4 de mayo de 2010

Luis Jimenez Hernández















ILUMINACIONES


I



Un pedacito de muérdago en la boca,
comes,
despacio, luego ese sabor a hierro.
Pretendes no distraer al polvo
- ¿Tendrá voz?
Masticas despacio y tragas
un poco de sonido quizás.


A gritos por la calleja, salieron,
lo llevaban de la mano a rastras.
Tirado en la esquina
el aire/entre/cortado.
Como el café en casa de Pablo
el agua sucia que sale
de los tanques. Por la boca
arenosa
se coloca
desde arriba el sol.
Los postes,
detrás las sombras que rotan
una luna manchada.
Iluminado el plato desde un espacio a otro,
un pez bajo el vacío.






II



Sobre los vidrios
entre las piedrecitas de la calle
resplandores verdes y ambar
en el charco.

En el basural las moscas zumban,
revienta el cadáver, vuelan agitadas
con el ruido y el calor,
la blancura, vertiginosa
se mezcla con el movimiento
de sus patas, similar al de las damas
que secan los platos en el comedor
de la estación de bombeo.

En la ventana,
el tiempo
cerrado en los bordes.
Se atraviesa el calor
en las barras que retienen
fragmentos de luz.



III


Quietos por encima del hombro
hablan de limpieza.
En la tarde,
ese olor a lluvia y sol;
El techo y colgarse,
en aquella nota de maníes salados.


La sombra del árbol
y una brisa ligera,
los hedores discurren,
el cadáver no sabe que
la hierba nunca será un puente.


Suena la campana del templo,
bajo los álamos
la calma,
pretendes no distraer al polvo.
- ¿Tendrá voz?
Masticas despacio y tragas
un poco de sonido quizás.

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