4 de julio de 2014

Rafael Alcides





















El Cine

                          A Rufino Fernández
                          y María Luisa Mardones,
                          mis suegros.


Yo recuerdo, cuando muchacho,
que las hojas de los árboles caían
rápidas en el cien para significar
el paso de los años. Un gran viento
las batía, algunos copos de nieve,
y las hojas caían
sin angustia. Completamente inverosímiles.
Hoy recuerdo aquel viento
y aquellas hojas
con angustia. Así ha sido. Como en las películas.
Completamente inverosímil.


Poema de Amor 

Te devuelvo tus manos, tus muslos, tu silencio,
todo lo que fue bello entre los dos y, como tal,
quedará para siempre en la fotografía.
Me quedo con once calcetines por casar, sin refrigerador
ni junta para la olla de presión, sin el reloj;
y el canje de los libros, pendiente;
y mis dudas sobre el radio.
Y los libros que se perdieron.
Me quedo sin platos ni tazas ni shorts ni colador.
Con cuatro sábanas solamente me quedo
de todo lo que en septiembre aquí encontraste,
y un vale perdido de calzoncillos en el tren.
Tuve la posteridad cuando te desnudabas
y lo lamento. Te pedí por favor que no me ayudaras.

Devuélveme la llave.

1970


La nariz

La nariz tiene condición de juez.
Al contrario del ojo izquierdo y del derecho, que han tomado
                                                                           partido,
la nariz, inescrutable, se mantiene en el centro
— con algo de espada o de martillo.
Imitándola, la boca.
Pero la boca es hipócrita:
sonríe a la izquierda y a la derecha.

        
(De Y se mueren y mueren y mueren, 1988)




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