27 de junio de 2010

Osip Mandelstam I












En las terribles alturas, un fuego fatuo:
¿acaso un astro así refulge?
Astro transparente, fuego fatuo,
tu hermano, Petropol, muere.

En las terribles alturas arden los sueños terrestres,
un astro verde refulge.
Oh, si eres un astro, hermano del agua y del cielo,
tu hermano, Petropol, muere.

Una monstruosa nave en las terribles alturas
navega veloz, alada.
Astro verde, en bella miseria
tu hermano, Petropol, muere.

La primavera transparente sobre el negro Neva
se quebró. La cera de inmortalidad se consume.
Oh, si eres un astro, Petropol, mi ciudad,
tu hermano, Petropol, muere.


1918




Regresé a mi ciudad, conocida hasta las lágrimas,
hasta las venas, hasta las inflamadas glándulas de la infancia.

Regesaste aquí, pues traga, deprisa,
el aceite de hígado de bacalao de las farolas fluviales de Leningrado.

Reconoce, deprisa, el día de diciembre,
en el que una siniestra brea se añadió a la yema.

Petersburgo, aún no deseo morir:
tú tienes los números de mis teléfonos.

Petersburgo, aún tengo direcciones
en las que hallaré las voces de los cadáveres.

Vivo en la escalera de servicio, y en la sien
me golpea el tiembre que arrancaron de un tirón,

toda la noche aguardo en vela la visita de seres queridos,
que haga rechinar el herraje de la cerradura de la puerta.


Diciembre de 1930



Trad. Jesús García Gabaldón
(tomado de Tristia y otros poemas, Ediciones Igitur, 1998)

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