15 de enero de 2008

Guillermo Cabrera Infante














Nació en Gibara, Cuba, el 22 de abril de 1929 - murió en Londres, Gran Bretaña, el 21 de febrero de 2005. Escritor y guionista cubano, posteriormente naturalizado británico.







Fuente Revista Arquitrave

Por: Haroldo Alvarado Tenorio




En los últimos días de febrero, visitó Bogotá Guillermo Cabrera Infante, el conocido autor de Tres Tristes Tigres, novela considerada el paradigma de la nueva narrativa latinoamericana. Recientemente apareció la que es, hoy por hoy distinguida por la crítica unánime como su obra maestra: La Habana para un infante difunto.
La Habana como la llamaremos de ahora en adelante, cuenta la vida erótica de un adolescente, y luego de un hombre joven, en La Habana de los años cuarenta y cincuenta. Es, por tanto, una Habana difunta, la de los recuerdos de Cabrera infante, difunto muchacho de un reino que ya había inmortalizado en su obra anterior. De esa obra y mucho más de la reciente, conversó G.C.I. con el autor de esta entrevista, concedida excepcionalmente, ya que el prestigioso autor cubano, que vive ahora en Londres, no responde sobre estos temas sino por escrito.

¿Qué relación hay, en su obra, entre experiencia y literatura?

En realidad es una pregunta compleja. Me gusta que me hable de experiencia y no de experimento que es una palabra que yo detesto con respecto a la literatura. Yo trabajo poco con experiencias, para mí ese cliché de la agonía de la página en blanco no existe, porque yo fundamentalmente con lo que voy cubriendo la página es con recuerdos, todos esos recuerdos han sido facilitados por la memoria, y la memoria, como usted sabe, es una traductora y a veces una intérprete, intérprete en el sentido de interpretar un lenguaje en otro, una intérprete muy fiel. Yo acepto que es un inconveniente, pero eso me garantiza que tenga una base primera, un fundamento sobre el cual trabajar más tarde. Entonces en realidad la experiencia o las experiencias están siempre limitadas por arbitrio del recuerdo, pero, finalmente, yo no voy en busca del tiempo perdido sino del espacio a encontrar, que es el espacio lingüístico, que es a veces oral o simulacro de oralidad como ocurre en T.T.T. o es un espacio dado como en La Habana.
Con La Habana yo tenía un primer borrador que era mucho más lineal que el libro actual, pero que estaba atiborrado de datos, tanto es así que en la versión final, aunque yo soy un escritor que tiende a añadir más que a quitar, en la versión final, en el borrador final, limé ciento veinte páginas del libro. Entonces este primer borrador a mí me servía como un andamiaje para construir mi edificio de palabras, en este caso una ciudad de palabras, y al hablar de ciudad le puedo hablar no solamente de topografía, la referencia al terreno, sino de topología en el sentido que tiene esta ciencia moderna que entre otras cosas se dedica al estudio de los nudos, es una ciencia que a mí me interesa mucho, aunque yo soy poco científico, me interesa porque se interesa por fenómenos que en otro tiempo y aún hoy, a otros científicos, parecen meros juegos.


Leyendo en La Habana para un infante difunto, las primeras ciento y pico de páginas se percibe un tono autobiográfico que desaparece después …


Bueno, en realidad estas ciento y tantas páginas de La Habana juegan el papel del maestro de ceremonias en T.T.T., eso es exactamente un prólogo, una presentación, que es algo más difícil de describir pero que parece una verdadera metamorfosis, hay una localización suya en un tiempo histórico-humano, hay una presentación de un local absolutamente extraordinario y desconocido para el narrador, como es el solar habanero. Ese extraordinario falansterio. Ese descubrimiento de La Habana primero que nada que él realiza en esas ciento veinte páginas, está el descubrimiento del lenguaje de La Habana que él tiene que aprender como si estuviera en tierra extranjera y está, además, muy importante, el descubrimiento del sexo.


Después de publicar La Habana, de haberla escrito y decidido publicarla ¿cómo ve usted , cómo leería T.T.T.? ¿cómo la arqueología de La Habana para un infante difunto?


No, es un libro. T.T.T. es un libro que siempre pretende o quiere dar a entender que pretende una aspiración constante de oralidad. Si se da un estudio bastante minucioso del texto, se demostraría que esto es falso porque el texto se presenta en ocasiones como eminentemente escrito, esta oralidad es falsa, esta exaltación de un dialecto es inútil porque en realidad todo es una gran construcción verbal, se puede decir que nadie hablaba así en la Habana. Es el autor el que está haciendo ver que la gente hablaba así. Esa es una lectura posible de T.T.T. Veo el libro no como algunos que pretendían era el comienzo de algo, sino como el fin de mi relación con las posibilidades de la escritura dialéctica, y en ese sentido quiero decir de dialéctico. Además hay una constante preocupación por una organización musical del texto, bien sea porque uno de los protagonistas del libro es un músico, otra porque uno de los grandes manes del libro es una cantante, siempre la música popular está presente en el libro y su exaltación es extraordinaria, cosa que no ocurre en La Habana.


¿Qué relación ha tenido con Conrad, Nabokov y Borges?


Yo soy un gran admirador de Conrad por lo que diviso fue una hazaña literaria. Conrad era un hombre de una enorme valentía personal y es curioso que estos tres escritores mencionados son escritores de un gran coraje tanto personal como intelectual. Conrad lo que hizo fue, después de hacerse embarcado en muchas aventuras físicas, se embarcó en una última aventura, que es la aventura del lenguaje, cómo él llegó a conquistar el idioma inglés, que es un idioma desordenado, caótico, con más excepciones que reglas. Yo nunca me lo explicaré, porque además él comenzó muy tarde, él no tenía una base inglesa, de haber aprendido inglés cuando niño como Nabokov, y Conrad lo hizo admirablemente. Su inglés no es que sea impecable, es un inglés creador, a mi no me interesa si él comete faltas o si hay frases que no son gramaticalmente correctas, eso es lo de menos, Faulkner está lleno de incorrecciones gramaticales, eso no interesa para nada a la literatura, la gramática es una cosa, la literaura es otra. Pero no puedo decir que Conrad haya tenido en mí una influencia porque mayormente la de Conrad es una literatura de aventuras y hacia el final de su vida es una especie de literatura introspectiva que va a recordar algo que él rechazaba profundamente: el alma eslava. El decía con toda razón que no era ortodoxo, que era un polaco y que era católico en vez de ortodoxo, pero sin duda está presente, bajo los ojos de Occidente es una novelística eslava, y a mí francamente este tipo de novela no me interesa para nada.
Otra cosa que yo hecho de ver mucho en Conrad es su sentido del humor, no tiene ninguno, no existe para él, se toma terriblemente en serio. Por el contrario, Borges y Nabokov son escritores, sobre todo el último para quienes el humor es primordial y más que nada esencial. El humor de Borges es más sutil, más difícil de apreciar cuando él esta hablando en serio de cuando está hablando en broma, y aún sus pretensiones metafísicas son en últimas una broma. El mismo cuento El Aleph es todo una gran broma y no hablemos de Borges cuando escribe los cuentos policíacos junto con Bioy, los cuentos o problemas de Parodi, el hecho mismo de escoger el nombre Parodi para el personaje principal indica sus intenciones paródicas. Yo mediría las influencias de Borges en mí en unas cosas muy voluntarias. Además de préstamos de ciertas fórmulas borgianas, por ejemplo, entre a hacer esa distinción entre el uno y el mucho y que finalmente se prueba indistinguible como en cantaron varios pájaros al alba o tal vez cantó uno muchas veces, eso es una construcción que yo aprendí de Borges, igualmente de Nabokov, pero por ejemplo yo me doy cuenta de que cualquiera de los dos se horrorizaría ante la lectura de mis textos, le espantaría la buscada vulgaridad.


Borges me dijo que él era indigno de Conrad …


Borges siempre tiene esas actitudes de modestia, que bien examinada se muestran como falsa modestia. Yo estoy seguro de que él íntimamente no se encuentra indigno de ningún escritor del siglo XX, él podrá encontrarse indigno de Shakespeare porque todos nos encontramos indignos de él, pero no estoy seguro de que se encuentre indigno, por ejemplo, de Nabokov, a quien yo tiendo a considerar como mejor escritor que Conrad. Sí hay una conciencia, es decir, en Conrad había una conquista del lenguaje, en Nabokov hay una conciencia del lenguaje, hay un uso de la parodia, un uso de ciertos recursos retóricos tomados como un gran grano de sal. Pero a mí realmente lo que sí me interesa es Conrad, es su gran triunfo en el aspecto literario, cómo él logró imponerse en una sociedad absolutamente extraña, y una sociedad que en esa época era muy realmente enemiga de los extranjeros.
La prueba de esto es que Eliot escribió un artículo sobre Conrad, Eliot, un americano que se anglicanizó voluntariamente de una manera decisiva, fue a ver a Conrad y se sorprendió de que él tuviera un acento polaco muy fuerte, al extremo de que él no podía entender casi lo que Conrad decía, y no olvide que Eliot se había convertido en un inglés absoluto, no se podía distinguir su ascendencia americana. Lo mejor de la visita de Eliot a Conrad es esa anécdota que le repito


¿Qué relación hay entre Rayuela y T.T.T.? Alguien me dijo que Cortazar conocía y utilizó para esa novela su libro Un oficio del siglo XX, del cual también surge T.T.T.


Bueno, yo no tengo evidencias de eso, yo no puedo acusarlo de semejante uso. Lo único que tengo es el conocimiento de Cortazar no como escritor, yo conocí a Cortazar en el año sesenta y dos porque amigos habaneros lo habían conocido en Cuba e insistían en que yo lo conociera … y cuando lo conocí él no había publicado Rayuela entonces yo si le lleve un ejemplar de Un oficio del siglo XX y a él le gustó bastante y me dijo: ¡ah, que bien estas colecciones! Y me mencionó dos o tres autores que han hecho semejantes sacos para meterlo todo, pero yo creo que en ese tiempo ya Rayuela estaba en la imprenta o por lo menos terminada.

Yo no creo en su afirmación de que no haya leído Paradiso.

Le puedo confesar que yo leí exactamente diez páginas de Paradiso y la encontré absolutamente impenetrable. Sin embargo yo soy un gran lector de la poesia de Lezama y ésta aparece citada muchas veces en La Habana, versos enteros. Recientemente he escrito un largo ensayo sobre Lezama Lima y Virgilio Piñera, una biografía a dúo, se titula Vidas para leerlas …


¿Cuál es su relación con los clásicos griegos y los romanos?


En el bachillerato yo era un buen estudiante pero en realidad un pésimo oyente de clases, yo me leía el texto un poco antes de entrar al examen y como la mayor parte de los estudiantes lo regurgitaba todo en la mañana del examen. Pero un día estaba en una clase de literatura clásica con un profesor que era un hombre extremadamente afectado y hasta distante, un poco amanerado al hablar, y empezó a hablar de Ulises y llegó a la parte en que Ulises regresa a Itaca y de como sólo es reconocido por su perro, Argos, quién al reconocerlo muere. Entonces yo tenía un perro, yo era un gran amante de los perros y a mí me conmovió profundamente este relato y fue para mí un verdadero cambio de vida. Ahí fue donde yo empecé a interesarme por la literatura. Fui a la biblioteca y pedí La Odisea, me la leí completa, me leí también La Iliada que me pareció, contra muchas opiniones contrarias un libro inferior a La Odisea, es decir a mí no me interesaba nada Aquiles, me parece un personaje repulsivo, lleno de ira, un ejemplo de héroe negativo. Pero Ulises me pareció un héroe extraordinario, me gustó mucho su astucia y su relación con dos o tres mujeres del libro, concretamente con Naussica y con Circe y menos interesante con Penélope, porque Penélope representa la vida doméstica, y allí empecé a leer.


¿Cuál sería la relación entre Tristan e Isolda, Trópico de cáncer y La Habanera para un infante difunto?


Yo no puedo hablar de Trópico de cáncer porque nunca lo he leído. Pero es interesante que señale lo de Tristan e Isolda, porque es una leyenda que me interesa profundamente. Yo me he leído casi todo lo que hay sobre Tristan e Isolda, inclusive me compré antes de venirme para acá un libro que no he terminado de leer. He viajado a los sitios donde supuestamente se desarrolla la leyenda, donde todavía se conservan los nombres celtas de la época donde se supone ocurrió. Para mí es una de las grandes invenciones literarias y míticas de Occidente, además hay citas textuales en La Habana de Tristan e Isolda.

Tampoco Durell …

Yo nunca había leído el Cuarteto de Alejandría, entonces cuando terminé La Habana tuve la curiosidad de saber exactamente que había hecho él con respecto a Alejandría …


Terminemos entonces hablando de Kafavis …


Para mí Kafavis es hasta ahora, y faltan todavía veinte años, el más grande poeta del siglo. Sin nada de todas esas citas de Eliot, a escondidas o después, hechas explícitas al final, nada de toda esa serie de trucos malos de Ezra Pound, y así podíamos seguir revisando poetas más o menos importantes que en realidad no lo son, lo son simplemente porque los ha impuesto la cultura anglosajona, pero no porque sean realmente poetas importantes. Además yo te diría a ti que yo detecto un gran tufo de fraude de Ezra Pound, y Kavafis, por ejemplo, es un poeta que yo me imagino que será un poeta aún más extraordinario en griego, pero es un poeta que vence las traducciones, yo he leído en inglés, lo he leído en español -déjame decirte que hay una traducción lamentablemente no continuada, del escritor catalán Joan Ferrate al español que es mucho mejor inclusive que la traducción de la señorita Dalven al inglés y que incluso Kavafis alcanzó a aprobar personalmente-. Entonces hay una especie de abismo que se salva por el puente de la poesía entre Kavafis y la mayor parte de los lectores que es su homosexualidad, la condición verdaderamente declarada de homosexual del autor es decir, no hay nada de los disfraces de otros escritores. Yo quisiera, ojalá que hubiera una verdadera influencia de Kavafis en La Habana para un infante difunto, porque ése si que yo creo es el poeta de Alejandría y que Durell es el falso cronista de Alejandría.

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