31 de enero de 2012

Elizabeth Bishop















GASOLINERA


¡Ah, pero es sucia!
—esta pequeña gasolinera,
empapada de aceite, rezumando
aceite, de una negrura
traslúcida, perturbadora.
Cuidado con ese fósforo.

El padre con un overol
sucio empapado de aceite
que lo corta bajo los brazos,
y varios hijos malcriados
y grasientos le ayudan
(es una gasolinera familiar)
todos ellos sucísimos.

¿Vivirán en la gasolinera?
Hay un porche de cemento
detrás de las bombas
y en él un juego de mimbre
roto, impregnado de grasa
en el sofá de mimbre
un perro sucio, muy sabroso.

Unas tiras cómicas dan
la única nota de color
—de cierto color. Puestas
sobre una carpeta oscura
que cubre un taburete
(parte del juego), junto
a una gran begonia hirsuta.

¿Por qué la extraña planta?
¿Por qué el taburete?
¿Por qué, ah por qué, la carpeta?
(Bordada con puntadas
formando margaritas, creo
y gruesa por el gris crochet.)

Alguien bordó la carpeta.
Alguien riega la planta,
o la engrasa, tal vez. Alguien
arregla las filas de latas
de modo que dicen suavemente:
ESSO-SO-SO-SO
a los estridentes automóviles.
Alguien nos ama a todos. 


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