Una vida en Rito
Por Leyla Leyva
Una vida magenta, el más reciente libro de poesía de
Rito Ramón Aroche (La Habana, 1961), de cubierta fucsia intenso, tal vez podría
desorientar al lector, aunque tratándose de una pieza de Rito, especulo que
podría ser el propio autor el menos atribulado con ese ambiguo color, nada
desafiante o exigente, según los sicólogos, que le ha tocado en suerte (y que
casi se traga la alusiva ilustración de Yornel Martínez), dada su tendencia a
lo antitético, a lo contrario.
Pero vayamos a Una vida magenta (Letras Cubanas, 81 páginas),
un libro de poesía que se encontrará en los anaqueles de la Feria, y luego en librerías.
Libro de poesía más que poemario; voz de trazos cortos, fraccionados, ajena a
la lógica chata o a la convención del debe ser en el imaginario poético; fraseo
de muestra y recogida, o muestra arbitraria, de manejo de voces y personajes,
figuras o figuraciones en un cosmos en el que bien pudiera encontrar reticencias
un lector no acostumbrado a moverse en lecturas que indiquen total entrada al
juego de esta comunicación.
Dentro de la poesía contemporánea cubana, la de Rito Ramón
Aroche se lee, se estudia y comparte como especialmente característica, y Una vida...
no significa la excepción. Esto sucede porque de una forma u otra el autor ha
perseverado en la defensa de una norma "a lo Rito", sin concesiones
al lirismo, sobre todo al clásico, o al medio clásico, o a otra disposición que
lo presente nítido, textualmente organizado de pensamiento, ajeno a descoyuntes
o torceduras verbales. O sea, listo para el embalaje.
Si acaso hubiera que acercarlo a una visión fácil de definir,
sería al Palenque, un grupo de poetas amigos, con blog incluido, cuya afinidad contempla
una mirada profunda a la literatura universal y a su mejor poesía, como si
desde tal centro se estuviera lanzando un reclamo a nuestras carencias:
"Hay que leer, no somos el ombligo del mundo, o "esto ya se ha
escrito, no pequemos de ingenuos, o peor, de listos".
Me atrevería a decir que esa posición de embate contra el
localismo esterilizante a nivel informativo reafirma la estética de una poesía como
la suya, arisca por momentos, de hilarante memoria, marcada por una atípica
sonoridad que recurre a las constantes aspiraciones semánticas.
Ahora, eso sí, poca de esta poesía es larga en su sola
consecución, y ninguna funciona como antipoesía.
Una vida magenta se organiza en tres partes: Las migraciones,
Fu-gantes 1 y 2 y De una vida magenta, y también, a semejanza de sus ocho
libros anteriores, este se lee muy sensitivo.
El miro y el veo (Mirar si entro a la pared de fondo. Una vez
cada quince días... ); las impresiones no concluidas o resueltas (Toca el verano,
el muro./" Es como/ ver nacer del forraje."¿Yacen?) y las experiencias
de actos o simulacros de crónica y relaciones y estados anímicos le dan sostén
a los fragmentos y orientan/desorientan las voces, las preguntas y respuestas,
lo que a la postre resulta una viva escritura de arduo e insólitos
cuestionamientos.
(¿Llegaríamos al puente? -Orea tu garganta/ un sorbo y sé
(sabes) de ciertas dosis./ "Va hacia ti una arenilla... "/ Más
aliviado:/"Ya una vez mi osamenta."Incluso/ antes:"Donde una
piedra al sol ¿Vimos?/Donde unas piezas.")
Dejo al lector un corto poema del libro que Rito Ramón Aroche
pensara en magenta, es decir, tan oscuro como la sangre, y aunque no es la tónica
general del discurso de Una vida..., sospecho que este texto interesará a todo
lector, y de paso hará inmejorable el remate.
/Si vas a describir algo, compréndelo, que sea breve./ No tan
solo abrasiones. Breve -con un largo destino./ (pág.40).
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