Caridad Atencio
Tres baldes de silencio
no caben en mi cuerpo
y penetran por la boca
cerrada de la mente.
Y es esclava de su sangre,
de su herida que sana lastimada.
Conteniendo un torrente con un dedo
se iguala al interior de un sentimiento fijo.
Jugando en desventaja para sobrevivir.
Como asimila golpes
un peleador,
he sacado mis raíces
de un sueño negro.
Por Basilia Papastamatíu
Siempre nos ha gustado
encontrar en la poesía de Caridad Atencio un desarrollo y una transformación
continua de su proceso creador. De libro en libro sus versos cambian
constantemente, no se resigna esta autora a la repetición, al acomodamiento en
un estilo, al aferrarse a alguna fórmula en el desencadenamiento de su lenguaje
que le asegure atraer a seguros lectores, a aficionados a una manera de
escribir suya en la que puedan fácilmente reconocerla y aprobarla. Así,
después de entregarnos una escritura que va de la experimentación de sus
posibilidades como tal, a una pulcra poesía en prosa singularmente reflexiva, a
la incorporación, en un lenguaje testimonial, de la tenaz
cripticidad de la imagen, pasa ahora en su nuevo poemario todavía
inédito, del que nos va a ofrecer un adelanto, a una poesía
que, a la manera de la expresión plástica contemporánea,
fusiona notablemente elementos diversos pero que tienen en común la
percepción del origen, el desgarramiento de la creación, del nacimiento de un
cuerpo de otro cuerpo y la enigmática y dramática naturaleza que los sostiene y
relaciona, los vasos comunicantes, la violencia esencial de una germinación
eterna y efímera a la vez y que constituye simultáneamente una
celebración y una agonía de la existencia.
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