3 de mayo de 2014

Arthur Cravan




















Languidez de elefante


Yo era grande, ¡querido Mississipi!
Por desprecio de poetas, gasterópodo amargo,
me iba, pero ¡qué amor en las estaciones y qué deporte en el mar!
¡Récord! Tenía seis años (¡aurora de tripa y frescor de pipí!)
Y esta mañana a las diez y diez el rápido
que flotaba sobre los raíles se cruzaba con trenes límpidos
y me lanzaba al aire, zambullida en tobogán.
Era el cien por hora y a pesar del rumor,
el encanto de los periódicos embriagaba a los fumadores,
y aunque el convoy fuera así lanzado,
arrastrando, imantando albatros y palomas,
a esta marcha loca el expreso me había acunado.
Mis ideas se doraban, los trigos estaban magníficos,
Los herbívoros pacían en el verde golfo de los prados.
Estaba loco de ser boxeador y sonreír a la yerba.





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