15 de julio de 2007

LA POESÍA CONTRA LO POÉTICO

EDOARDO SANGUINETI

Novelista, ensayista, poeta, el italiano Edoardo Sanguineti integró con Umberto Eco el belicoso Grupo 63, que se propuso subvertir el orden instituido en el terreno del arte. Según este pensador de la vanguardia, una cierta pulsión anarquista subsiste en todo creador, incluso en fascistas como Pound o Céline.




Edoardo Sanguineti se parece a esos peces que son muy difíciles de atrapar con la mano. Las ideas que tenía sobre él eran vagas. O no del todo vagas, pero había un período oscuro, ocupado por una única poesía sin título aparecida en abril del 91 en la revista italiana Indice. Una poesía que comenzaba con minúscula: imagina una imagen de mí, reestructurada de mí (podado, desgarrado), entre los trapos y los recortes de mi yo, en esta revuelta sopa de trece mil días en cifras redondas... Poco, si se tiene en cuenta que el poeta en cuestión, que el profesor Sanguineti viaja continuamente y continuamente escribe sobre sus viajes, poemas inclasificables, mezclas iracundas de frases hechas, lugares insólitos, palabras en otros idiomas.
Hay una estupidez generalizada que dice que la verdadera poesía es aquella que obliga a ser leída en voz alta. La buena poesía, a veces, ni siquiera puede leerse en voz baja. A veces, incluso, cuesta leerla. Es más: muchas veces no se entiende. Pero es de esa oscuridad de donde surgen los mil sentidos, de modo que una poesía, sin quererlo, se multiplica indefinidamente, no ya teniendo en cuenta el número de lectores, sino la capacidad interpretativa del que lee.
Sanguineti ocupa un lugar destacado en la generación de escritores italianos que participó del llamado Grupo 63, un movimiento de neovanguardia, belicoso y polémico en el que también participaron Umberto Eco, Giorgio Manganelli y Nanni Ballestrini, entre muchos otros. Publicó una especie de manifiesto que en la Argentina se leía con unción en los tiempos de la posdictadura: Por una vanguardia revolucionaria. Pero Sanguineti comenzó a hacerse conocer mucho antes, trabajando con pintores y músicos como Luciano Berio. Nació en Génova, donde actualmente vive, en 1930. Entre sus tantos libros pueden nombrarse el poemario Wirrwarr, la novela El juego de la Oca y el ensayo Vanguardia, ideología y lenguaje, además de una treintena de títulos no traducidos al español.
Si la vanguardia es para la literatura una investigación permanente acerca de las posibilidades y límites expresivos y cognoscitivos, Sanguineti es el más luminoso ejemplo de vanguardismo puro. Sus temas preferidos son la teoría y la metateoría del relato, la presencia o desaparición del narrador en la narración, el retorno al desorden en literatura, la poesía y la etimología, el arte como mercancía, el heroísmo y el cinismo de la vanguardia ante la comercialización del arte. Sanguineti creía (y sigue creyendo todavía) que el único arte posible es el arte de vanguardia.
Al menos así ha sido durante todo el siglo XX. Bien, pero el siglo cambió. De acuerdo, dice llevándose un cigarrillo Virginia Slim apagado a la boca, e interrumpe lo que iba a decir porque alguien, gentilmente, acaba de acercarle fuego, y ha tenido que responderle "gracias, no fumo", con el tono mecánico y desabrido de quien está demasiado habituado a este tipo de interrupciones. El gesto, inevitablemente cómico, hace más evidente el parecido de Sanguineti con Marty Feldman, el Igor de El joven Frankenstein, una similitud que terminará aceptando con resignación divertida. "Las condiciones que motivaron el arte de vanguardia", continúa como si nada hubiera ocurrido, "siguen siendo las mismas. La función anarquista del arte sigue siendo la misma, y no creo sinceramente que un cambio de siglo o de milenio pueda modificar eso".
Vamos, profesor, ¿todavía con el argumento del arte en lucha contra la hegemonía cultural burguesa? Ése es un asunto pasado de moda. Ríe, aspira el aire raro de su cigarrillo apagado: "Le diré más, esa lucha no sólo todavía sigue, sino que es todavía más fuerte a causa de la globalización. De todos modos, los impulsos anarquistas del arte pueden configurarse de muchos modos. Vea, por ejemplo: Marinetti".

¿No va a decirme que Marinetti era anarquista?

No, no osaría decir algo semejante, el fundador del futurismo era un fascista pero, ¿qué me dice de los futuristas soviéticos?, ¿eran fascistas también?

¿Qué quiere decir, que el impulso anarquista sobrevive en el arte sin importar la filiación política del artista?

Exactamente. No es lo que quiero decir: es lo que digo. Piense en Pound, en Céline. No los unen solamente sus posturas netamente fascistas, sino también esa especie de pulsión anarquista, la misma que se encuentra tanto en Buñuel como en Beckett, en Schönberg o en Boulez, en Joyce y en Arno Schmidt.

Pero ése es el mismo discurso de los años 60, profesor Sanguineti. ¿Quiere que volvamos atrás? ¿La poesía debe tender a explicar o a emocionar?

Vea, se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo. Cualquier tipo de comunicación contiene aspectos intelectuales (de persuasión, de explicación) y, al mismo tiempo, aspira a un discurso que tiende a hacer blanco en las emociones. Pero eso sucede incluso con la información más simple. Cuando digo "Mira cómo llueve", estoy dando una información muy simple, que induce a tomar el paraguas o a esperar que la lluvia pare, pero por otro lado puede suscitar, con distinta intensidad, según la situación, reacciones emocionales, por ejemplo, si esa lluvia le impide a alguien hacer algo, por lo que puede incluso desatar reacciones muy fuertes. Un mensaje banal y transparente como por ejemplo decir "buen día" puede llevar consigo un mensaje tremendo, depende de cómo se diga. Lo que en poesía es claro es que el poeta sabe que está trabajando sobre dos planos: uno es el de la conciencia, el otro es el inconsciente. Las dos cosas van juntas.

¿Cuáles fueron las condiciones que hicieron posible la existencia de un movimiento como el Grupo 63 y por qué hoy sería imposible un movimiento de esas características?

Los años 50-60, en todas las artes, y no sólo en Italia, fueron años de gran renovación cultural (le nouveau-roman, la beat generation, el action painting, el pop art). Luego vino lo que puede llamarse un retorno al orden, algo similar a lo ocurrido a comienzos del siglo XX y con el último gran movimiento renovador del arte de las primeras décadas, el surrealismo. A ese gran impulso anarquista que fue el surrealismo siguió otro retorno al orden en los años 30, retorno al orden que fue roto en los años 50-60. Creo que ahora, después de varias décadas de orden, estamos empezando a vivir una nueva renovación del arte. En poesía, al menos, hay varios índices inquietantes de que esto está por ocurrir.

Pero Sanguineti, ¿se siente todavía un poeta con impulsos anarquistas?

(La respuesta es lacónica: fuma su cigarrillo apagado, aspira, saborea, exhala. Alguien vuelve a ofrecerle fuego: "Gracias, no fumo".)
Los poetas, decía Foscolo, reciben el tiempo que les toca vivir. El tiempo que vivimos es determinante. Yo sigo siendo un materialista histórico. Supongo que mi modo de escribir ha cambiado, los tiempos han cambiado, pero mi impulso anarquista sigue idéntico. He conocido muchos poetas, pero sigo leyendo a Guido Gozzano, el gran anti-dannunziano. ¿A usted le gusta D'Annunzio?

No, lo odio. ¿Odia también el poema La lluvia en el pinar?

Odio esa poesía sobre todas las demás. Tiene una fama injustificada. Es demasiado retórica: cae la lluvia y hay un hombre y una mujer que están en un pinar... Demasiada retórica, demasiado poética.

¿Poética? ¿Y qué quiere que sea?

Lo poético es lo contrario de la poesía. Por esa razón me siento mucho más cerca de Gozzano que de D'Annunzio. Lo que aparece como poético en una cultura quiere decir que ya fue asimilado, deglutido, organizado. De lo que se trata es de hacer poesía inventando algo que no era poético pero que puede ser poético. Justamente, la verdadera lucha de la poesía es contra esas manifestaciones llamadas poéticas. Odio eso.

Pero entonces, usted cree que ha influido suficientemente en la poesía del siglo XX.

(Cigarrillo apagado. "No, no fumo". Piensa.) Vea: yo soñaba con ser Hoffmann y soy casi el sosías de un mediocre cómico inglés.




Por GUILLERMO PIRO
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