Cantares de estos tiempos
Joseph Brodsky
El hombre va a las ruinas una y otra vez,
él estuvo aquí ayer y anteayer
y regresará mañana,
las ruinas lo atraen.
Él habla:
Poco a poco,
poco a poco aprenderás tantas cosas, muchas,
aprenderás a elegir en el montón de escombros
un reloj despertador y los lomos quemados de los álbumes,
te acostumbrarás
a llegar por estos lados cada día,
te acostumbrarás a saber que las ruinas existen,
convivirás con este pensamiento.
A veces da la impresión y esto es necesario:
a veces da la impresión que lo aprendiste todo,
y hablas ahora sin esfuerzo
en la calle con un niño desconocido
y lo explicas todo. Esto también es necesario.
El hombre regresa a las ruinas,
cuando desea amar otra vez,
cuando da cuerda a su despertador.
A las personas normales jamás nos pasaría por la cabeza, que uno pueda volver a casa y hallar ruinas donde estaba el hogar: No podemos imaginar que sea posible perder los brazos y las piernas en un accidente del tren o del tranvía: Nos enteramos de todo esto… ¡Gracias a Dios!… a través de penosos rumores, pero es este el porcentaje convenido de infelicidad, esta es la rosa de las desgracias.
El hombre llega a las ruinas otra vez,
por largo tiempo escarba con un palo entre
los mohosos cortinajes y los escombros,
se inclina, se levanta y mira.
Alguien construye las casas, alguien las destruirá, alguien las levantará otra vez, la profusión de ciudades a todos nos infunde optimismo. El hombre de entre las ruinas alzó algo y se quedó contemplando. Seres así no tienen la costumbre de llorar. Inclusive convidados… gracias a Dios, a las casas de sus conocidos, miran las fotos de los álbumes y dicen con reproche: “En los tiempos que corren, no vale la pena guardar fotografías”
Se pueden levantar muchas edificaciones que serán destruidas igualmente y erigirlas de nuevo.
Nada hay más terrible que las ruinas del corazón,
nada hay más sobrecogedor que las ruinas,
sobre las que cae la lluvia y al lado de las que pasan
los automóviles último modelo,
por las que deambulan como fantasmas
personas con el corazón destrozado y niños con boinas,
no hay nada más terrible que las ruinas
que dejan de parecer una metáfora
y son lo que alguna vez fueron:
la casa.
1961
Traducción Rubén Darío Flórez Arcila
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