Pie de amigo
Por Dolores Labarcena
En la galería M, un artista X ha instalado de manera
vertical, y a su vez, en el hueco de la escalera que da acceso a la segunda
planta, una cama gigante. El bastidor y la cabecera apoyados únicamente por un
pie de amigo. ¡Dios santo! Mientras los espectadores suben animados para
empaparse de arte contemporáneo y observar otras curiosidades, quedan
petrificados con ese armatoste que parece decir “cuidado” en todas las lenguas
y dialectos posibles.
Sucede con frecuencia que, por falta de training
cultural, por no estar al tanto de las últimas tendencias, seguimos arrastrando
con las genialidades de siempre; que si Van Gogh, que si Dalí, y etcétera. Pese
a todo, no hay que sentirse desplazado, en cuestiones de arte lo bueno no pasa
de moda.
Eso sí, para darnos un baño de actualidad, el curador,
los críticos, y hasta el encargado de velar por el orden de la galería, nos
facilitan a modo de instrucción, panfletos con una caligrafía inmejorable donde
se empeñan en explicarnos, cuál es la esencia, es decir, la originalidad de ese
“asunto”.
Joseph Cornell, el de las cajas, se pasó la vida
coleccionando objetos de trastero, los compraba en tiendas de baratijas, o
encontraba en el primer basurero que se cruzaba a su paso. Sus obras, (pioneras
del montaje y del collage) están compuestas por viejas fotografías, alambres,
retazos de revistas, huesitos, fragmentos de cristal, cuerdas, partituras
estropeadas, canicas, muñecas, y hasta pájaros.
Esta zarigüeya, de qué otra forma se puede nombrar a
alguien que vivió toda la vida en un sótano, montó y desmontó obsesivamente y
hasta su muerte, esos vacíos ocupados. Maestro de la ausencia y el minimalismo,
el mundo le cabía en una mano y creaba maravillas con él. Imagino la cara de
sus vecinos cuando lo veían deambular por Utopía Parkway, correteando con esas
bolsas y no precisamente de la compra.
Nostálgico por antonomasia, y esto lo demuestra su
serie Medici Slot Machine, reproducciones de retratos de artistas
del Renacimiento italiano, hace que sus cajas sean para el curioso espectador
como los Pequeños Poemas en Prosa de Baudelaire: grandes.
No obstante, para gusto los colores. Lo bueno se
sostiene por su propio peso. A la cama de X, quítele el pie de amigo y
compruebe.
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