2 de octubre de 2011

Marianne Moore




















POESÍA

A mí también me desagrada: hay cosas más importantes que esta fruslería.
Leyéndola, eso sí, con el más completo desdén, uno descubre que, después de todo, hay
en ella espacio para lo genuino.
Manos que pueden agarrar, ojos
que pueden dilatarse, pelos que se paran
si es necesario, estas cosas son importantes no porque una
interpretación altisonante puede imponérseles sino porque son
útiles; cuando se vuelven derivadas hasta lo ininteligible,
lo mismo puede decirse de todos nosotros, que
no admiramos lo que
no entendemos: el murciélago,
colgado cabeza abajo a la espera de algo que
comer, elefantes empujando, un caballo salvaje revolcándose, un lobo infatigable bajo un
árbol, el crítico inmutable crispando la piel como un caballo que siente una pulga, el
hincha del fútbol, el estadístico–
tampoco vale
ejercer la discriminación contra los “documentos de negocios y textos escolares”; 
todos estos fenómenos son importantes. Uno debe distinguir,
empero: cuando la empujan hacia la notoriedad los poetastros, el resultado no es poesía,
al menos no hasta que aquellos de entre nosotros que son poetas puedan ser “literalistas de la imaginación” 
–por sobre la insolencia y la trivialidad 
y puedan presentar,
para ser inspeccionados, jardines imaginarios con sapos de verdad en ellos,
la tendremos. Por el momento, si solicitas por una parte
la materia prima de la poesía en
toda su crudeza y
por otra parte lo
genuino, entonces te interesa la poesía.

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