Miguel Anxo Fernán-Vello
Nacido en Cospeito (Lugo) hace cincuenta años. Es uno de los autores imprescindibles de la Generación Poética de los Ochenta. Entre los reconocimientos que le han sido concedidos en este género están: el Premio "Celso Emilio Ferreiro" (1983), el Premio “Esquío” (1984), el Premio de la Crítica Española (1985 y 2005), el Premio "Xacobeo" (1992), el Premio “Martín Códax” (1996) y el Premio "Irmandade do Libro" que le otorgó la Federación de Libreros de Galicia por Territorio da desaparición (Ed. Galaxia, 2004). Biógrafo y dramaturgo, Fernán-Vello fundó en 1991 Espiral Maior, prestigiosa editorial que dirige actualmente.
Traducción y nota introductoria de: Rafael Álvarez R.
“Poetas expulsados de la ciudad”
¿A dónde ir ahora, qué dirección tomar?
El túnel de salida o el atajo,
llevando en el pecho un círculo helado y una flor de ceniza.
¿Por qué tenemos que irnos de aquí, quién nos expulsa?
¿Quién nos obliga a dejar la ciudad?
En vez de rebelarnos y no obedecer,
en vez de estar firmes y alzar la voz,
decidimos huir, porque algo nos persigue.
El mecanismo oscuro de la amenaza,
el perfil grave que siempre nos condena,
las altas instrucciones que deciden el latido diario,
los que vigilan en la raíz del poema el pensamiento.
Y nosotros huimos llevando en la mano una pequeña brasa
como si fuese un verso,
la luz de la última estrella, un antiguo deseo
que ahora nos alarma.
El tiempo fue fraguando esta áspera suerte,
hubo reuniones secretas y un parecer unánime:
¡que se vayan, que emigren!,
los ciudadanos rechazan la voz perturbadora del inútil,
la música sin sentido, los ridículos signos
que resuenan obsoletos, puro ruido inservible.
Y la decisión fue rápida. Se ejecutó la orden.
Nosotros ya intuíamos algo.
Pero ahora que arde en nuestro asombro intacta,
como un súbito relámpago en la memoria, la belleza perdida;
ahora que dejamos las últimas calles de esta ciudad
extraña,
sabemos para siempre que este es nuestro destino:
nuestra residencia es la palabra en el tiempo,
la construcción más pura,
el perfecto retorno,
y la ciudad naufraga en su denso futuro
de laberinto, estruendo, inmediato crepúsculo
y su polvareda oscura cuando ya estamos lejos,
más allá, en otra noche, atravesando el mundo,
expulsados y libres, ciudadanos
de la poesía.
***
“Perspectiva y certeza”
Estamos aquí, sentados, contemplando una plaza
vacía,
porque nadie la cruza ahora, nadie pasa
cuando nuestra mirada se extiende admirando
esta hora desierta.
Sólo el silencio es presencia, su perfil tan denso
ocupando el espacio,
su clamor abstracto rozando la nitidez.
Y nosotros aquí, sentados, casi ausentes de todo,
en la plaza solitaria, en el centro de la extrañeza,
en este ámbito físico que es pura geometría del tiempo.
¿Por qué nadie acude a esta claridad,
a esta paz construida entre la piedra y el cielo?
¿Dónde están los turistas, visitantes, asiduos,
los vecinos de siempre, algún niño del barrio
con su bicicleta, palomas a revoletear?
Porque resulta rara esta desnudez sonámbula,
este pozo de ausencia, esta desolación,
la perspectiva triste que comienza a inquietar
como una lejanía, como un sueño imposible.
Y nosotros seguimos aquí, sentados, contemplando
la misteriosa vibración de la nada,
el vaciado ser de la soledad,
el enigma de esta plaza desierta:
la única certeza que existe.
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