El libro de los sentidos
de: Lina de Feria
Si Caridad Atencio, nacida en 1963, en la Ciudad de la Habana muestra ya una labor fructífera como poeta, ensayista e investigadora, se debe, en el caso de la poesía, a su deseo ardiente por potenciar el flujo, el golpe, el sueño y la obsesión “de ver nacer y morir”, y hacer, el hecho, literatura.
Esto, sobre todo, es parte esencial de su última publicación, El libro de los sentidos, que obtuviera Premio Nacional de la Crítica en este año, y que nos justifica aquello de lo que la autora ha expresado en diversos momentos: “se trata de algo diferente al resto de mi obra”.
Ya en La sucesión, Atencio se permitió el lujo de brindarnos poesía de alta calidad, siendo, este libro, un punto de giro en el desarrollo de su poética. Se puede afirmar que la escritora fue antes y después de La sucesión, porque su pujanza creadora tuvo en ella un cierto término y refinamiento de estilo y un alto procesar de búsquedas.
El libro de los sentidos vuelve a la carga experimental de un entorno, esta vez, familiar, y se diría que fluye lleno de alternancias en las que la autora demuestra su condición de lingüista, provocando continuos sustratos que, sin partidirizarse únicamente por la tendencia narrativa tan explícita su poesía última, aborda la experiencia de la memoria, la introyecta, y luego, sin realizar un “looping” o círculo vertical, nos renueva a través de textos que pueden ser más o menos largos, pero pletóricos de ficción poética.
Verdaderos punzonazos de su especulativa son esas líneas breves en las que se pregunta como ésta: “El sueño perpetúa o crea la relación de la imagen con la historia”. Estamos ante un pensamiento inteligente que no se queda en la duda o el asombro, sino que profundiza, de la manera en que recientemente comentaba el Ministro de Cultura, Abel Prieto, sobre que había que abandonar el “surfismo” literario, y lanzarse a las profundidades en cuestiones de poéticas.
De talla mixta, porque a veces su desenfado parece narración, Caridad Atencio, ha escrito un libro muy bien concebido, lo que ha permitido una factura editorial con fotos sugerentes de su familia, en distintos momentos, y esto funciona como apoyatura general de un libro que se lee bien y se asimila mejor.
Recuerda, Caridad, la carencia de confusiones semánticas de un Lorenzo García Vega, aunque es más integradora.
Siendo más asequible y mesurado El libro de los sentidos es algo que va a subyacer en nuestra psiquis como “experiencia vivida”, y por lo tanto, es testimonio y una especie, también, de homenaje, a todo tipo de momentos transcurridos en su vida que dejaron huellas, por la indiscutible sensibilidad de Atencio, radarizadora de esos aspectos del convivir que, para otros, pasan inadvertidos.
Un uso luminoso de la palabra, que no simple cotidianidad, avala el nuevo estamento escritural alcanzado por ella.
Ya Caridad posee el estilo propio de alguien que, siendo cubana, universaliza nuestro estro idiosincrásico y traslada muy específicamente, en El libro de los sentidos, hábitos y costumbres de perfil isleño, y también formas de comportamiento que nos caracterizan.
También podemos señalar que se ha tratado la temática familiar de un modo “sui generis”, ya que, aunque hay ternura y desasosiego humano en sus ficciones y en su contar, no se trata de una mirada edulcorada, con sentimientos simples, sino que la complejidad personal de la autora, siempre levanta el género de conflictos ocurridos, lo que le da peso dramático a la poética.
Nos alegra mucho, que, en un Premio Nacional de la Crítica, se elija bien, porque Caridad Atencio, entronizada ya en la cultura nuestra contemporánea, no ha dejado de estudiar, en múltiples aristas, lo que es la poesía, su poesía, y como heraldo anunciador nos deja, invariablemente, con el deseo de un próximo libro, al que no podemos, por suerte, predecir, sino solamente esperarlo.
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