2 de mayo de 2011

Severo Sarduy

  






















El émbolo brillante y engrasado


El émbolo brillante y engrasado
embiste jubiloso la ranura
y derrama su blanca quemadura
más abrasante cuanto más pausado.


Un testigo fugaz y disfrazado
ensaliva y escruta la abertura
que el volumen dilata y que sutura
su propia lava. Y en el ovalado


mercurio tangencial sobre la alfombra
(la torre, embadurnada penetrando,
chorreando de su miel. saliendo, entrando)


descifra el ideograma de la sombra:
el pensamiento es ilusión: templando
viene despacio la que no se nombra.


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