29 de mayo de 2011

Pedro Marqués de Armas

 

















Nociones de paternidad


Ya está bien que no quieras opinar, ni permanecer en la cerca, ni mucho menos subir con la circunstancia. Pero que no veas ese aspecto sombrío que han cobrado las cosas, y a todo digas sí… sin sombra de entusiasmo…
Te lo dijo el encargado antes de marcharse, y esos pobres decentes, ahora ancianos de mandíbulas giratorias. Por cierto, ninguno acampa ya en Las Maravillas. Uno tras otro fueron llamados, y resulta que no hay sobrevivientes.
Primero retiraron los camiones de mudanzas; luego las máquinas de hacer música, aun cuando no habían dejado de sonar; hasta que se vino en pedazos el Hotel Roma.
Pero eso es el derrumbe y podría devenir Métafora de Todo.
En realidad, hablo de otra cosa. Por ejemplo, del padre de Kafka, tendido sobre un mapa, intentando sofocar las naciones. 



(patria, 1898)


Nunca hubo el tal degüelle; al menos no como lo pintan. Ni fue santa la guerra: necesariamente atroz por sus efectos colaterales. Se llegó a pelear incluso, por unos cuantos caballos que zampaban allí mismo, en medio de la ciénaga. Esa fue la dote: un montón de auras. ¿Cómo no erigir aquello en un altar atolondrado?



Crónica de Chicago


"Una conmoción semejante a la que produce, en una calle pacífica, la aparición de un perro atacado de hidrofobia". Eso has dicho. Y que la turba habría de volver por donde vino, hacia los barcos encallados. Pues también tú llamaste al orden y dijiste la forma que tendría la República sin tales especímenes (lobos eslavos, ratas nórdicas, en fin, "toda esa espuma de Europa"), metódicos sin embargo en el arte de construir bombas pequeñas y graciosas como peras y en el hábito de romperle los nudillos a la industria. Pero entonces, en caso de que el sueño se cumpliese,  ¿qué hacer ante un perro atacado de hidrofobia? ¿Disparar? ¿Borrarlo de un plumazo?





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