5 de diciembre de 2011

Denise Levertov




















Hablándole a la pena


Ah, Pena, no debería tratarte
como a un perro sin dueño
que viene hasta mi puerta
por un mendrugo, o un hueso pelado.
Debería confiar en tí.

Debería convencerte
de que entres en mi casa y darte
tu propio rincón,
una alfombra raída donde echarte,
tu propio plato de agua.

Crees que no sé que has estado viviendo
bajo mi portal.
Anhelas que tu lugar definitivo esté listo
antes que llegue el invierno. Necesitas
tu nombre,
tu collar y medalla. Necesitas tener
el derecho de espantar a los intrusos,
para considerar tuya
a mi casa
y a mí tu persona
y a tí misma
mi perro.



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