Susan Howe
De La pasión del exilio
Todo lo que de algún modo es
pensable, dijiste, puede ser objeto de meditación. Cuando pregunté si te
referías a la guerra nuclear, la ingeniería genética o al matrimonio, te
apresuraste a cerrar la ventana. Yo te había visto, en el parque, sacar una cáscara
de banana de la sandalia de la estatua de Constance Witherby y recitar con
gestos ampulosos: ¿un poema? ¿una oración fúnebre? Mi formación musical no me
permitía leer esa partitura, no con el viento soplando en tu pelo contra la
llegada del invierno, aunque si las golondrinas hubieran dejado de sobrevolar
en círculos en el sólido azul, me habría faltado el aliento. Punzante olor de
mar, de peces acunándose en oleajes. Y nubes ya. Tú dijiste que sería distinto
si fuésemos capaces de habitar afuera de la lógica. Supe que querías decir:
descalzos.
Traducción de María
Negroni.
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