3 de enero de 2008

Emily Elizabeth Dickinson





Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 10 de diciembre de 1830 - íd., 15 de mayo de 1886. fue una poeta estadounidense, cuya poesía de alta integridad artesanal, naturalista y apasionada, ha colocado a su autora en el reducido panteón de poetas fundacionales norteamericanos que hoy comparte con Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su ingente obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.













CUANDO CUENTO LAS SEMILLAS...



Cuando cuento las semillas
Sembradas allá abajo
Para florecer así, lado a lado;
Cuando examino a la gente
Que tan bajo yace
Para llegar tan alto;
Cuando creo que el jardín
Que no verán los mortales
Siega el azar sus capullos
Y sortea a esta abeja...
Puedo prescindir del verano, sin queja.










CUALQUIERA QUE DESENCANTE...


Cualquiera que desencante
A un solo ser humano
Por traición o por irreverencia...
Es culpable de todo.
Inocente como un pájaro,
Gráfico como una estrella
Hasta una sugestión siniestra
Que las cosas no son lo que son.









No ERA LA MUERTE, PUES YO ESTABA DE PIE...



No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.
No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.
Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.
Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche
Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.
Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.

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