Drumont de Andrade
Procura de la poesía
No
hagas versos sobre acontecimientos.
No
hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente
a ella la vida es un sol estático,
no
calienta ni ilumina.
Las
afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No
hagas poesía con el cuerpo,
ese
excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu
gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
No le reveles tus sentimientos,
que
se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo
que piensas o sientes, eso aún no es poesía.
No
cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El
canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No
es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de
espuma.
El
canto no es la naturaleza
ni
los hombres en sociedad.
Para
él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La
poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude
sujeto y objeto.
No
dramatices, no invoques,
no
indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No
te aborrezcas.
Tu
yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras
mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen
en la curva del tiempo, son inservibles.
No
recompongas
tu
sepultada y melancólica infancia.
No
osciles entre el espejo y la
memoria
en disipación.
Que
se disipó, no era poesía.
Que
se partió, cristal no era.
Penetra
sordamente en el reino de las palabras.
Allá
están los poemas que esperan ser escritos.
Están
paralizados, mas no hay desesperación,
hay
calma y frescura en la superficie intacta.
Helos
allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive
con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten
paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.
Espera
que cada uno se realice y consuma
con
su poder de palabra
y
su poder de silencio.
No
fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No
recojas en el suelo el poema que se perdió.
No
adules al poema. Acéptalo
como
él aceptará su forma definitiva y concreta
en
el espacio.
Acércate
y contempla las palabras.
Cada
una
tiene
mil fases secretas sobre la neutra faz
y
te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre
o terrible, que le des:
¿Trajiste
la llave?
Repara:
yermas
de melodía y de concepto,
ellas
se refugian en la noche, las palabras.
Aún
húmedas e impregnadas de sueño
ruedan
en un río difícil y se transforman en desprecio.
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