Zbigniew Herbert
La piedra
La piedra es la criatura
perfecta
igual a sí misma
vigilante de sus fronteras
exactamente repleta
de pétreo sentido
con un aroma que a nada recuerda
a nadie espanta no despierta codicia
su ardor y frío
son justos y están llenos de dignidad
siento su duro reproche
cuando la apreso en mi mano
y su noble cuerpo
absorbe el falso calor
-Las piedras no se dejan domesticar
hasta el final nos mirarán
con su mirada tranquila clarísima
1961
Parábola de los emigrantes rusos
Sucedió en el año veinte
o quizá en el veintiuno
hasta nosotros vinieron
emigrantes rusos
muy altos rubios
de ojos soñadores
y con mujeres de ensueño
cuando cruzaban por el mercado
decíamos -aves de paso
iban a los bailes de los terratenientes
a su alrededor se susurraba -qué joyas
mas cuando las luces de la fiesta se apagaban
la gente quedaba desvalida
los grises periódicos permanecían callados
y sólo el juego del solitario se apiadaba de ellos
tras las ventanas enmudecían las guitarras
y se tornaban pálidos los ojos negros
al atardecer a sus estaciones de origen
los transportaba un samovar con silbato
un par de años más tarde se hablaba
sólo del trío
del que enloqueció
del que se colgó
y de aquella a la que acudían los hombres
los demás vivieron apartados
y poco a poco se convirtieron en ceniza
Esta parábola refiere Mikolaj
quien comprende la perentoriedad de la historia
para asustarme quiero decir para persuadirme
1957
De “Informe desde la ciudad sitiada y otros poemas” (Editorial Hiperión, 1993)
Trad. de Xaverio Ballester
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