguaje, la escritura misma, sus posibilidades para el poeta. Víctor Fowler, en la nota que escribió para la contracubierta, dice, en una sucinta caracterización del poemario: "como si [...] el conjunto reprodujese el proceso de pensamiento del autor acerca del lenguaje sobre la poesía y sobre la relación intermediaria del escritor entre ambas instancias y el mundo." Ciertamente, en numerosos momentos de Los cursos imantados hallamos esas problemáticas como cuestionamientos o afirmaciones que vienen de sí o de preguntas de otros sobre el mismo fenómeno.
Veamos "L'écriture du desastre", con obvio ascendiente en Blanchot, pero no por ello menos auténticamente propio de la autora. Ahí se pregunta: ¿Dispersión o despliegue? Texto que peca de audacia y nos remite a la vuelta improbable, donde el límite guarda el secreto del golpe en ambos lados.
La obra halla su faz en la lectura ciega.

En otro momento de suma importancia para llegar al centro del libro leemos:
Todos estamos lejos, al filo del descanso de una imagen o algunas de sus caras. El lenguaje se exilia en la razón. La hipótesis también concluye en la apariencia. Hacia el lenguaje sólo van los rehiletes de la voluntad. Hasta ese instante era un ser imprevisto (C. notas para un diario)

Anotaciones de un diario, visiones fugaces, huida hacia la razón, súbita aparición de otro texto en la memoria, reflexiones que nos comprometen por entero, como esta, de "Anverso": "Dios, o el conocimiento. /// Accesibilidad // Retorno al esplendor que desdeñamos." O esta otra, aún más trágica: "Si toda creación es una destrucción, cómo mirar la calidad biológica del lenguaje. Y lo "ilegible", ¿dónde esconde la muerte? (Archivo. Fondo Único para las letras.) Inicios (C.), conferencia rechazada." En esta frase: "La escritura es una contradicción que se abre" ha leído Fowler una "contradicción" que "confiere a la tarea poética las calidades de un esfuerzo imposible de cumplir, pero también imposible de eludir: [...] entonces la creación poética es ella misma acaso el acto mayor de responsabilidad moral". Porque en este cuaderno hay, qué duda cabe, una inquietante desazón que viene de esa responsabilidad ética de que habla Fowler y de la angustiante conciencia de lo indescifrable, visible en las diversas ambigüedades que una y otra vez aparecen en los poemas y asimismo ostensible en cierto onirismo de vigilia que hallamos aquí y allá a lo largo del texto.
Sentimos las pulsiones oscuras golpeando al poeta en sus reflexiones y en sus visiones rápidas: muertos, vacío, humillación, cegera, lo azaroso, la realidad punzante. La lectura de Los cursos imantados nos deja, más allá de las calidades intrínsecas de los textos, una experiencia de incertidumbre de mayor resonancia que cualquier hallazgo de nuevos caminos que haya podido realizar Caridad Atencio en sus geometrizaciones e interpretaciones de la escritura como posibilidad de conocimiento.
El libro fusiona el discurso racional y la conciencia de una dispersión desestructuradora. Creo que ahí está su más alto testimonio.

Publicado en CubaLiteraria

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