Mariene Lufriú Rodríguez
I
La rama negra
Seca, tardía, amarga
También es bosque.
LOS EXILIADOS
Todavía la familia los busca
con la misma tristeza del ciego
que va al teatro
y se sienta en primera fila
la noche de las máscaras.
MIRADA TRISTE
Para Kenay, que todavía me mira desde la pared
La ciudad se desborda
en los límites de un mapa.
Las manadas emigran
y el hueco de su espacio
aprende los modos de permanecer.
La ciudad simula un telón raído
un escenario imposible
para la nueva función.
Por eso exhibe el mismo baile
de unos pies
que la recorren y la olvidan
la idéntica danza
de unas manos débiles
en el intento de sostenerla
la exacta rutina
de los cuerpos fugitivos.
La ciudad es un teatro viejo
de donde escapan las máscaras.
De nada han servido
mis canciones maltrechas
al sur de sus farolas
mis ganas sofocadas
en sus parques de noche
ni mis días de sol
aliviados por la sombra
de los laureles de la avenida.
Soy poco para la ciudad
y no puedo devolverle
esos retazos suyos
errantes
que se duermen
en New York, Madrid, La Habana, Miami
y que aún le pertenecen.
En cada casa hay al menos una foto
colgada en la pared
que la familia mira
mientras aviva en la memoria
el último abrazo.
Si yo fuera grande
o Dios
o presidente de la ciudad
mandaría a clausurar los caminos
y limpiaría todas esa vetas de ausencia
en las paredes.
Pero yo siempre lo digo
soy poco para la ciudad
y su legión de viajeros.
Frente a un mapa
desdibujado en los bordes
veo cómo adelgaza la ciudad
…y me apeno.
IMITACIÓN
Yo tenía unos peces…moribundos,
y no pude saber cuándo escapaban.
Las palabras oscuras que tragaban
me ocultaron la angustia de sus mundos.
Y mis peces se fueron al alarde
de enfrentar a las olas carniceras.
Solas, tristes, vacías sus peceras
colorean su ausencia cada tarde.
Mis peces se cansaron de callar.
por eso se lanzaron a otro mar
de espacios liberados y profundos.
Mis peces se han anclado en mi memoria
repitiéndose siempre aquella historia
en los hombres que tengo…moribundos.
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