4 de enero de 2012

Javier Marimón












Un bosque adentro

                                  
Un bosque adentro me está mirando.
Antes de entrar en él me pongo la camisa.
Todo lo que se mueve, emigrado a la espalda
abre a través de mi camisa
figuras de un mundo invisitado.

El rectángulo de bruma reclama:
"tu camisa se ha roto en la espalda".
Busco entre las ramas el trozo de tela,
removiendo peldaños de hojas
  murmullos verdes
removiendo mis ideas de interior y exterior
en el bosque interpretado.

Un interior del tren que me lleva
a la fiesta de las camisas rotas,
que aumenta o se contrae
según estire la vista por encima de los asientos,
ampliándose el dominio al espacio de afuera,
donde me bajo
para alcanzar un exterior que desde el tren
no me está permitido.

Cuerpos volantes de la carretera
ansían la época del hueco
el gato de uñas navajas, los vándalos
rompecamisas;
el bosque interior desde su límite esperando.
¿Recuerdan cómo me he roto la camisa?
Los trabajadores honrados, el gato doméstico
voltean caras ensoñadas y celebran
mi camisa intacta.

La piel rota emana bajo la tela
que abandona la camisa entre ramas,
dos formas distintas de un tajo que colaboran
entre sí.
Un interior de un exterior
dudando,
como en la violencia del bosque al que entro,
una vez que recuerdo la idea interna.
Debajo de la herida late el bosque.
La película de sangre lo recibe.






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