12 de julio de 2012

Ábrelos, y verás al pajarito

















Por Dolores Labarcena



A menudo ocurre que, en nuestra distracción, mientras caminamos por el rastro entre fotografías, libros y antiguallas, pasamos por alto alguna que otra reliquia. Qué pecado no fijarse en el bombín, en los primeros carteles de la Societé Géneérale des Annonces, o en la fotografía de una bailarina que posa eternamente frente a la escalerilla del Titanic. 

León de Greiff es precisamente eso. Juglaresco y bizarro, este componedor de sonatas, nocturnos y sinfonías, hace del castellano antiguo su clavicémbalo. De las estéticas en boga solo tomó lo que le servía. Un vikingo por partida doble. “Yo, señor, soy acontista. Mi profesión es hacer disparos al aire”.

Pues, de qué otra cosa podría escribir este llanero solitario -autor de “Tergiversaciones” o “Relato de Sergio Stepansky”- sino de la noche, las mujeres y la vida bohemia, esto es: variaciones alrededor de Nada.

Y qué decir de E.E. Cummings. ¿Se puede transcribir el pensamiento con el lenguaje adecuado, así de simple como se come una chuleta o se hace una flexión de rodillas? Su obsesión por encontrar la expresión mínima lo conduce al desparpajo, la incómoda sintaxis, el descoyuntamiento del idioma. “Buffalo Bill está difunto y solía cabalgar un corcel de plata buida como agua y romper undostrescuatrocinco pichonesdeungolpe Jesús era un hombre excelente” … Polémico, e igual de inimitable, levantó más de una ampolla.

Luego de leer algunos de sus poemas, Higginson, el maestro de Emily, le propuso cambios y no ciertamente de un adjetivo por otro. Que va, por ahí no iba la cosa, sino más bien cambios estéticos, una involución en su poética. Según él, (el desorientado maestro) para que fueran “publicables”.

Menos mal que la Dickinson hizo caso omiso. “Un golpe de Muerte es un golpe de Vida para Aquellos Que hasta que no murieron, no se volvieron vivos”.

Recluida en su casa de campo y casi virgen de influencias externas (salvo de la “tozuda escarcha”), su poesía es un tanque a prueba de bala.

Esa mezcla de prudencia y descuido con que son colocadas, en el rastro, la cubertería de plata y reproducciones de una Venus de Milo, ese azar discutible, nos resulta a menudo algo soso y por ello seguimos de largo. Eso sí, para el tratante de antiguallas o para entendidos, también allí se encuentran camuflados en tómbolas, de Greiff, Cummings y la Dickinson. Relojes cucú. Ábrelos, y verás al pajarito.

 

 



1 comentario:

Anónimo dijo...

Viñetas metapoéticas. Anotaciones. Enganchan.