Kurt Vonnegut
La forja de un rebelde
En esta entrevista, el celebrado
escritor norteamericano Kurt Vonnegut, autor de Matadero 5, habla de las
experiencias que vivió durante la Segunda Guerra Mundial, cuenta cómo elaboró
ese material en sus novelas y critica duramente al presidente Bush.
(Corriere della Sera, La Nación)
16/Jun/03
Desde hace casi medio siglo Kurt
Vonnegut cuenta el mundo con el desencanto de su "así va la vida",
como repetía en su novela Matadero 5. Medio siglo en el que la crítica trató de
encontrar un nombre para la originalidad de este escritor que hace poco cumplió
ochenta años. A veces lo llamaron visionario; otras, amable Casandra, auténtico
desobediente y humanista. "Diga más bien que soy un socialista —dice
durante la entrevista que me concedió en el escritorio de su representante en
Nueva York—. He descubierto que un humanista es una persona que tiene un gran
interés por los seres humanos. Mi perro es un humanista",
—¿Qué escribe hoy uno de los
mayores autores norteamericanos, que ha unido su nombre a las protestas contra
Vietnam y a la revolución cultural de los años 60 y que siempre está cerca del
corazón de los más jóvenes?
—Nada. Estoy literalmente
paralizado por el estado en que se encuentra mi país. La televisión no ha
transmitido ni siquiera las protestas de los pacifistas. The New York Times se
negó a publicar un discurso que pronuncié en un encuentro por la paz. Es como
vivir bajo un ejército de ocupación que se ha apoderado de los medios de
comunicación.
Y después arroja sobre la mesa un
fascículo de pocas páginas fotocopiadas.
—Este es mi último libro. He
debido publicarlo a mis expensas.
—¿De qué trata?
—Es una colección de comentarios
que escribí para un diario de Chicago sobre el golpe de Estado de las últimas
elecciones.
—Habla de la victoria de Bush.
—Hablo de cómo el poder ha
terminado en manos de gente terrible, malvada, ignorante y privada de
conciencia, que no tiene ningún respeto por el sistema norteamericano. En otros
tiempos, sobre un argumento semejante podría haberse escrito una obra teatral
que hubiera provocado una reacción. Pero no ahora que nuestro gobierno moral
está representado por la televisión. Una televisión que nos dice siempre y
únicamente que todo va bien. Debo mirar la BBC si quiero saber cuántos civiles
hemos matado en Afganistán y en Irak. Sin embargo, debería ser noticia cómo
hemos reducido a esos países y qué estúpido fue hacerlo.
—En efecto, muchos se han
sorprendido por la falta de planes de los norteamericanos para la gestión
posterior a la caída de Saddam.
—¿Sabe por qué? Porque esta gente
del gobierno no tiene conciencia. Porque son las personas más inclinadas a
decidir en el mundo y no les importa nada de lo que ocurrirá después, ni
siquiera les importa lo que les ocurrirá a ellos mismos. Son psicópatas y
patrones del planeta. ¿Sabe qué dicen del desastre que hicieron en Irak?
"OK. Ha sucedido esto, pero no es nuestra culpa, es culpa de los
iraquíes...". Vonnegut estalla en una carcajada sarcástica y continúa.
"No deberían haber disparado sobre nuestros muchachos..."
—¿Cree que habría sido muy
distinto de haber ganado Al Gore?
—No, porque nuestros
representantes en el Congreso están financiados por gente que tiene toneladas
de dinero. Ciertamente, en el lugar de Bush y de los suyos hubiéramos podido
tener a personas que respetaran el sistema norteamericano y representaran a los
ciudadanos y no a las corporaciones. En cambio, todo es tan estúpido. La
inteligencia en los Estados Unidos ya no cuenta para nada.
—Clinton era un hombre
inteligente.
—Sí, pero ha hecho una cosa
terrible.
—¿Cuál?
—Se ha aprovechado de aquella
muchacha. Yo, con usted, por ejemplo, no me hago el imbécil.
Y ríe.
—No, pero como dicen ustedes los
norteamericanos: se necesitan dos para bailar el tango. La muchacha habrá tenido
su responsabilidad en el asunto.
—Naturalmente. Pero lo que ha
hecho Clinton en favor de los republicanos es imperdonable. Una cosa terrible.
Matar, en cambio, eso está bien. ¿Sabe qué quiere decir Shock and awe? Quiere
decir asesinar.
—Y usted, Vonnegut, ¿ha combatido
en la Segunda Guerra Mundial? ¿Alguna vez mató a alguien en una guerra?
—No, porque era un tipo
particular de soldado, no un cobarde, sino un scout . Nuestro deber era
penetrar en las líneas enemigas sin hacernos notar, descubrir qué había detrás,
volver y contarlo a la artillería. Me considero afortunado de no haber matado a
nadie. Pero si hubiese sido necesario, lo habría hecho. Era un buen soldado.
—En Matadero 5 ha contado la
locura del bombardeo de Dresde: ciento treinta y cinco mil muertos, dos veces
las víctimas de Hiroshima. Usted estaba allí como prisionero de guerra. ¿Cómo
fue capturado?
—Nuestro batallón fue arrollado
por una división de alemanes en las Ardenas. Nos hicieron abandonar nuestro
medio y entrar directamente en una pesadilla. No teníamos la más pálida idea
del destino hacia el que nos encaminábamos. Habían capturado a nuestro
comandante y éste había dado la orden de rendirse. Una orden ilegal: es como
decir a un soldado que se suicide. Pero esto sucedió por lo menos cincuenta
años antes de que usted naciese.
Tan sólo trece. De todos modos le
tomó veinticuatro años elaborar esa historia en Matadero 5.
—Más que para elaborarla para
escribirla. Tenía una familia que mantener (Vonnegut tiene siete hijos, de los
cuales tres son adoptados, de una hermana muerta. N. R) , y me dije, ok, no he
escrito nunca una novela de guerra. Entonces fui a encontrarme con el scout que
en aquella época de la guerra era mi compañero —entre tanto se había convertido
en procurador— y le dije: "Ayúdame a recordar lo que pasaba en aquel
entonces". Entonces entró su mujer y dijo: "¡pero si eran dos
niños!". Y esa fue la clave del libro. Todos éramos niños.
—¿Lo volvió a leer?
—Nunca. Ni siquiera pude tocar
las galeras.
—Entonces le gustará saber que
después de treinta y cuatro años es todavía una de las novelas más fuertes y
más originales de la narrativa norteamericana, y no sólo de las novelas sobre
la guerra. Es un libro que no ha envejecido.
—Me da mucho placer, por cierto,
lo que me dice. Es la nave almirante de mi pequeña flota. Aunque el libro más
cercano a mi corazón es Cuna de gato.
—¿Por qué?
—No lo sé. ¿Alguna vez se
enamoró?
—¿Cree que si no hubiese
combatido en la Segunda Guerra se habría convertido, de todos modos, en un
escritor?
—Mi amigo Joe Heller, que
escribió Catch 22, decía que si no hubiese sido por la Segunda Guerra habría
terminado en el rubro tintorería. En cuanto a mí, no lo sé. Por cierto, hay
otras cosas que me han hecho escribir: los cambios tecnológicos que han
destruido tantas culturas, por ejemplo. Soy un antropólogo de formación. Una de
las razones por las cuales nosotros los norteamericanos somos odiados es porque
hemos introducido en otros países nuevas tecnologías y planes económicos que
han destruido el autorrespeto y la cultura de mucha gente.
—En Cuna de gato, en el 63, usted
escribía que "los norteamericanos no logran imaginar qué significa ser
distinto de ellos y sentirse orgulloso de esa circunstancia". Y que
"la política exterior norteamericana debería aprender a reconocer el odio
en vez de imaginar el amor". ¿El 11 de septiembre lo sorprendió?
—No. Me sorprendió más que nada
el óptimo trabajo que hicieron los terroristas. ¡Vaya si estaban preparados!
Naturalmente, son las mismas personas que inventaron los números, el cero y el
álgebra, por lo cual no hay de qué asombrarse tanto.
—Usted ha dicho siempre que la
literatura es por definición portadora de opiniones. ¿Cuál es la literatura que
hoy importa?
—El problema es que no importa, y
por eso no puedo escribir. En una época importaba, y muchísimo. Era el lugar en
el cual durante la Gran Depresión se debatían los temas de la economía y de la
política. Y en la posguerra nos interrogábamos sobre el tipo de país que
hubiera podido llegar a ser los Estados Unidos. Después llegó la televisión y
todo se terminó.
Enjuto y desgarbado, Kurt
Vonnegut se levanta para volver a su casa. Pero justo antes de salir, en el
último momento, se da vuelta: "Debe de ser por el álgebra que Bush los odia".
Y una última carcajada retumba, batalladora, detrás de la puerta.
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