22 de enero de 2010

Respirar, vibrar, entretejer…





















Por: Caridad Atencio



Si me preguntaran el rasgo esencial de la poesía de Georgina Herrera diría que es el sentimiento desgarrado en la inspiración clara y profunda. Su poesía nos recuerda que “la vida no es más que el cumplimiento de una pena”, como bien ha afirmado Thomas Bernhard, así, aunque en ella la expresión es diáfana pero punzante, se reconoce la solemne o soberana prestancia del dolor. Nos hallamos ante una poética tenazmente sacudida por la remembranza, que parece extraer su sabiduría raigal de la vida, tal como todas debieran ser, pero que da la impresión de nacer sin esfuerzo y sin pensados artificios literarios. Con tales fundamentos, conformados por los universos que recorren sus anteriores libros, y sin desconocer el poder de la intuición en su escritura, nos asomamos a este, titulado Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones, donde también edificar con la emoción – convertida en infinita ternura si se trata de sus seres – opera como un modo de acercarse a lo poético, que no es otra cosa que “la persistencia de la naturaleza emocional unida a una suerte de control peculiar.”
Nos llama la atención el hecho de que el libro se nombre Gatos y liebres y no gatos por liebres, como ese inveterado refrán, pues se cuecen aquí juntos el engaño, y la verdad que alguien se autoimpone construir sobre aquel, léase la conciliación “de la poesía con la realidad y lo fantástico”, “de la humildad con su fuerza y su grandeza, y la opulencia con la humildad que lleva dentro y a la que teme”. Curiosamente casi todos sus libros atesoran en el título la inicial de su nombre, como testigo de su paso por las cosas, los sucesos, la vida, un signo de su nombre que cambia y se contamina de todo lo que signifique experiencia y necesario desgarramiento: GH (1962), Gentes y Cosas (1974), Granos de sol y luna (1977), Grande es el tiempo (1989), Gustadas sensaciones (1996), Gritos (2004) y ahora este que comentamos. En él las palabras avanzan hacia el cetro donde encuadran sencillez y emoción. En sus mejores poemas llega a vibrar la vida que se vuelve conceptos naturales, comunes, salidos de la boca de tu madre, sagrados, bendecidos de eternidad, la vida que la explica un gesto instintivo de la infancia, que hechiza, ya para siempre, el resto de nuestros pensamientos y nuestros actos. Hay un azar culpable en la existencia del poeta. Georgina lo reconoce y se entrega, se deja poseer con un intento tácito, un saberse elegida para el dolor supremo y la emoción desgarrada. El goce entra en el dolor y se desprende de él, así se verifican los eslabones de su existir. Es el dolor, que tiene como fruto al verso, y es como el alivio y explicación de aquel. Los claros opuestos de la materialidad y el sentimiento vuelven a ser descritos, recreados, pero con la autenticidad que otorga la experiencia, la desolación, la amargura vivida. Estos motivos se vuelven vibración en su escritura, no así los cantos a África y a los orishas, que en muchas ocasiones parecen impostados. La poeta desciende y asciende sobre el poema con una idea abierta, recta casi, no hay anhelos de novedad en la forma y se disculpa ciertos prosaísmos, más interesada en transmitir la agonía o el éxtasis de oscuras experiencias. Por eso nos preguntamos: ¿Puede el desborde emotivo, el raigal desborde emotivo ser el centro dimanador de sus poemas? Sospechamos que sí. El abrazo de la emoción y el giro espontáneo conducen a la efectividad poética. El sello de su poesía es la espontaneidad y una emoción intensa, contenida, que se desgarra cuando va a entregarse, y hace que palidezca lo elemental de un argumento o que busca inevitable motivo en las imágenes de la naturaleza. Pese a lo cual en sus libros muchas veces pueden encontrarse momentos culminantes en los que hace uso perceptible y literal de la metáfora. El poemario se conforma tomando como base para muchos poemas atributos alegóricos de la mujer, ya sea un personaje histórico o literario, o el emblema de dicha condición, y por qué no, atributos alegóricos del paso del tiempo. Son textos donde se nos habla de la fugacidad del tiempo y las estelas desgarradas de lo femenino, y debe ser la mujer, en sus viajes de fuga con el hombre, dueña de una estrategia donde muchas veces el sentimiento se destierra o tiene que ocultarse, pues tiende a ser un estorbo. Los asuntos se han complicado tanto, la posición, el sitio de la mujer es tan sutil, que ella misma teje y destruye su dolor, si, como bien dice la poeta, debe ser ”astuta más que afortunada”. Véanse en este sentido sus poemas “Carta inconclusa a Scheherazade” y “No va a acabarse nunca tu tejido”.
En un abanico de asuntos asoman en el libro el sello que se abre en la pasión; la obsesión como una alegoría; la curiosidad insaciable del poeta, la felicidad que es como la fiereza y se la contempla con miedo, como una posesión que solo admite un mudo estado contemplativo, una introspección; la conciencia de la naturaleza social distinta con que se asoma al mundo una familia negra; lo real que no puede explicarse , y se le construye dando rienda suelta a lo onírico, o el sueño que se vive despierto, y elucubraciones que enlazan y recrean los desengaños de la vida. Lo que la realidad no explica lo fundamenta el sueño. Algunas veces la razón y la imaginación fluyen juntas y penetran en inocentes o curiosos motivos. Dicha enumeración de temas no es gratuita pues nos demuestra que la poesía de nuestra reseñada “no es trivial: los temas que trata son vitales y permanentes para el hombre” En ellos ponemos de relieve la presencia de la angustia, que aquí es hermosa porque aparece acompañada por la energía que sabe dominarla, como supo ver Kierkegaard. Cuando la poeta abraza la emoción inevitablemente se desnuda, porque es ella y no acude a nadie, transmitiendo lo irrepetible de su respiración, vibrar o entretejer de su pensamiento. El motivo es ella, y como tal, se desdobla y multiplica muchas veces auténtico, sin necesitar de una deidad o un referente literario, a los que a veces se les canta desde afuera. Ese es el universo que se le entrega: el del “amor, mandando, recibiendo códigos para mi sola “, como le ocurre a la mayoría de los poetas, códigos enviados por la emoción que es una organizadora de la forma.





Georgina Herrera. Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones, Ediciones Unión, La Habana, 2009.
Ezra Pound. El artista serio y otros ensayos literarios. UNAM, Selección, traducción y prólogo Federico Patán, 2001,México, p. 48
Georgina Herrera. Ob. Cit, “A manera de prólogo”, p. 5.
Véanse los poemas “”Los Gatos” (Gentes y cosas), “El flamboyán” (Grande es el tiempo), Cedro mío” (G H), “El tigre y yo durmiendo juntos, “Carta astral a una mariposa” y “El ciego” (Gatos y liebres…).
Reinaldo Felipe y Ana María Simo. “Notas para un prólogo” en Novísima Poesía Cubana, Ediciones El Puente, La Habana, 1962.
Verso del poema “Segunda vez ente el espejo”
Consúltese el ensayo de Pound “En cuanto al imaginismo” publicado en el libro que aquí se cita, p. 59.

2 comentarios:

Amalia Cordero dijo...

Muy buena reseña sobre la vida y obra de Georgina Herrera. La conocí a través de la Antología poética titulada La generación de los años 50. Admiré la poesía sencilla y limpia que escribe sobre temas diversos quw noa tocan a todos. Felicitaciones a ella y a Caridad Atencio por la publicación.

Yannis Lobaina dijo...

La poesía de Georgina Herrera, es magistral. Gracias, querida amiga y excelente poeta Caridad, por tan buen artículo.
Desde mi otra orilla Toronto,
Las abrazo,
Yannis