Luis Rogelio Nogueras
Wichy, El Rojo, murió en el verano de 1986. En ese entonces, yo apenas sabía contar y no lo conocía, como tampoco que, 25 años más tarde, y sobre la misma fecha en que falleció, iba a leerlo posesamente. Más allá de premios como el David (1967), el Casa de las Américas (1981), su poesía trasciende aislantes lectivos potenciales como el de la institucionalización de su nombre, o su ideología. Aquí dos textos metapoéticos, recordando al hombre cuasi renacentista que los escribió.
Selección y nota introductoria: Rafael Álvarez Rosales
Defensa de la metáfora
El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida).
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida).
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido).
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte).
Poética
Cuanto dejo en los papeles es
como la búsqueda
de una gota de una sustancia
cuyo nombre ignoro y que se parece
a la vida, o, mejor aún,
que es la vida, encerrada
en una simple gota
de una sustancia
cuyo nombre ignoro. Toda palabra
que escribí trató de acercarme
a esa sustancia
sin nombre.
Todo cuanto hice fue
para llegar
a ella.
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