Néstor Perlongher
Aranda hágame los rulos con la
delicadeza de una onda cetrina nívea en su rubor amar el illo el bigudí
sujéteme con un papelito disimulado en la tintura de la entretela para erguir
el mamotreto del rodete hasta una altura suficiente para espantar las engrupidas
junto a mi lecho que no digan que se me bajó el copete siquiera yerta hágalo
digno Aranda hágame los rulos no me lo deje entrar al puto de la cabeza contra
el piso al que se arrastra como un saurio al que inclina la sien (sus
doraditos) frente al primer moreno de la guardia téngame en guardia contra él
que mis muchachos son sensibles que no se enteren que ha tocado mis carnes casi
necrosadas con esos dedos que han hurgado braguetas en el Rosemarie o en la
penumbra del Eclaire que no me chanten al revuelo el revoleo de su anillo en
los pasillos populares y sobretodo que no hieda a pobre semen el tocado la
redecilla del rodete el tibio tul que ha de velar, una vez tiesa, estas pupilas
que han visto desfilar carrozas y las verán desde lo alto de lo más bajo donde
muevo la cítara de la multitud Aranda hágame los rulos y disimule las hebillas
entre los tropos del cabello para que a quien las encuentre se les disuelvan en
las yemas.
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