27 de abril de 2012

Umberto Saba














Madrigal para un general inglés

He visto en Florencia, en los primeros días de la ocupación aliada, a un general inglés. Estaba -caso raro- en pie y borracho. Era maravilloso. Alto, delgado, enjuto, casi excesivamente purasangre, andaba apoyando su vacilante persona en un bastoncito de empuñadura, según me pareció, preciosa. Cada viandante podía convertirse para él, sin quererlo, en un enemigo, hacerle –cosa grave para cualquiera; para un inglés, y un inglés de su rango, mortal- perder el equilibrio. Pero, incluso en aquellas condiciones, ¡qué porte, qué estilo! Apenas se sostenía, como el Imperio inglés. Pero se sostenía. 










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