1 de octubre de 2011

Wilson Bueno
























Mar paraguayo (fragmento)


Yo soy la marafona del balneario. A cá, en Guaratuba, vivo de suerte. Ah, mi felicidad es un cristal ante el sol, adivinadora esfera cargada por el futuro como una bomba que se va a explodir en los uranios del dia. Mi mar. La mero Merde la vie que yo llevo en las costas como una señora digna cerca de ser executada en la guillotina. O, há Dios ... Sin, há Dios e mis dias. Que hacer?
Hoy me vejo adelante de su olhar de muerto, esto hombre que me hace dançar castanholas en la cama, que me hace sofrir, que me hace, que me há construído de dolor y sangre, la sangre que vertia mi vida amarga. Desde sus ombros, mi destino igual quel hecho de uno punhai en la clave derecha del corazón.
Ahora, en neste momento, yo no se que hablar com su cara dura, rojos los olhos soterrados, estos que eram mis ojos.
No, no lo mate porque su vida se entranhava en la mia. No, fue la suerte, ya lo disse. Mi suerte advinadora de la esfera, bólide y cristal: antes de todo yo já lo via más muerto que la muerte.
Nasci al fondo del fondo del fondo de mi país - esta hacienda guarani, guarania e soledad. La primera vez que me acerque del mar, o que havia era solo el mirar en el ver - carregado de olas y de azules. Además, trazia dentro en mim toda una outra canción -trancada en el ascensor, desespero, suicidados desesperos y la agrura.
No tuve miedo del gran abisrno de água e espuma.
Lo mire duramente aún que todo en mi era apenas una alegría de niña en el sol, yo que a este tiempo ya volvia, con terror e manchas blancas por los pelos, já volvia ya el Cabo de la Buena Esperanza.
Mi cuerpo que engordo por non salir de esta sala oscura ande traço el destino, melhor el dele, o deste hombre que mis manos acabaran de assessinar suavemente - con una disposición de cisne y sabre. Ó era el que acabava de morir?
Fue simples: solamente lo tome desprevenido e con una, una sola distracción y el malo que era ser su atendente y obrigatória esclava, lo jogue al sofá con terror y susto - estranhamente mudo y en abrupta soledad. Ninguna gota de sangre para me poner en apuros, no, ninguna.
Prossigo el arte de la sortista, casa térrea con mangueiras en el jardin e sombreros por los quintales, sin hablar del sol, del rude sol mañanas, tardes y noches - el espantoso verano de Guaratuba quando se é diciembre e el mundo se pone de barracas y chicos por las playas coloridas pela tarde - esta pequenha gran artista de las tintas del cielo.
A la noche tengo mi trabajo: no que me enamore, no, non es esto, lo que digo es todo um labirinto de aran has que van teciendo en las quinas de la casa, mientras me perca frente al televisor assistindo a la novela de Sonia Braga - sus ancas que me ponen en arrepios toda la vez que aparecen en el video como se fuera la derradera disposición de una vida, mi vida, la vida - de viés.
Yo se que muerto está, que muelto el viejo viverá para siempre acorrentado a mi pecho, lo nodoso recuerdo de su língua sutil a explotar-me con gusto, gozo y orgasmo.
Yo, a cada vez, sonaba más y más con Braga, esta Sonia de mi vida marafa, aquellos profundos negros ver-se¡ ver. Ah, aqui en el balneário de Guaratuba ninguno que hable, nadie, ninguém¡ mi idioma que no sea el demmado silencio de las siestas calcinadas por el estio, con cigarras agonicas de cantar e pajaritos en las copas del flamboyant todo de risa con el verano, su risa de rubra florada¡ cerca de lo ibisco que me dije que já es tarde, que já es mucho tarde para morir.
Que idéia, que idéia la mia - já me esquecia, toda olvidada, de la única companhia que me hace decir, sin error: esto es concreto como el ibisco: mi perro, mi tiquito perro que atende por el ruído de Brínks e es tan pequetito, tan juguete-de-pelos, tan colita acima como se fuera una coma móbile y bifurcada.
Ahora es el drama. Añareta. Añaretameguá.
Desde que es hecho estos climas de humo y ansienedad de la alma, de quien el hecho de viver así, pm entre copas y espinos, garras y los huevos tan hechos - como es hecho casi nascer - de los escmpiones que ya salen para esto mundo con su rude ferrón? Do que hablo, tan en circunloquios es del cabaré. Observo: acá uno se llega para supuesta alegria, a lá o a cá la siempre inalcanzable felicidad, e se pone de risas contra las chicas, levanta-Ihes las saias, mete los dedos en la cava de sus corpetes oferecidos. Nadie vive sin humildad. Ñemomirí'há. Ñemomirí'. En mi idioma nativo las cosas san más cortas y se agregan con surda fe-rocidad. Ñemomirí'. Ñemomirí'há.
Quando adentro a estos quadrantes del mistério manífico de existir, de que exista el pútrido, el sórdido, el luxuriante, quando me flagro asi, casi suprema, tornase unas quantas cosas dentro, cerca, de nuevo, del infierno. El existe - sobrado de incendio y chama, lámpara en el fondo de nuestros ollas quemados.
Añaretameguá.
Tengo medo, tengo mucho miedo do que se puede, más adelante, O daqui há pouco, acontecer. Puede que sea el milagro, puede que sea el abismo. Paraí'pí'eté es el abismo todo en el mar.


La verdade es que nunca no lo se, e esto me pone perdidamente medrosa, sin coragem siquiera para salir en la calle e passear mis leves vestidos longos, los colares, los braceletes y las madreperolas del brinco de orelha. Y el medo es una cosa viscosa que viene de dentro - devagar, pastando sus patas-de-pelos, llegando, sutil, para te pegar, após em panico, para te pegar -definitivamente- por las cardas del corazón. Hay quien, en nestos momentos, costumbre matar-se. Añareta que se mueve. No há Dios? 



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