Henri Michaux
Namur, Bélgica, 24 de mayo de 1899-París, 18 de octubre de 1984) fue un poeta y pintor de origen belga, nacionalizado francés.
Marcada por la cesura de un mal profundo, una melodía, que es melodía igual que un viejo galgo tuerto y reumático sigue siendo un galgo, una melodía surgida tal vez del drama del microseísmo de un minuto fallido durante una tarde difícil, una melodía deshecha, que se derrumba sin cesar derrotada Sin elevarse, una melodía, pero empecinada también en no ceder del todo, como el mangle que empujado por las aguas es retenido por sus raíces obstinadas sin llegar a hacer el pavo real, una melodía, una melodía para mí solo, a mí confiada, lisiada para que yo me reconozca en ella, hermana en la incertidumbre Indefinidamente repetida, que cansaría al oído más complaciente, una melodía para canturrear entre nosotros, ella y yo, que me liberaría de mi verdadera balbuciente palabra, aún jamás dicha, una melodía pobre, pobre como la que necesitaría el mendigo para expresar sin palabras su miseria y toda la miseria en torno a él y todo lo que responde miseria a su miseria, sin escucharlo como una llamada al suicidio, como un suicidio iniciado, como una vuelta siempre al único recurso: el suicidio, una melodía, una melodía para ganar tiempo, para fascinar a la serpiente, mientras que la frente incansada sigue buscando, en vano, su oriente.
Una melodía...
...
NOSOTROS
En nuestra vida, nada fue recto.
Recto como para nosotros.
En nuestra vida, nada se consumó hasta el fondo.
Hasta el fondo como para nosotros.
El triunfo, el perfeccionamiento,
No, no son para nosotros.
Pero tomar el vacío entre las manos,
Cazar la liebre, encontrar al oso.
Golpear valientemente al oso, tocar al rinoceronte.
Ser despojado de todo, haciendo transpirar nuestro propio corazón.
Arrojado al desierto, obligado a reunir su ganado,
un hueso por aquí, un diente por allá, a lo lejos un cuerno.
Eso es para nosotros.
Y decir que las siete vacas gordas nacen en este momento.
Nacen, pero nosotros no las ordeñaremos.
Los cuatro caballos alados acaban de nacer.
Han nacido, sólo sueñan con volar.
Nos da pena retenerlos. Llegarán casi hasta las estrellas esos animales.
Pero no nos transportarán a nosotros.
Para nosotros los caminos de topo, de alacrán.
Además, hemos llegado a las puertas de la Ciudad,
De la Ciudad-importante.
Estamos ahí, no hay dudas. Es ella. Es ella de verdad.
Todo lo que sufrimos para llegar... y para partir.
Desatarse con lentitud, fraudulentamente, los brazos en la espalda...
Pero no somos nosotros los que entraremos.
Son jóvenes qué-me-miras todos verdes, muy altivos quienes entrarán.
Pero nosotros no entraremos.
Tampoco iremos más allá. ¡Stop! No más allá.
Entrar, cantar, triunfar, no, no, no es para nosotros.
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