26 de diciembre de 2007

Noel Castillo











Cuba,1967. Licenciado en Filología. Ha recibido los premios Calendario y Dador.







El de Mami



el día que mi abuela cumplía 80 años,

tras la cena -
mi madre y yo sumergimos la vajilla en agua de
arroz.
hablábamos observando en el fondo del peltre
nuestros dedos emparedados de grasa.
entonces me reveló que aún adolescente
fue aprendiz de carnicera
y poseyó un juego completo de cuchillos.
sólo una cortada,
mientras destazaba el pernil de una res,
alejó para siempre a mi madre de su oficio.
nuestros dedos continuaban chocando entre las
vasijas
como amabilísimos montículos
deglutiendo las sobras.
después - agregó - vine yo:
herida mayor, puente colgadizo de tendones,
extensión de su sangre manando sobre el mostrador
y recogida luego en una vasija extremadamente
frágil.
mi madre se ladeó para encender un cigarro
y advertí por primera vez el tajo.
desde los albaricoques arreciaba el jolgorio;
sin secarme los ojos
volteé la palangana sobre la tierra chamuscada,
luego me puse a secar las escudillas:
las gallinas, sádicas,
escarbaban dentro del charco rojo.







DETRITUS MEUS


Al costado de la antigua cárcel,
sobre el muro derecho
escribías mi nombre con tu orina...
faltaba la ele, no dio tiempo la vida
ni los acomodos
ni un foco importunando
la marcha de algún desconocido.
Las letras asperjadas - puede -
no sean sino virutas carcomiendo la cal,
tatuajes de una vez:
cuando entendimos
lo mal venido de las letras póstumas.

Desde ese día conozco más mi sangre,
el lamento patriarcal de los rabinos.
Y juro que si una gota falta
es por temor a la remenbranza,
por la rugosidad del muro
(sobre el perfil derecho,
al costado de la antigua cárcel),
o por la cautela que nos conmina
a no profanar zonas vedadas.

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