17 de junio de 2008

José Luis Fariñas



La Habana, 1972. Escritor, pintor y dibujante. Miembro de la Asociación Internacional de Escritores y Artistas, IWA. Ha sido antologado por Stephen Sadow, en Literatura Judeolatina contemporánea, Hostos Review, The City University of New York, 2006, y por Salvador Redonet en Novísimos narradores cubanos, Universidad de Zaragoza, 1999, y El ánfora del Diablo, Letras Cubanas, 2000, entre otras antologías. Figura en el Allgemeines Künstler-Lexicon, Michael Nungesser, Leipzig; en The Contemporary Who is Who del American Biographical Institute y en el Author Index de la Universidad de La Ciudad de New York. Acaba de publicar El resto más blanco, poesía, Editorial Sur, 2006. Ha recibido premios y menciones nacionales e internacionales como artista plástico, poeta y narrador. Acuarelas y óleos suyos se conservan en museos y colecciones particulares.








ÁNGEL





Solo lo que ya no hay en ti no esta perdido.
Ángel Escobar






Murió de muerte natural
para vivir tres veces mañana
la vida que no era,
la que se nos desagua en el doble filo
por dentro de los nervios de la gracia
o bordeando siempre y para nunca jamás
el cielo de la ciénaga,
el cielo nuestro de cada palmo de tierra
con su trago dulce color de larva
dividido en los dientes lunisolares
de doce oráculos silvestres.

Muerte más natural no pudo haber,
esbozada en carbón sobre laminas de humo,
hilada por sus manos
y cantada por sus pies;
en un salto doble que nace viejo,
semicerrado como una bufanda para la sombra,
y la caída toda para nadie
como un par de nuevos ojos
en la frente del soldado que florece.


El compás era de otro
pero tu te lo robaste sin mesura
en la espalda de un trino seco
para enterrar el odio en el aire
muy por encima de los nombres,
debajo de los huesos del templo,
por debajo de la derrota que te hizo posible;
a doce varas te ocultaste
en las barracas de la noche torcida,
doblemente deslumbrado desde la esfinge,
bordeando el antro de la cima,
tanteando como un experto las fisuras de la luz
y los rescoldos antes mendigados,
pero todo muy naturalmente,
porque no eras solo un tesoro de golpes
ni el monologo del barro en su querido vinagre
o la carne azul de los altares;
él venia ya dentro de ti,
muy cerca de lo más remoto,
con tus dos vidas clavadas
en el irreparable centro.

Sencillamente así vinieron las cosas,
sin mas trapo tirado por salvar,
hilando con tus manos
lo que tu cabeza descosía
justo cuando tus pies se te callaron,
cuando no hubo mas alas en la sopa
ni trebejos por quemar,
cuando te abrazaste como nadie pudo nunca,
doblemente iluminado:
más natural, ni la vida.

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