29 de noviembre de 2007

Ernesto Santana

1958, Narrador, Premio Pinos Nuevos 1995, Premio Alejo Carpentier de novela 2002 con Ave y nada.




LA ESTACIóN DE LOS ARQUEROS


En este enorme portal, se oxidaban los automóviles antiguos que coleccionaba aquel hombre inofensivo cuyo nombre nunca supe.

Desde ellos alcanzábamos,por metáfora,los toneles,vacìos hoy, en que bebíamos el licor de los arqueros.

Hace diez años, vivía aún el último gran danés, de cuatro que fueron, luego de la caída mortal de su pareja en la cantera, detrás de la casa, que le hizo languidecer de tristeza durante dos meses.

En esta esquina se sentaba al anochecer el carpintero de una sola gorra, al final de cada jornada de paciente labor en su desvencijado taller, a un costado del solar yermo.

Acomodado en este muro, frente a la ciudadela Urbach, saludando a todos sin detener con su charla a ninguno, parecia esperar a alguien que demoraba eternamente. Los que conocieron a Gume, sólo recuerdan que fue allí, por fin, a donde vino a buscarlo la muerte.

Aquí, en este pasillo entre la ciudadela y el edificio azul, corríamos nosotros, saltábamos hasta agotar los saltos, y nos reuníamos, arqueros inflamados, para cazar las bestias de nuestro imaginario paraíso, poco antes de que acabara la estación de los arqueros.


Bestiario Pánico 1996

Antón Arrufat















Cuba, 1935. Narrador, dramaturgo y poeta cubano. Premio Nacional de Literatura.







REPASO FINAL

1


Mi familia muerta está sentada en la sala
y conversa de las cosas del día.

Por esta calle arrastran a los muertos
-dice mi madre donde está ahora-
viendo pasar los muertos y las coronas.

Mi familia muerta está sentada en la sala.

Mi tía con sus largos brazos,
el pelo teñido, recordando.
Juan dijo que vendría a buscarla
y nunca volvió. Ella lo vio
con otra mujer y con el niño.
Juan dijo que vendría a buscarla
-repitió la familia.

La mesa con el búcaro y las flores
de papel, el radio viejo y el bastón.

Dios de la vida, exclama mi padre,
y recoge los restos del día.
Quisimos hacer nuestra vida
a golpes, mientras sonaba
el reloj del comedor.


Mi familia está sentada en la sala.

¿No irás al cine esta tarde,
antes de la comida?
Al cine, mirando sus vidas,
sin que puedan cambiarlas,
con los ojos vacíos,
en vigilia, cuando
crecen las uñas y el pelo de mi madre
es una cabellera sobre los huesos apagados.

Yo pienso en ella y no sé si llorar.
Si las imágenes alcanzarán la resurrección.

Sombras mías, ruinas que no podré rescatar,
manos sin huesos, pies que no caminan
y dejan olvidados los zapatos.

Sombras que no necesitan la oscuridad.
Aparecen bajo el sol, en las tardes,
sin que las invoque, cuando me levanto
despierto en medio de las luces.

Escucha, mi familia:
estoy aquí donde no hay nadie,viviendo
por ustedes, arrastrando los muertos,
y los miro entrar con las puertas cerradas.

Escuchen, sombras mías: en los sillones
que no encuentro, la noche viene
para apagar los trajes y las begonias.




***



DE LOS DISCÍPULOS


Nosotros,
que estuvimos contigo
en la ciudad,
donde se movían las abejas,
y el reloj era impotente
para quebrar
el tiempo de los libros,
mientras te inclinabas,
generoso y mortal,
sobre nuestros poemas
-inventando la realidad
en la que vas a sobrevivir-,
nosotros,
que aprendimos de ti,
te olvidaremos,
te negaremos con furia.
Nadie pronunciará tu nombre.

Eso también nos habrás enseñado.

28 de noviembre de 2007

Leonardo Guevara






















la experiencia de caminar
o simplemente abrir el jugo de peras imposibilita desarrollar
este conocimiento mecánico. torna las manos hacia
el punto que nos dice que el jugo ha sido abierto,
entonces el acto de beber tragase la necesidad.
he probado su sabor
e impotente niño, otro debe abrirlo para mi.
lo que supone un acto de pura fragilidad
retardo
mental. un gramófono
debía sonar en la esquina mientras yo
camino en un barrio donde me ofrecen crack.
me encomiendo
para no caer en las trampas diseñadas en la botella
de un juego de peras.
un acto mecánico es caminar
sobre la experiencia
del lenguaje, hay cosas que no capto,
cosas en la que soy mas lento
que un rayo de sol en un día frío. y
el artificio calma todo dolor
o añoranza, mata. cliché
que me empuja y dice
donde estabas


cuando Maikal mató a otro negro por un pussy
y
los amigos del otro en la cárcel
saltaban sobre su cabeza
para sacar todos sus instintos
de asesino o amante.
donde estabas cuando la madre
de Mohagami, compro su carro de lujo
y no nos dejaba tocarlo.
o
romperlo como la imagen
de su hija pidiendo comida
a los vecinos.
la música que sale de gramófono
esta rota, sale de una casa
embrujada,
se contradice
en mi jugo de peras
y
no sabe porque
camino en una esquina,
si lo que ofrecen no acepto.



la música

es un acto
donde la mente hace sus huecos
y me deja cavando mi propia tumba,
se ríe al verme intentar saltar los muros.
y abre otro hueco sin dejarme salir
de lo mecánico.
el artificio
que yo también construyo
se reproduce
cual gramófono que otro toca.

27 de noviembre de 2007

Marina Tsvietáieva
















nació en Moscú en 1892 en el seno de una familia acomodada. Poeta precoz, publicó su primera obra, Álbum vespertino, a los dieciocho años. A esta obra siguieron Linterna mágica, De dos libros, Verstas, El campamento de los cisnes y, posteriormente, sus obras de madurez: Rey-doncella, Versos a Blok, La separación, El oficio y Un espíritu prisionero, entre otras, que le convirtieron en una de las cimas de la literatura de este siglo. Como consecuencia de la persecución que sufrió por parte del régimen estalinista, Marina Tsvietáieva se suicidó en 1941.










Tentativa de celos





¿Cómo te va la vida con otra?
Más fácil, ¿verdad? Golpe de remo. ¿Cuándo -¿pronto?- por un puente seguro se alejó de ti el recuerdo

de mí, una isla que flota?
(En el cielo, no en el agua.) Almas. No amantes,
sino hermanas son nuestras almas.

¿Cómo te va junto a una simple mujer? ¿Sin divinidad alguna? Tras haber derrocado a tu reina (tú mismo privado del trono),

¿cómo vives?, ¿te preocupas?,
¿te enfadas? ¿Cómo estás al levantarte? Con ésa que te ha atado al cuello
su tributo inmortal, el tedio, ¿cómo te va,

pobrecito mío? «-Estoy harto de convulsiones, de dolor: voy a agenciarme un hogar.» ¿Cómo te va con cualquiera,
a ti, que fuiste elegido por mí?

¿Es la comida más comestible?
y si te cansa, mala suerte.
¿Cómo puedes vivir con un idolillo, tú, digno antes del Sinaí?

¿Cómo vives con ésa, tan distinta a nosotros? ¿Una extranjera, costilla de tu pecho?
¿ La vergüenza, ese azote de Zeus,
aún no te ha herido la frente?

¿Cómo te va la vida? ¿Estás sano? Y las musas, ¿te llaman aún a veces? Y la dicha,
¿se hace ver? ¿Alguna vez? ¿Y esa llaga inmortal -la conciencia- qué, mi pobre?

¿Cómo vives con un producto
del mercado? ¿Pesa mucho?
Tras el mármol de Carrara,
¿cómo te va con una prótesis de yeso?

Del mismo bloque tallamos a Dios, para romperIo acto seguido.
¿ Va bien una cienmilésima,
para ti, que conociste a Lilit?

¿ Estás ya harto de esa mercadería novedosa? Cansado de mi magia, ¿cómo te va con una mujer terrestre que carece .de sextos

sentidos?
Venga, con franqueza, ¿sois felices? ¿No? ¿Cómo se vive en un abismo sin profundidad amor mío? Cuesta, ¿verdad?
¿Te cuesta tanto como a mí con otro?

24 de noviembre de 2007

Seamus Heaney


Nacido en 1939, pasó su juventud en una granja, y el tipo de vida tradicional se refleja en su primer libro Death of a Naturalist (Muerte de un naturalista, 1966). Estudió literatura en Belfast, donde ejerció la enseñanza durante algunos años. Fue luego lector en la universidad de Queen y posteriormente profesor, entre otros lugares, en la de California en Berkeley, en Harvard y en el Carysfoot College de Dublín. Trabajó para la la BBC, y para distintos periódicos.
Libros como Door into the Dark (Puerta a la oscuridad, 1969), North (1975) y Station Island (1984) dan prueba de la claridad y la firmeza de su escritura. En su ensayo Aprendiendo de Eliot apuntó: "la naturaleza de la realidad poética es doble: descubierta primero como un hecho extraño de la cultura, la poesía se interioriza a lo largo de los años hasta convertirse, por así decir, en una segunda naturaleza. La poesía, que al principio estaba fuera de nuestro alcance, generando la necesidad de comprender y someter su extrañeza, se convierte finalmente en un camino familiar dentro de nosotros, en una corriente que la imaginación remonta gustosamente hacia un origen".




Dos Sonetos: In Memoriam M. K. H.



Cuando los demás se habían ido a misa
yo era todo suyo mientras pelábamos patatas.
Rompían el silencio, dejadas caer una a una
como la soldadura que el soplete llora.
Frío consuelo puesto entre nosotros, cosas que compartir
brillando en un cubo de agua limpia.
Y de nuevo dejadas caer. Breves salpicaduras gratas
del trabajo del otro nos devolvían a la conciencia.
Por ello, cuando a martillazos el párroco
recitaba a su cabecera las oraciones para agonizantes
y algunos contestaban, mientras otros lloraban,
recuerdo su cabeza inclinada hacia la mía,
su aliento en el mío, nuestros ágiles cuchillos sumergiéndose.
Nunca más cerca el resto entero de nuestras vidas.




When all the others had gone out to Mass/ I was all hers as we peeled potatoes./ They broke the silence, let fall one by one/ Like solder weeping off the soldering iron./ Cold confort set between us, things to share/ Gleaming in a bucket of clean water./ And again let fall. Little pleasant splashes/ From each other´s work would bring us to our senses.
So, when the parish priest at her bedside/ Went hammer and tongs at the prayeers for the dying/ And some were responding, and some crying,/ I remember her head bent towards my head,/ Her breath in min, our fluent dipping knives—/Never closer the whole rest of our lives.




La frescura que desprendían las sábanas recién descolgadas de la cuerda
me hacía pensar que la humedad estaba aún en ellas.
Pero cuando cogía mis puntas de la tela
y contra ella tiraba, primero directo el dobladillo
y luego en diagonal, estiraba y sacudía
el tejido como una vela al viento de través,
soltaban un cachete secado y ondulante.
Así estirábamos, doblábamos y acabábamos mano a mano,
la fracción de un segundo, como si nada hubiera sucedido
pues nada había que no hubiera sucedido siempre.
De antemano, día a día, sólo el toca-y-vete,
acercarse de nuevo tras la marcha atrás
en movimientos donde yo era la x y ella la o,
inscritos en sábanas cosidas por ella, hechas de sacos de harina desgarrados.




The cool that came off sheets just off the line/ Made me think the damp must still be in them/ But when i took my corners of the linen/ And pulled against her, first stright down the hem/ And then diagonally, then stretched and shook/ The fabric like a sail in a cross wind,/ They made a dried-out, undulating thwack./ So we´d stretch and fold and end up hand to hand/ For a split second, as if nothing had happened/ For nothing had that hed not always happened/ Beforehand, day by day, just touch-and-go,/ Coming close again by hondilg back/ In moves where i was x and she was o/ Inscribed on sheets she´d sewn from ripped-out flour-sacks.

9 de noviembre de 2007

Luis Jimenez Hernandez

(Ver entradas anteriores)







I AINT GOT LONG TO STAY HERE



I


Colgado a la orilla de un río, los fríos vientos de Georgia son un espiritual triste. Descolorido. Hasta que los pobres. Se balancea la sombra del cadáver. Ríos traigan descanso y dulce gloria. Los ojos apagados se pierden en la línea morada de la lengua y la sombra.




II



Estaban allí - dijo - Sí, estaban allí los hombres del telégrafo y en la estación sigue el hombre que cuelga a la orilla del río cantando un blues. Estaban allí y entre la lona del camión se dejaban ver sus batas blancas salpicadas de lluvia.





III



Tampoco yo ... en mi mente se disfraza un canto lento con el aroma de los campos de algodón. Con la espalda surcada un hombre mira pasar el tiempo a través de los nomeolvides. No me conoce, tampoco le he conocido. No ha dejado de sonar el silbato de la locomotora y entre golpe y golpe de algodón sigue llegando su canto.

8 de noviembre de 2007

Alessandra Molina













En la calle Real. Nueva Orleáns



Sería la pipa de algún rey,
de un príncipe de tribu.
Podía guardar el tabaco más húmedo, quemarlo lentamente.
Casi un dedal de yerba, con él se aromaba los enlaces,
duraba un holocausto. Dejaba conjurar.
Frágil, como un ombligo seco, al roce de las uñas sus pliegues de corteza
tenían lo duro del diamante, sus ángulos, su mapa
y el imposible trazo de los rostros,
las caretas de líneas.
Sería más que un lujo
y el trayecto sinuoso, la miserable pieza de un alivio
ensamblada en sus partes por anillos dorados.
Para que la aprendieran los jerarcas
en su forma de joya se ocultaba una ley:
ser madera de pipa, que no es heno,
que endurece, se pule, que se ahonda
contra un nudo volátil de pasiones,
las pasiones del hombre.
Ser madera de pipa, que resiste
y hace que el fuego vuelva siempre al fuego.

7 de noviembre de 2007

Marianne Moore





Estados Unidos,(1887-1972). Fue reconocida por autores tan diversos como Wallace Stevens, William Carlos Williams, H.D., T. S. Eliot, o Ezra Pound quizá a raíz de sus viajes europeos antes de la Primera guerra mundial. Desde 1925 hasta 1929, Moore trabajó como editora del diario literario y cultural The Dial. Esto hizo que Moore tomara un papel similar al de Pound, descubriendo a nuevos poetas como Elizabeth Bishop, Allen Ginsberg, John Ashbery o James Merrill. Aparte de esta labor editorial, Moore retocó y editó sus propios trabajos anteriores.También mantuvo correspondencia con W.H. Auden y Ezra Pound mientras este último estuvo encarcelado. En 1933 le fue otorgado un premio, el Helen Haire Levinson Prize, por la revista Poetry. Su colección de poemas, Collected Poems, de 1951, es quizá su obra más valorada y la que le hizo ganar el premio Pulitzer.
















ÉL HIZO ESTE BIOMBO



no de plata ni de cuerda
sino de laurel curtido por la intemperie.

Aquí, introdujo un mar
uniforme como tapiz;

aquí, una higuera; allá, una cara;
más allá; un dragón circundando el espacio;

apuntando aquí, una glorieta;
allá, una puntiaguda pasionaria.












" Hay una gran cantidad de poesía en las inconscientes afectaciones. Algunos objetos Ming, las imperiales alfombras de coches de ruedas amarillas, están muy bien donde están, pero yo he visto algo que me gusta más -un simple y pueril intento de hacer que un imperfectamente estable animal estuviera de pie, un similar propósito al hacer que un cachorro comiera en un plato. Yo recuerdo un cisne bajo los sauces en Oxford, con patas como hojas de arce y color flamingo. Se desplazaba como un barco de guerra. Incredulidad y consciente melindre eran el ingrediente fundamental de sus pocas ganas de moverse. Por último, su osadía no era una prueba en contra de su propensión a estimar enteramente los pedazos de alimento que la corriente le allegaba; se fue con lo que le di para comer. He visto este cisne y los he visto a ustedes; he visto ambición sin conocimiento en una variedad de formas. Sucede que estando cerca de un hormiguero, he visto una escrupulosa hormiga llevar un tallo hacia el norte, al sur, al este, al oeste, hasta que giró sobre sí misma, caminó desde el lecho de flores hacia el césped, y volver al punto desde el que había partido. Luego abandonó el tallo como algo inútil y esforzando sus mandíbulas con un pedazo de cal -diminuto pero pesado, comenzó de nuevo el mismo camino. ¿Qué hay en ser capaz de decir que uno ha dominado la corriente en una actitud de defensa propia; en probar que uno ha tenido la experiencia de cargar un tallo? "

6 de noviembre de 2007

José Lezama Lima


















(Ensayo)



CORONA DE LAS FRUTAS



Bastaba en lo quede la prisa o madroñuelo, un grano de pulpa para que aromoso se esparciera por toda la noche de la doncella. Había en ese buen olor como una conseja del diablo, como la bolsita que abandona cuando tiene que saltar por los campanarios. Delicia momentánea de lo infernal, abejas del gusto frente a la avutarda de la estancia perenne, un instante frente a una bocanada fría. Antes de venir la fruta a calmar o exacerbar el mediodía inmóvil, era también un arquetipo para los sentidos de interrogante felpa. La fruta, antes que una provocación del gusto, era una coronación de los sentidos, un triunfete de la mansión, al lado de los cuernos del caracol, la curvatura de la hoja, la espina de oro, la oreja. En las vicisitudes de lo frutal, primero la emanación olorosa, pensamiento de un demiurgo que fue de la corteza del dios fluyente.
En la exquisitez de sus agriculturas a lo divino, San Francisco de Sales nos toca con su sabiduría, cuando nos recuerda que si en la lasca lunada de una almendra, grabamos un nombre y lo ajustamos de nuevo a su nuez, todo el fruto repetirá el secreto allí impreso. Parece como si en la almendra hubiésemos deslizado el nombre de María. Y todo el nombre dijese y alzase la que de sus entrañas dio un fruto. La alabanza y la parábola repleta, la alianza de la húmeda sombra y del huevo solar, los dones habladores en la canasta de las ofrendas, al lado de un Hermes priápico, que parece responder a la risotada con la cascada semioculta.
Cuando revisamos la maravilla frutal en manos de un cronista de Indias, nos parece contener, junto al penacho del faisán alabancioso, como una decepción comparativa. Como quien elogia una piel, pero sueña con un reverso pecoso. Uno de esos cronistas alza el mamey, celebra el rugoso leonado y el suave infierno absorto. Subraya que el hueso tiene "el color y la tez de las castañas injertas mondadas; luego está antes que la pulpa, previo en la ajena golosina de la navidad, y ninguna cosa faltaría para ser las mismas castañas si aquel sabor tuviese". Está todavía en el recuerdo barroco del gongorino erizo, el zurrón de la castaña. En medio de la pulpa americana, busca el cronista la convicción de la almendra amarga, la compresura de la corteza que la fruta alzó por lo terrosa.
Pero el cronista va orientando su navegación de olores, en persecución de las dimensiones de la tipicidad americana. La guanábana, gorgona sin misterio, chorrea nectarillos y hormigas. Ascendió bondad albina, mariscala azucarada, basta ya el rasguño para limpiarle la corteza. Apunta el cronicón: "aunque un hombre se coma una guanábana de éstas, que pese dos o tres libras y más, no le hace daño ni empacho en el estómago". Aquí el horno de las transmutaciones pudo llevar la pulpa azucarada al mismo Pegaso sanguinoso, aumentó el horno porque se lanzó en combustión la misma cabeza de árbol, hablando con una vocecilla de alquimia dulzaina, terrón por lo melosa.
En el ondular americano parece como si la naturaleza hubiese alcanzado los frutos de la sabiduría. Aquí el fruto se ha sacado la magia o la maldición para amigarse con las virtudes salutíferas. Si una mujer en el menstruo, nos dice la graciosa sabiduría de Plinio el joven, pasea por debajo de un árbol, los frutos aún verdeantes, se desprenden inservibles. Por nuestras planicies parece como si el fruto oyese la melodía de una sangre, que no enemistó, la criatura con la naturaleza, sino por el contrario, parece como si el juego ascensional, que descansa en la fruta, sintiese las vueltas circulares de una sangre, que transparentó hasta el límite el misterio de una dependencia, al organizar el espíritu de una naturaleza invisible, pero exasperada y clamante. Logra así el fruto como la ley del traspaso de una plenitud sucesiva. En esa cosmogonía el fruto se forma en una naturaleza, ni naturalizada ni naturalizante, pero que forma parte del balido, de la sucesión del oleaje de la respiración de los astros, de la dilatación de las plantas, prolongados dictados donde la sucesión de la plenitud de las formas logra inscribir la posibilidad de una aventura que camine dándonos la espalda.
De la medianoche del desierto, dice el profeta Jeremías, viene el agua turbia, que da los melones del retortijo. De la posibilidad americana, viene un agua ejercitada en adentrarse como un buñuelo por las entrañas de la fruta, redondeándose en la obesidad fuerte del luchador japonés. Los antiguos descifradores de lo estelar ponían en sujeción con el planeta Júpiter, lo dulce, la sangre, lo verde y cetrino. Claros signos de lo americano junto con un agua ligerísima, llevada por la pimienta solar, que se adueña como en el sueño de la carnosidad de la fruta, destilándose un humor, que hace que el sabor se rinda a la pesadumbre de la pulpa, al mismo tiempo que un escozor se extiende por el marfil, la costa de las encías y el cuenco lingual.
Cuando en el tratamiento barroco de las frutas, un Góngora se acerca a la opilada camuesa, subrayándole que pierde el amarillo ante el acero del cuchillo, o un canónigo Soto de Rojas, encuentra que el melocotón al ser cortado sangra, tienen ambos que ir a una marcha verbal, en donde la exageración de los primores, revela que el exceso está en la verba, que subraya un encuentro menor, una golosina de melindres. Pero en el paisaje
americano, y ahora lo insistimos de nuevo, lo barroco es la naturaleza. Es decir que si un papayo, mantequilla de las frutas, o una guanábana, plateado pernil de la dulzura, recibiese el tridente de la hipérbole barroca, sería un grotesco, imposible casi de concepción. Lo barroco, en lo americano nuestro, es el fiestón de la alharaca excesiva de la fruta, lo barroco es el opulento sujeto disfrutante, prendido al corpachón de unas delicias, que en las miniaturas de la Persia o Arabia, eran sopladas escarlatas, yemas de los dedos, o pelusillas.
En la clasificación arbitraria de nuestras frutas, las hay en las que predomina la pasta lunar, con líquido azucarado, como caimitos, con sus ribetes de monseñorato, o la derramada guanábana. Las hay con el mismo líquido aljofarado labrando la tierra, como el mamey, que atolondra al extranjero, brindándole por el color un infierno cordialísimo. Hay las grandes bandas frutales, tan vehementes como las dos familias de gatunos y caninos, los que alzan el mamey sobre la piña. No soy yo de los que me encuentre en esa banda del gusto, que sigo manteniendo como la postura de1 triunfo de la piña, dicho por todos los citaredos. Su corteza no es de las que ceden al rasguño, antes bien sus escamas parecen guardarla hasta de la caída al mar. Su pulpa hay que reencontrarla con el cuchillo, librándola de unas tachuelas que están como ijares que acicatean la perfumada evaporación. Llevarla al gusto, en el punto donde su dulzor proclama, es ya una muestra de saber trabajar los manjares. Su perfección sutilísima es tan grande, que es como una visagra con su corrupción. Cuando el color cremoso de la masa comienza a trazar como unos eclipses y oscurecimientos, parece que convertidos en sombra nos deslizamos por las estalactitas del paraíso. Desde Carlos V hasta Talleyrand, nombres de clásica robustez o de la demoníaca exigencia, han proclamado la extensión de sus dominios en el cielo del paladar.
Los cronistas de aguacate llaman pera, sorprendidos de esa mezcla de almendra y de pera, de aceite y de misteriosa linfa. Don Juan Montalvo, le llama con desdén carne de perro vegetal y la rehúsa en sus banquetes. Qué horror. Deslumbra tanto como la piña, aunque su carne es muy a lo humano. Gran asimiladora de la lluvia, la piña se le adelanta por su absorción del rocío del amanecer. Pero hay un rocío de la medianoche, casi lluvia de caladillo, que parece irle derechamente a la entraña del aguacate. Esta natural retorta de almendras, regala todos los días de medio año, el puré cotidiano de lo maravilloso incorporado.
Como esos combates entre divinidades lunares y solares, tan frecuentes en la India, el mango guarda en su corteza como la diversidad de una paleta crepuscular, o unas valvas moluscoidales de amanecer. Medialuna morada, espirales amarillos, crecientes verdeantes, guardan el ofrecimiento de una pulpa solar acompasada. El yodo que decanta, prez de los capilares, está en las muscíneas de los comienzos. Yodo de algas, de estrellas de mar, de holoturias que chillan los bandazos de la marea. Cuando nos enteramos que dio cuatro frutos el primer árbol de mango sembrado, que fueron vendidos a onza cada uno, precisamos la magia equivalente de aquella contratación, un oro de pulpa, que era cambiado por un oro de fiducia. El precio del sabor de este fruto, guarda siempre como la nostalgia de aquella onza. Nuestro gusto paga siempre una onza por este asombro de germen solar.
En un trópico que no es el nuestro, el de Pablo y Virginia, el crecimiento de un árbol es la marca de una ausencia. En el nuestro, el árbol frutal forma parte de la casa, más que del bosque. Forma plena la de la fruta, es la primera lección de clásica alegría. Es un envío de lo irreal, de una naturaleza que se muestra sabia, con un orden de caridad, indescifrable, que nos obliga a ensancharnos. No dan esas frutas por la incorporación, una plenitud más misteriosa que la imagen en el camino del espejo. Si tapásemos todos los espejos, por donde transita la muerte, las frutas de nuestro trópico, al volver a los comienzos, alcanzarían la plenitud de su diálogo en ese tiempo mitológico. Son un eco, no descifrable, de la dicha total interpretada. Preludian el árbol que acoge la transparencia del ángel, las conversaciones del hylamhylam con el colibrí.

Lunes de Revolución. La Habana, diciembre 21, 1959
(Recogido en Imagen y posibilidad)

Entrevista a Antón Arrufat

Octubre, 26, 2007

Programa Radial “La Noche se Mueve”
Miami, 1210 AM, de 9 a 10 p.m. Lunes - Viernes

Con Edmundo García.








Antón Arrufat Marat nació en Santiago de Cuba, el 14 de agosto de 1935.  Es graduado de Filología en la Universidad de La Habana. Destacado dramaturgo, poeta, narrador y ensayista. Autor de una cuantiosa obra. Estudia la primera enseñanza en su ciudad natal y en 1947 se traslada con su familia a La Habana. Residió en Estados Unidos y en Europa.Escribió sus seis primeras obras entre 1957 y 1964. Su ya clásica El caso se investiga (estreno en 1957) se convirtió en un hito, al unir por primera vez en la escena nacional la herencia vanguardista europea con el vernáculo. Por su polémica pieza Los siete contra Tebas (1968) le fue conferido el Premio de Teatro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En 1962 aparece En claro, su primer libro de poemas.
Recibió Mención de Teatro por El vivo al pollo y de Poesía por Repaso final en el Premio Casa de las Américas, además obtuvo el Premio de la Crítica Literaria por La caja está cerrada (1984), Lirios sobre fondos de espadas (1985) y La tierra permanente (1987).
En 1968 sufrió la censura del gobierno cubano por su ya mencionada obra teatral Los Siete contra Tebas. Cuando se representó por primera vez, causó gran revuelo por el nivel de la crítica que contiene. Por esa razón pasó catorce años de castigo y marginación empaquetando libros en el sótano de una biblioteca en Marianao. En 1984, luego de ser exonerado, volvió a publicar.
Arrufat ha sido jurado en los concursos más importantes del país. Recibió la Medalla "Alejo Carpentier" en el año 2000 y ese mismo año le fue concedido el Premio Nacional de Literatura, por su obra total. Su teatro ha sido traducido al inglés, francés y polaco, y estrenado en México, Estados Unidos de América, Venezuela, Puerto Rico y Polonia.
Los siete contra Tebas, se estrenó en La Habana el Sábado, 20 de Octubre de 2007… treinta y nueve años esperó para poder ser llevada a las tablas. El estreno corrió a cargo de la compañía Mefisto Teatro y del Conjunto de Danza de Santiago Alfonso, bajo la dirección de Alberto Sarraín. La puesta en escena constituye un momento memorable en la historia contemporánea del teatro cubano.




Simbología
EG. Edmundo García
AA. Antón Arrufat



EG. Amigos muy buenas noches hoy será probablemente uno de los programas más emotivos que yo haga para Ustedes… no se si podré ser el entrevistador que Ustedes esperan… tengo en la línea telefónica, desde La Habana, Cuba a uno de los hombres que más he querido y respetado a lo largo de mi vida, por su grandeza intelectual y por su grandeza humana; sin lugar a dudas uno de los pensadores y creadores más sólidos del Siglo XX cubano y de este que vamos andando, un hombre con posiciones fuertes y propias, un poeta y narrador, un dramaturgo, un novelista, un hombre con un intelecto y una cultura increíbles, un hombre con una rapidez y una vivacidad tremenda, pero además, él es una de las dos personas que en esta vida, cuando yo era muy joven, me enseñó a pensar y eso es algo que me ha acompañado siempre. Ha vuelto a estar de moda. Cada cierto tiempo él se pone de moda, por las algazaras o por los silencios que conforman su entorno: el importantísimo intelectual cubano Antón Arrufat, desde La Habana, Cuba… buenas noches y muchas gracias Antón.

AA. Buenas noches, Edmundo, sé que en Miami llueve y aquí también está lloviendo…

EG. ¿Y eso quiere decir algo?

AA. Sí, que tenemos al menos una condición de igualdad, la lluvia se nos parece…

EG. Mire, Usted sabe que en esta latitud donde yo vivo tengo que poner comerciales para vivir… ¿Usted me deja cumplir los compromisos comerciales antes de empezar esta entrevista?

AA. Sí, como no.

EG. Bueno, muchas gracias y Ustedes amigos, no olviden que estamos en una noche extraordinaria, Antón Arrufat, uno de los más grandes intelectuales, narrador, polemista, uno de los hombres más brillantes del pensamiento intelectual cubano… en vivo desde La Habana, Cuba.

(Comerciales)

EG. De regreso con Antón Arrufat desde La Habana, Cuba, autor de “Los Siete Contra Tebas”, obra que junto al libro de poesía “Fuera de Juego” de Heberto Padilla - que murió aquí en los Estados Unidos – forman parte de la catarsis más fuerte que se produjo en la cultura cubana y que llevó a procesos tristes, llevó censura, llevó silencio… que después se convirtió en el llamado decenio o quinquenio gris de la cultura cubana. Hace algunos meses esto fue tema de discusión de la intelectualidad cubana, participaron muchos intelectuales y artistas, incluso desde otras latitudes. Hace cuarenta años Antón Arrufat obtiene el premio de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) con la obra “Los Siete Contra Tebas” y durante todo este tiempo esa pieza formó parte de una sombra en la obra de Arrufat. Hace a penas unos días esa obra tuvo su estreno mundial en La Habana, en presencia y en vida de su autor, quien dijo en las palabras iniciales de la presentación que éste pudo haber sido un homenaje póstumo… ojalá que eso nunca suceda, ojalá Antón viva ciento cincuenta años y que todo esto sirva para recomponer nuestra historia cultural, para entender nuestros procesos y nuestras diferencias… Antón, ¿cómo define Usted el hecho de que “Los Siete Contra Tebas” haya subido a escena en Cuba?

AA. Bueno, es un poco difícil de definir Edmundo, porque el tiempo ha pasado y las circunstancias sociales que produjeron esa obra, que no es un reflejo directo porque yo no hago una escritura literaria que refleje directamente la realidad, sino que hay transformaciones, juegos, metáforas, pero de todas maneras tuvo una relación muy estrecha porque fue censurada, fue marginada y por eso yo pasé muchos años en una biblioteca, no leyendo libros, sino haciendo paquetes en el sótano… (Risas)… sí, no vayan a pensar que yo estaba allí sentado leyendo libros, yo estuve en el sótano de esa biblioteca cerca de catorce años…

EG. Castigado…

AA. Sí, pero en fin, eso pasó, las cosas fueron cambiando, se fueron transformando, las circunstancias sociales cambiaron hasta cierto punto, pero creo que ahora todos somos más sabios y podemos entender que una obra de teatro debe formar parte - cuando tiene alguna calidad - de la tradición de ese país, debe integrarlo y eso es lo que yo creo que ha pasado ahora con esta obra, que me ha producido grandes expectativas según las preguntas que me hace la gente, he visto diferentes generaciones en el teatro. El día del estreno hubo una asistencia de mil quinientas personas, lo cual es muy sorprendente para una obra teatral, al día siguiente fueron novecientas personas y ayer Jueves, cosa extraordinaria en el teatro cubano porque las funciones se hacen de Viernes a Domingo, con esta obra se hace el Jueves y también fueron cientos de personas y además esas cientos de personas son de diferentes generaciones, hay muchos jóvenes muy interesados y muy curiosos que preguntan ¿qué pasó? y gente de mi generación… el día del estreno mucha gente lloró y en fin ahora está ocurriendo…

EG. Y Usted ¿también lloró?

AA. Yo lloraba mucho en los ensayos pero durante el estreno me aguanté y no lloré pero tenía muchas ganas de llorar y además yo dije siempre, lo dije públicamente, lo dije aquí en los medios de comunicación, que yo quería que la gente llorara porque eso forma parte de la catarsis aristotélica, de la tradición griega que esta obra trata de re- actualizar dentro del teatro cubano y ese es también un acto de purificación, la gente se siente mejor… y como decía una actriz francesa que ya murió… así los ojos brillan más.

EG. Antón, déjeme decirle que yo formo parte de esos jóvenes que no vivieron esa época en que ocurrieron estas cosas, yo estaba naciendo. Y como uno más de esos jóvenes, déjeme preguntarle – bueno ya soy casi un medio tiempo – sobre todo para este público de aquí que no entiende, ¿qué pasó en aquella época?

AA. Bueno, ya tú explicaste que mi obra estaba unida a la de Heberto Padilla, poeta cubano, que además fue mi gran amigo y nada, se produjo algo que yo creo que la dirigencia política del país no entendió bien, no supo cómo aceptar o asimilar este fenómeno y organizó la represión que es la salida más rudimentaria para este tipo de cosas de la cultura y eso duró muchos años.

EG. Antón, durante el período de catorce años que Usted estuvo castigado haciendo cajas en una biblioteca, ¿en algún momento usted lamentó haber escrito “Los Siete Contra Tebas”? ¿Por qué esta gente lo premió?

AA. Bueno, yo no soy un hombre de resentimientos, yo soy un hombre que sabe que la situación de un escritor en cualquier sociedad no es cómoda, no hay artista ni escritor que no haya chocado en algún momento con la sociedad en la cual vive, que no haya tenido roses, dificultades, conflictos, eso lo sabía muy bien y siempre me decía la frase de Borges, el escritor argentino… nunca nos han tocado buenos tiempos en qué vivir…

EG. (Risas)… sí, sí, termine la idea, puede terminar la idea si quiere…

AA. Bueno, la risa tuya me interrumpió… me quedé oyendo tu risa y me dije si él se divierte, ¿por qué no me voy a divertir yo?

EG. (Risas)… Antón, sobre el debate que hubo entre los intelectuales cubanos hace poco y que vimos en la televisión, lo que sucedió alrededor de las entrevistas de Luis Pavón y Papito Serguera… ¿Esta discusión profunda entre los intelectuales cubanos y la dirección cultural del país influyó de alguna manera en que “Los Siete Contra Tebas” subiera a las tablas?

AA. Mira, hay algo a lo siempre se refería Lezama Lima, el azar concurrente. Algunas cosas coincidieron, por ejemplo, yo fui a Madrid en el mes de Noviembre del año pasado y allí tuve la oportunidad de hacer una amistad un poco más estrecha con Alberto Sarraín, director cubano, expatriado, que vivió mucho tiempo en Miami y que ahora vive en Madrid. Nos pusimos a hablar y él me dijo, yo creo que la cultura cubana tiene que hacerte una reparación y esa reparación debe ser poner a “Los Siete Contra Tebas”, es un acto de justicia, debe ponerse en el teatro y eso es algo que la cultura cubana te debe… yo voy a ir a La Habana a ponerla. Y así fue, él vino a principios de este año, desde Mayo está aquí, ha trabajado enormemente porque ésta es una obra muy difícil de decir, es una obra complicada verbalmente, es una obra que tiene una estructura simple pero verbalmente es compleja. No es una obra fácil en el sentido de que las cosas ocurran en el escenario sino que yo usé la misma técnica, el mismo estilo en el que se basa la obra, yo usé esa manera que tenían de que las cosas ocurrieran fuera y se narraran dentro, cosa que hizo que yo me fijara mucho y me adiestrara mucho para que eso pudiera ocurrir de esa manera y yo creo que Sarraín lo ha resuelto de una manera espléndida, la gente sigue muy bien toda la historia que es muy simple y disfruta mucho de las soluciones teatrales que él ha encontrado que son muy hermosas, además ha tenido un equipo único, ha tenido a Arrocha que es uno de los diseñadores más importantes que hay en este país, a Repilado que puso las luces y se hizo una escenografía espléndida…

EG. Antón, eso le iba a decir… según las fotografías que ví, me llamó poderosamente la atención el despliegue escenográfico, una producción espectacular…

AA. Si, es algo que aquí ya no se hacía…

EG. Fue lo que me pareció…

AA. La gente está muy asombrada, la gente joven dice que nunca había visto en La Habana una obra con esa grandeza, con esa majestuosidad y entonces eso también ha impresionado mucho, porque en ese sentido él renueva la puesta en escena nacional, ha hecho algo de envergadura, aquí hacemos un teatro más modesto porque artísticamente nos parece más efectivo, esto está dentro de la línea de Roberto Blanco, en la línea de las grandes puestas que se hacían antes en el Mella, como “Fuenteovejuna”, las obras de Bertold Brecht, donde asistían multitudes, ese después pasó a ser un teatro de danza, de folclor.

EG. Para el público, Antón Arrufat es premio Nacional de Literatura, entre otras muchísimas distinciones a todos los niveles. Quiero preguntarle, Antón, ¿retocó el texto de la obra del original que Usted escribió a mediados de los sesenta, hubo algún cambio en la escritura, en la palabra?

AA. Está tal cual, algunos amigos “malvados” llevan la obra al teatro, aquella edición original que nunca circuló, la llevan y con unas pequeñas linternas la van siguiendo, piensan que sí la arreglé y yo no he arreglado nada… (Risas)… el director tampoco, o sea, es como un texto sagrado, es como si lees la Biblia, es una cosa sagrada que es intocable. Los actores, tú sabes cómo son, de vez en cuando encuentran una palabra difícil y la sustituyen por otra que les gusta más, pero eso es inevitable.

EG. Pero eso con Usted no es muy fácil, cambiarle a Usted una palabra no es muy fácil… (Risas)

AA. Bueno a veces ellos lo han conseguido y a veces han mejorado la línea, para que sepas. No hay que ser tan dogmático en esto, los actores a veces mejoran los textos.

EG. Antón, además de que el tiempo ha pasado y existe una nueva proyección de la cultura cubana en interrelación con sus creadores, además de la intención de Sarraín, además de lo justo de que esta obra subiera a escena después de cuarenta años de silencio, además de todo esto, ¿hubo una voluntad del Ministro de Cultura de Cuba para que esto sucediera?

AA. Mira, yo traje la proposición de Sarraín y un día en una reunión el Ministro me pasó por el lado y le dije, Sarraín quiere poner a “Los Siete Contra Tebas”, él se detuvo y me contestó, apoyo, apoyo ese proyecto. Inmediatamente le escribí a Sarraín y le dije que el Ministro dijo “apoyo”… (Risas)… Sarraín amaneció en el aeropuerto de La Habana y lo “obligamos” a cumplir con sus palabras. Enseguida empezaron los castings, se empezó a hablar con el equipo, es increíble la cantidad de cosas que se han movido y el esfuerzo que se ha hecho para poner esa obra, hay treinta y dos personajes en el escenario, porque él duplicó el foro, entonces a eso se le agregó música, se utiliza una música folclórica griega que queda muy linda allí. Una compositora de apellido Echevarría hizo la música, a veces militar, a veces sentimental y se va pasando toda una partitura musical, la obra dura una hora y media, como una película y uno no se levanta nunca.

EG. Yo se que Usted es muy sarcástico cuando le mencionan esta palabra… ¿qué dice la crítica especializada?

AA. ¿Qué crítica?... (Risas).

EG. La especializada, la que escribe sobre teatro, Antón…

AA. Bueno, aquí hay muy pocos críticos de teatro, hay uno o dos, uno escribe en un periódico y otro escribe en el otro y hasta ahora no han dicho nada, están estupefactos, se que todos han ido, cómo no… escondiéndose de mi, pero sí han ido y no saben cómo juzgar esto.

EG. Antón, ¿asistió alguno de los censores de entonces?

AA. Yo los hubiera invitado, con invitación especial con mi firma, para que entraran y se sentaran en la fila de mis invitados.

EG. ¿Hubiera invitado a Quesada, Pavón… a esas personas?

AA. No iban a ir, aunque están vivos igual que yo.

EG. Claro, por eso debió invitarlos, ellos podían asistir…

AA. Bueno digamos, si él tuviera energía, si él tuviera (…) él podía perfectamente bien haber ido… (Risas).

EG. ¡Qué bien Antón, qué explícito! Déjeme decirle algo, en Internet, a todos los niveles, en los blogs, en las columnas, en las opiniones, todo el mundo hispano, cubano y no cubano, está muy conmocionado con la puesta en escena. He visto portales y páginas en Estados Unidos, México, España, Chile, Argentina, Canadá… todo el mundo ha hablado de la puesta en escena de “Los Siete Contra Tebas”, con su connotación política pero también con su excelencia teatral… ¿La reacción del público en Cuba, ha sido la misma?

AA. Sí.

EG. Me alegro mucho, Antón.

AA. Sí, es un público constante, me preguntan, puedo ir, cómo entro… hay colas desde temprano… si, sí, ha sido realmente espléndida la reacción de la gente y los aplausos, las ovaciones. Bueno, fue tanto el día del estreno que tuve que subir al escenario y por el pasillo del teatro me tiraban flores, también de las lunetas y al escenario me subí – como se decía en mi pueblo Santiago de Cuba – con una “pucha” de flores, de mariposas que a mi me encantan, todo el mundo sabe que esa es la flor que más me gusta porque tiene un olor muy fuerte y me subí allí arriba y agité el manojo aquel de flores allí arriba, algunos me dijeron, chico, tú te crees que eres Joséphine Baker, no hay autor que se atreva a retratarse con las manos en alto, así como tú, ¿qué cosa es eso?… pero yo estaba contento, yo estaba muy contento.

EG. Pero lo que le iba a decir, Joséphine Baker se retrataba con platanitos en el escenario… Usted escogió una “pucha” de mariposas… ¿Usted se siente retribuido, se siente satisfecho, su alma espiritual, su alma creativa está en paz?

AA. Mira Edmundo, yo no tengo mucha costumbre de pensar sobre mí, la gente piensa que eso es una vanidad invertida, que yo soy un enorme vanidoso y que finjo no serlo. Pero yo no tengo mucha costumbre de pensar sobre mí, me gusta más pensar sobre los demás, por eso escribo novelas, obras de teatro, etcétera. Estoy que no se muy bien lo que tengo que opinar sobre mí mismo, no se bien qué opinión debo tener. Voy al teatro a cada rato… hoy no fui porque tú me llamaste, pero tenía una tentación enorme de decirte que no, que esta conversación no, porque yo me quería ir al Mella a ver mi obra… en este momento se debe estar acabando ¿no?, le queda media hora, a las 10 se acaba. Yo no se qué pensar, y no es hipocresía, después, cuando pasen los días, se me aclararán las ideas y lo que esto significa para mí.

EG. Pero de todas formas Usted es alguien que no se sabe promover…

AA. Eso me dijo una italiana que me quería mucho, nunca llegarás lejos porque no te sabes promover, pero yo me promuevo trabajando, he escrito muchos libros. Como tú sabes “Los Siete Contra Tebas” no es la única obra que yo he escrito, he escrito veinte o veinticinco títulos y todavía no se ven, espero que se exhibirán algún día, ¿verdad?

EG. Claro, claro. Antón, déjeme decirle y pasando a otro tema, a mi me ha dejado impresionado y he leído mucho sobre “El Hombre Discursivo”, talvez su última entrega, ha tenido un impacto tremendo…

AA. Si, sí, es del 2005, pero ahora para la feria (Feria del Libro de La Habana) voy a sacar ¡once títulos!… de ellos seis son inéditos, he trabajado como una bestia para terminar esos libros.

EG. ¿En qué géneros?

AA. Hay un libro de cuentos que me gusta mucho - los he terminado todos en este año 2007- que se llama “Los Privilegios del Deseo” es como un mundo virtual, tú sabes, un mundo de la imaginación en el sentido de que el deseo hace que las cosas se produzcan y yo no se si se producen realmente o no, pero eso es lo que el deseo sueña. También un libro de poemas que se llama “Manual de Inexpertos” porque son poemas muy irónicos y después tengo un libro de ensayos sobre teatro que se llama “La Manzana y la Flecha” donde hay una larga entrevista que me hizo Jesús Barquet que tu sabes que hizo un libro sobre mí, él es un crítico que vive en Estados Unidos, con una larga entrevista esencialmente sobre “Los Siete Contra Tebas”, así que ese libro tendrá esa novedad, ahí hablo de cómo se puede poner en escena, antes que se pusiera y sin que nadie se imaginara que se iba a poner alguna vez.

EG. Talvez Usted es el escritor cubano que más amigos tiene y que más personas le quieren… no digo que a otros también…

AA. El que tiene muchos amigos tiene también muchos enemigos. Un rey inglés dijo una vez:… yo tengo más enemigos de los que necesito…

EG. Y, ¿cuál sería su enemigo más evidente?

AA. Mi enemigo más evidente es la esterilidad, no sentarme en la máquina a trabajar es el mayor enemigo que me pueda perseguir y quieran los dioses que no me alcance nunca.

EG. Antón, esta es una pregunta trillada, pero bueno. Después de esta creación crepitante y en catarsis total ¿hacia dónde va Usted, hacia la poesía, hacia el teatro…?

AA. Bueno, ahora algunos directores me miran a regañadientes… yo iba el otro día por la calle Obispo y uno de ellos se acercó y me dijo, ¿cómo no me diste a mí “Los Siete Contra Tebas” para ponerla yo?, y yo le dije, por favor, pero si estaba allí en el estante, no tenías más que cogerla con tus manitos y dirigirla… entonces algunos ahora me están pidiendo que les escriba alguna obra, que a partir de ahí siga estrenando teatro. Pero no se chico, porque el teatro es un género muy despreciado y muy depreciado.

EG. Y siempre anda en crisis.

AA. Sí, además necesita de voluntades enormes, necesita de mucho dinero y una novela claro que me toma muchísimo más tiempo, me lleva como trescientas páginas y una obra de teatro son sesenta y enseguida se puede poner, pero la novela me da más beneficios y menos dolores de cabeza.

EG. Quiero hablarle de dos amigos suyos, me gustaría que Usted se los imagine un poco. Ellos fueron testigos del silencio de “Los Siete Contra Tebas”, uno vivía allí en esa calle que Usted vive ahora… yo me lo imagino a Usted en una casa en la calle Trocadero en Centro Habana, en un segundo piso, cerca de un balcón rectangular inmenso desde el cual se puede divisar, como a unos cincuenta metros más abajo, la casa de Lezama Lima… ¿qué hubiera pensado él?

AA. Estoy parado en ese balcón, toda esta conversación la he hecho en ese balcón…

EG. ¿Usted cree que él nos está escuchando?

AA. Si, él tenía un gran oído, él era un tipo que oía muy bien y a él le gustaba mucho esta obra y me dijo, chico tú has logrado hacer una obra cubana sin utilizar ninguna de las cubanizaciones, hiciste una obra que parece abstracta, que no alude a nada cubano, ni a la palma, ni a las maracas y sin embargo has hecho una obra que uno la ve como cubana porque incide en este país. Y el otro ¿quién es?

EG. Virgilio Piñera.

AA. Para los dos hubiera tenido dos lunetas… con el nombre de cada uno puesto en un cartel bien grande, pegados a cada luneta…

EG. Le tengo un tercero: Guillermo Cabrera Infante.

AA. Ah, lo quise mucho, pero él no alcanzó en Cuba el problema de “Los Siete Contra Tebas” no se qué opinaría. Yo lo ví uno o dos años antes de morir, nos encontramos en Londres, me llevó una inglesa agradabilísima, tú sabes que yo me pierdo en todas las ciudades, él me recibió y despidió a la inglesa inmediatamente, casi le cerró la puerta en la cara y ella le dijo, pero Usted me ha convertido en una mensajera de correo, y él le contestó, no, no, esto es entre él y yo nada más… y le tiró la puerta en la cara. Entonces me dijo a mí, hace treinta años Antón Arrufat que no nos vemos ¿tú estás consciente de esos treinta años?, yo le dije que sí – me sentó en un sillón y encendió una lámpara – ahora te digo otra cosa, ¿tú estás consciente de que tú eres la única persona que yo quiero en Cuba?, yo le dije que no exagerara y él contestó, sí, porque los demás ya están fuera, tú eres la única persona que me queda en Cuba que yo quiero… y ahí conversamos muchísimo. Después salimos, estaba Miriam Gómez, salimos con unos grandes paraguas porque como es natural en Londres llovía, fuimos a la casa de Eliot, (…), tú sabes que él vivía en ese barrio donde vivía la princesa…

EG. En Gloucester Road, en Kensington.

AA. Ah, verdad, tú estuviste allí….

EG. Sí, yo fui recibido por Guillermo Cabrera Infante y pude conversar con él en varias ocasiones, él me dedicó su libro gracias a que fui recomendado por Usted y solo por haber sido recomendado por Usted...

AA. Sí, algunos escritores cubanos quisieron ir y él dijo que no… él era muy difícil.

EG. Yo le tengo una sorpresa preparada. Hay alguien de esa vida suya de entonces que le quiere mucho y que también forma parte cercana de Guillermo, la estamos localizando, vamos a ver si la encontramos porque desde hace días me estaba pidiendo su número, me estaba diciendo que quería hablar con Usted, se trata de Zara Calvo...

AA. Ah… yo la quiero mucho, yo estuve en Miami en el año 2001 y ella me fue a ver a la casa de mi hermana y allí estuvimos conversando y recordando…

EG. Parece que no va a ser posible… Antón, con relación a los escritores e intelectuales cubanos que están en medio de este proceso de transformaciones de la sociedad, ¿Usted cree que ellos reflejan en su obra la interrelación entre la dinámica de la vida y la creación artística?

AA. Mira yo creo que en los jóvenes sí, en los hombres de mi época que ya tenemos setenta o setenta y cinco años eso no se nota tanto porque ya escriben menos, yo creo que el único que escribe de esa generación soy yo, lo digo sin vanidad ninguna. Pero a los jóvenes les interesa mucho lo que ocurre en la sociedad, sobre todo a los narradores. Los poetas tienen otra vida, no se les puede exigir que reflejen lo que está pasando, pero a los narradores sí, los narradores tienen una gran curiosidad, un gran interés y aparte de eso lo saben hacer con un lenguaje literario que también es importante, porque lo otro sería hacer periodismo, que tiene su validez, pero no es lo mismo.

EG. ¿Usted no tiene nada contra el periodismo, no?

AA. No, yo no tengo nada contra el periodismo, solo estoy distinguiendo lo que es una novela de un reportaje, eso lo sabe el periodista y lo sabe el novelista… quieren hacer cosas con el lenguaje y quieren hacer cosas con lo que ocurre en la sociedad, entonces algunos temas que antes eran tabú y que no se tocaban, ahora se tocan con mucha franqueza y estos jóvenes son interesantes, algunos de ellos son muy interesantes.

EG. ¿Sigue Usted siendo una figura tutelar, una especie de pivote para los jóvenes?

AA. Ellos me dicen eso, no se si es verdad.

EG. Pero Usted tiene una vocación de formador, Usted es una persona generosa con los jóvenes, siempre los ha orientado con el mejor de los ánimos, respetando las individualidades, eso me consta…

AA. Sí, los dejo en libertad tal y como me enseñó el Señor Virgilio Piñera, libertad para ellos, que no era la tendencia de otros que querían formarlos a su manera… no, no, yo los dejo en libertad, yo tengo una revista con una tirada de cien ejemplares, una revista manufacturada, tengo una pequeña institución cultural que se llama “La Torre de Letras” donde damos charlas, recibimos personas, la atendemos Reina María Rodríguez y yo y ahí se aglutina una juventud muy interesante y en fin eso es lo que hago.

EG. Antón, ¿ya no le gusta, ya no se divierte hablando mal de los escritores?

AA. Estoy “juramentado” un amigo un día me recibió y me hizo jurar que no iba a hablar mal de los escritores, entonces yo le dije que me quedaría mudo porque yo sin hablar mal no puedo hablar, ahora lo que hago es que no los menciono y así poco a poco la gente los va a ir olvidando…

EG. Bueno Antón, tengo muchas ganas de saludarlo, lo quiero mucho, le doy las gracias por esta conversación, realmente Usted es una figura que además de lo que yo siento en el plano personal por Usted, me satisface mucho ver cómo tanta gente, en tantas partes del mundo sienten lo mismo por Usted, el mismo respeto independientemente de cualquier posición, de cualquier orden extra-literario. Las personas por Usted sienten un gran respeto, una gran admiración y realmente Usted está en ese selecto y pequeño grupo de escritores cubanos junto a Virgilio y Lezama y las personas que podemos tener el privilegio de conocerlo, de tratarlo, de recibir su afecto, su tutoría, a tantos que nos ha enseñado a pensar con ese magisterio del cual yo siempre trato de aplicarme, ahora en la distancia a través de sus libros, pues yo me siento muy orgulloso, yo estoy tan emocionado ahora como cuando ví que Usted recibía esa ovación…

AA. Bueno, gracias, Edmundo, muchas gracias, yo también estoy lleno de recuerdos y de ganas de comunicación, espero que eso se logre.

EG. Buenas noches Antón, buenas noches y muchas gracias.

AA. Muchas gracias a ti.

Versión corregida y aprobada por “La Noche se Mueve”
Noviembre 3, 2007

Paul Celan


Poeta francés en lengua alemana, de origen rumano. Nació en Czernorwitz, Rumania, el 23 de noviembre de 1920, en el seno de una familia judía. En 1942, mientras estudiaba en la universidad de su ciudad natal, sus padres fueron deportados y murieron en un campo de concentración, mientras que él fue recluido en un campo de trabajo. Tras ser liberado en 1944 se trasladó a Bucarest, donde trabajó en una editorial, pero abandonó Rumania en 1947 para pasar una breve temporada en Viena. En 1948 se trasladó a Francia, obtuvo la nacionalidad francesa. Celan tradujo al alemán las obras de Arthur Rimbaud, Osip Mandelstam y otros poetas. Su primera colección de poemas, Amapola y memoria (1952), incluye su poema más famoso 'Muerte en fuga' (1948), una descripción del campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Su poesía, influida por el surrealismo y rica en imágenes bíblicas, expresa su sentimiento de lo absurdo de la vida moderna y la dificultad de la comunicación. Sus otros dos libros importantes son Cambio de aliento (1967) y Hebras del sol (1968). Celan se quitó la vida arrojándose al Sena, el 20 de abril de 1970.







Muerte en fuga




" Leche negra de la madrugada la bebemos de tarde
la bebemos al mediodía de mañana la bebemos
de noche la bebemos y bebemos
abrimos una tumba en el aire -ahí no se yace
incómodo-
Un hombre habita la casa él juega con las serpientes
él escribe él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
lo escribe y sale de la casa y fulguran las estrellas silba
a sus judíos hace abrir una tumba en la tierra
nos manda "tocad ya para el baile".

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos de mañana y al mediodía te bebemos
de tarde bebemos y bebemos.
Un hombre habita la casa y juega con las serpientes él escribe
él escribe mientras oscurece a Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita abrimos una tumba en el aire
- ahí no se yace incómodo- Grita
cavad más hondo en la tierra los unos y los otros cantad y tocad
empuña el arma en la cintura la blande tiene ojos
azules cavad más hondo con palas los unos y los otros seguid
tocando para el baile.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y de mañana te bebemos
de tarde bebemos y bebemos
Un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita juega con las serpientes. Grita
tocad mejor la muerte la muerte es un maestro de Alemania. Grita
tocad más sombríos los violines entonces subís al aire en humo
entonces tenéis una tumba en las nubes
-ahí no se yace incómodo-.

Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un maestro de Alemania
te bebemos de tarde y de mañana te bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania
tiene un ojo azul te acierta con bala de plomo
te acierta justo
un hombre habita la casa tu pelo dorado Margarita
azuza a sus perros contra nosotros nos da
una tumba en el aire
juega con las serpientes y suela con la muerte
es un maestro de Alemania
tu pelo dorado Margarita
tu pelo ceniciento Sulamita. "



El Poder de la Palabra
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La vanidad es indecente
















Por: Alberto Abreu



Galardonado recientemente con el premio de Poesía de La Gaceta de Cuba, Rito Ramón Aroche pertenece a la oleada de escritores, artistas y pensadores que irrumpe en la escena cultural cubana en la segunda mitad de los ochenta. Con varios libros de poemas publicados. El último de ellos: El libro de los colegios reales, aparecido precisamente este año.



Mientras preparaba el cuestionario y las fichas para esta entrevista recordé aquella tarde de diciembre del 2000, en el marco de la Bienal de La Habana, cuando conversé, más bien discutí, por primera vez con Rito Ramón Aroche. Me parece estar viendo ante mí los edificios apuntalados de la Plaza Vieja, el polvero, el ajetreo de los constructores. Elio Rodríguez, había concebido un proyecto: una especie de tienda Fluxus improvisada a la intemperie. Allí estaban las mesas de Julio Neyra, Saydel Brito, acompañado de Lupe Alvarez, Alexis Esquivel... De repente, lo encuentro a mi lado esgrimiendo un grupo de reparos sobre las estrategias del lenguaje en el discurso crítico sobre el arte, las simpatías y apatías de los mismos artistas plásticos hacia ciertos críticos. (Acuerdos y desacuerdos a un lado) Comprendí que estaba ante un conocedor de las mañas de magaña, no sólo del campo literario. Esta entrevista, que ahora presento a los lectores de La Gaceta... puede leerse como prolongación de aquella conversación iniciada una tarde de diciembre, hace más de cinco años, en la Plaza Vieja.


¿Por qué no comenzamos hablando de los años en que te fugabas del servicio militar para conversar con Ángel Escobar, intercambiar libros...? ¿Y de aquellas madrugadas en las que trabajaste como custodio?


Con Ángel Escobar fue a principio de los 80 (¿1982 exactamente?) en un encuentro de Talleres donde hubo maña de magaña. Él, sin conocerme: No vengas más aquí, ve por mi casa. Y comencé a ir por su casa. Sí, ya yo estaba de servicio... en el Servicio. Al principio me costó trabajo acercarme. Era yo tímido entonces. Tan tímido que iba a las actividades y no me relacionaba con nadie. Todo lo que hacía era sentarme al final, escuchar y solamente escuchar. A veces tenía que ir a verlo al Teatro Nacional porque él estaba en un grupo de teatro que se llamaba Extramuros. Fui una vez y no lo vi. Después resultó que el grupo usaba de sede un viejo cine en la calle Belascoaín, creo. Y nada, intentaba presentarme actrices muchísimo mayores que yo. Decía: ¿Qué tú crees de aquella? Y sin darme tiempo: Voy a hablar con ella. Venía: Oye, dice que tú eres muy joven para ella. Ese era Ángel. Tú podías ir a su casa y lo menos que hablaba, aunque no siempre, era de literatura. No sé qué tendría. La gente se sentía muy estimulada por él. Viva moneda que nunca / se volverá a repetir. Andando el tiempo conocí en su casa a Nelson Villalobo, a René Francisco, a Ponjuan, a Ibrahím Miranda. No ha que René Francisco me recordó este consejo de Ángel: Hay que pasar con todo, pero no con todo. Rarísimo. En ocasiones ni hablaba. Los dos frente a un té. En otras no me dejaba ni llegar. Decía: Vámonos para El Mirador. Y uno, que no sabía qué diablos era El Mirador y que además, traía tremendas ganas de hablar de literatura, de enseñar los poemas, de aprender. Porque siempre me interesó, y nunca ha dejado de interesarme, que me digan más los defectos, no las virtudes. Era yo niño entonces, sabrás. No bebía, no nada. Corría mis kilómetros diariamente. No comía con grasa. Creo que ni siquiera había tocado la latica todavía. Ya te digo, no nada. Y él: Oye, yo antes era como tú, practicaba el culto a la salud. La primera super perga de cerveza en mi vida me la pagó en El Mirador de Alamar. Decía: Apúrate para comprar la otra. Y uno, que no sabía nada de beber... Y uno, que quería aportar monetariamente. ¿Te imaginas? Iba a verlo a Belascoaín. Vamos al frente. Un bar. Hacía esquina. También allí el primero de ron. De mi bolsillo nada. Estaba donde estaba. Tú sabes. Por fin los libros. Nada de intercambios, qué podía uno prestarle, era él quien me prestaba. A veces me lo leía en la misma parada. Viraba. Otro, ya me lo leí. A veces me lo leía en la misma parada pero no viraba, me daba pena. Me los leía en la doble cerca, mientras hacía guardia. Lo enredaba con unos bejucos, y hacía que daba paseítos, que hacía guardia. Nada, lo que hacía era leer, leer y leer. Oye, tú si tienes interés. Y luego: Además, tienes una cosa, devuelves los libros, porque sino, resuelves uno, pero pierdes un amigo. Me dio un día una lista de autores cuando ya había terminado, militarmente hablando, mi servicio...en el Servicio. Pregunté dónde estaban. Me dijo que en la Biblioteca Nacional y en Casa de las Américas. Salí a comérmelos. No encontré los que quise en la Nacional. Me colé en la de las Américas donde no prestaban a nadie en esa época que no fuera escritor, profesor, investigador, estudiante de letras... eso, según me dijeron... las mismas, que después comenzaron a prestarme, incluso, y a escondidas, hasta ejemplares únicos que a veces me leía en la parada misma. Regresaba. Otro. Ellas: Pero, ¿ya lo leíste? Tú tienes interés. Y así me hice socio. Tengo a mi lado aún el viejo carnet.


Lo de custodio fue ya justo cuando a mi novia se le ocurrió tener un hijo en medio del Período. Nació mi hija. Era ayudante de mecánico de ascensor. Cuatro años. Sacrificamos entonces el peor salario... ¿Sí? Por otro peor. De noche trabajaba de sereno, de día mi novia investigaba, escribía. De día casi no dormía, cuidaba a mi hija. Criaba puercos, gallinas, conejos, vendía puercos, no tenía clientes para gallinas; para conejos, tampoco tenía clientes. Debía comérmelos. Y me los comía. Después, no lo creerás, me encontré una chiva, y yo, que no soy bueno, no me iba a poner a llorar: ¿De quién es la chiva? Qué trabajo. No podía sacar la chiva a pastorear porque podía aparecer el dueño. Tú sabes. Tampoco podíamos hacer que pasara a mejor vida por su poco tamaño. La regalé. Había en el mismo patio una super mata de mangos. Muchacho, como tenía dueños durante el verano aquella mata. Mucho más hojas durante todo el año que mangos. ¿Quién dijo, si es que lo dijo, que un árbol es una catedral de hojas? Lo era este. Y qué mangos. Pesaban como cuatro o cinco libras. Ignoro si eran macondianos aquellos mangos. A veces tenía que salir al patio hasta con un casco. De noche, mientras dormías, podías sufrir infarto, Newton mediante, cuando caían sobre el techo de zinc de los puercos, las gallinas, la chiva o los conejos. Ismael le llamaba El patio inglés. Sudaba uno mientras barría; mientras, sacaba sacos y más sacos de hojas de aquel patio. Cosas de él: Hermano, voy a escribir una crónica. Nunca la vi. Y en medio de todo arreglaba la casa... cosa que nunca he podido terminar de hacer; casa que nunca creo pueda terminar de arreglar. Nada, los tiempos. Siento que no soy el único. Y no lo fui. De sereno trabajamos un montón de gente: Ismael González, Antonio Armenteros,... Hablábamos por teléfono. Hacíamos una especie de triway rudimentario, primitivo. Había que estar colgando y luego marcar para poder hablar con otro. ¿Quién es el tercero que siempre camina a tu lado? / Who is the third who walks always beside you? (Eliot). La noche en eso. La noche acompañado por los que nunca trabajaron de sereno: Kimani Carbonel, Ricardo Arrieta, Alberto Guerra... ya te digo, son muchos pero son, nos hacían la media, o por los que sí lo eran pero no trabajaban esa noche o, por los que lo fueron pero ya habían perdido el trabajo por equis motivo. ¿Te imaginas? En medio de aquello, en vez de buscar trabajo que diera dinero, lo que buscábamos era tiempo: para leer y escribir por la noche, para leer y escribir por el día. Las familias de uno atacadas. Sí, señor. Las noches eran (y me dicen que todavía son) interesantísimas para escribir. Eso, si te buscas un trabajo donde no haya mucho de qué preocuparse, ni que robarse, claro.


¿Desde la perspectiva que ofrece todo lo andado y desandado en estos años cómo ves la generación que emerge en la segunda mitad de los ochenta atendiendo al destino personal y literario de muchos de sus protagonistas?


Pienso efectivamente que un golpe de fecha (1989) hizo que lo que hubiera podido ser esa segunda promoción de los 80, viniera a parar de golpe y porrazo, a la primera generación de los 90. O algo así. Fecha tan traviesa se la pone un poco difícil a los críticos que gustan de acomodarlo todo... o tenerlo todo cómodo para no tener que pensar mucho, supongo. Y esto no fue malo. Hizo (muchacho, angustias son angustias) que muchos pudiéramos pensar más sobre lo que queríamos hacer, contra qué queríamos reaccionar. Cómo hay que leer. Qué es lo que hay que leer. Qué no. Y pudimos pulir y pulir y pulir, y romper y romper y romper. En una palabra: madurar. Hoy tú no ves eso. Se inventan generaciones. Escritores. Se les premian y se escribe sobre ellos cuando aún están super verdes punto com. . Estoy claro, no creo haya que escribir una obra maestra para comenzar a ser publicado. La opera prima puede ser, y no dudo que lo sea, importante. Alfonso Reyes: todo escritor tiene una prehistoria literaria de la cual debiera después arrepentirse. O algo así. Aunque aquí hay quienes no se arrepienten de nada. Se creen clásicos. Por otra parte, se dice que Diáspora(s) terminó haciendo honor a su nombre. Siento que no fueron ellos solos. ¿Dejaron un saldo? Ya lo creo. Y lo puedes ver en cualquier lectura de poesía. Nadie dice hoy que va a leer unos poemas. Dicen textos. Recuerdo una vez a un poeta bajarle tremendo avión a los D. (ya idos, así que no pudieron responderle; ya idos, tú sabes: los muertos que vos matáis...). Te decía, el poeta les baja tremendo avión con un poema durante una lectura cuando ya todo el clima, la tensión y la atmósfera de aquellos años habían transcurrido. Conté y creo haber contado bien. Repitió unas quince veces, y no era ironía, que iba a leer un texto tal, y un texto más cual. Y textos no eran. Eran, y son, unos simples y maravillosos poemas. Porque maravillosos, eso sí eran, y son, pero hasta ahí las clases. No es que los D. quisieran embarcar nada ni a nadie. Se embarca quien quiere ¿no? Fueron provocativos, irracionales, pretenciosos, y altaneros literarios. Y más, fueron petulantes. La obra habla mucho mejor. Ahí tienes Mapa Imaginario. Vaya antología. ¿Y es malo esto? ¿Por qué no entonces un somero vistazo a la historia del arte? Los Siglos de Oro, el Dada, el Surrealismo, el propio grupo Orígenes. En todos hubo deserciones, envidia, fajatiñas, acusados de oscuros, o vaya usted a saber. Idalia Morejón dijo más o menos que ellos, los D., lo que quisieron fue hacer poesía expulsándola de su propio territorio. No quiero decir que lo hallan logrado o no. Y la Mateo, que alguien dijo, si no fue ella misma quien lo inventó: Cuba tiene una cosa, comienza las vanguardias pero no las termina. Bueno sería en estos años preguntarnos por qué. De modo que buscaban distinguir textos de escrituras. No eran cuentos, sino escrituras. No eran poemas sino textos. Contaban con una visión y un aparato de lectura extremadamente radical. Y esto no fue privativo de ellos solos. Aún cuando muchos fueron, como más o menos diría un postestructuralista, encontrando su lugar en el plano, ya tenían amistad (entre algunos de ellos muy antigua) y no dejaron de tratarse por tamaña escisión, es decir, no tuvieron que ser D. para escribir buena literatura. Lo demostraron y siguen demostrando. Ellos saben quienes son. Discúlpame que me ahorre los nombres.


Ya que me hablas de Diáspora(s) en tu poética se aprecian zonas de confluencias con muchos de los presupuestos que sustentan su concepto de la escritura. Sobre todo en tu último poemario El libro de los colegios reales donde este gesto se expresa a la manera de un diálogo intertextual, no excepto de la réplica. ¿Cómo explicas este hecho?


No sé qué te diga. Es una pregunta a la que se le puede dar varias respuestas. No hay dudas que los tiempos y el ambiente de la época influyeron. Pero creo que cuando D. comienza, año 93 si no me equivoco, y modestia si tú quieres un poco aparte, ya yo tenía mi tumbao pega'o como dice una canción popular. Tumbao pega'o en el sentido de saber ya, no de intuir, hacia donde llevar las cosas, qué hacer con ellas, cómo conducirlas sobre la base del estudio. Estudio y más estudio. Más ese noventa y pico por ciento que a casi todo le atribuye William Faulkner. Observar primero que nada las reglas si es que después quería violarlas. En una palabra, trabajar con mis propios conceptos. No olvides a Cezanne: Lo más difícil que hay es convencer a los demás que eso que uno hace está bien hecho. Tal es así que no ha mucho que le bajo un speach a alguien sobre la imagen literaria. ¿Y qué tú crees? Me dijo: Qué raro que alguien como tú me hable así. Y otro día en un lugar otro sobre el poema largo y el poema corto. Qué leyes los gobiernan o, mejor, qué leyes los deberían gobernar. No creo haber dicho nada. Solo repetir lo que ya Paz estudió mejor. ¿Y qué tú crees? Se me dijo: Mira a Rito a esta hora con Octavio Paz. Mi primer libro es de 1989, y allí las intentaba con el idealismo subjetivo, oh Berkeley, y puede que con un montón de cosas más. El libro se llama Dígitos en el óvalo (aún inédito). Son apenas unos seis o siete poemas. La idea era la de un número mayor de páginas. La idea era la de seguir cierta lógica que felizmente abandoné. El segundo Material Entrañable, 1990 y Puerta Siguiente escrito entre 1991-1992 (estos sí publicados). Casa Bermeja y Diferencia de la sangre (inéditos aún). Todos anterior a 1993 o trabajados sobre esa fecha y después. Y todos conformadores de una saga que he dado en llamar Historias que Confunden. Te puedo decir que anduve solo prácticamente hasta 1989. Gracias a Ángel Escobar es que empiezo a relacionarme con muchos. Y ellos, y los que no eran ellos pero que se relacionaban con ellos, ya estaban tratando de reaccionar (cada uno a su modo, como es lógico) contra la pereza mental, contra la grafomanía, la palabrería, etcétera, de generaciones anteriores, e incluso, de su propia generación, ya que la generación va de oriente a occidente como una invasión, ¿no? Mis manuscritos, porque no había publicado casi nada, recuerdo que resultaban muy extraños. Pero antes de 1989 Marina, uruguaya, ese personaje de La vía pública, esposa de Ángel Escobar por aquel entonces, veía mis cosas. Marina: Rito, tu poesía tiene algo, y es que no se parece a nadie. Y el propio Ángel un día en su casa de Alamar en tanto conversábamos un grupo: Estoy cansado de decirle a Rito que no siga haciendo esas cosas que él hace, pero como la amistad funda, ya yo lo veo bien. Comenzando los 90 y en casa de uno de los poetas de la llamada generación del 50: No sé, pero veo que tú logras la poesía. Y eso para no decirte que cuando alguno de los que integró D. vio por primera vez mis cosas: Eh, ¿y tú dónde estabas? Un servidor: ¿Yo? En mi casa. Es decir, que parece que mi pobre hacer provocaba cierta extrañeza. Para mí, por supuesto, fue determinante mi amistad con el autor de Abuso de Confianza. Esta fue una de las pocas cosas que dijo sobre lo que yo hacía: Veo que tú tratas de exigirle al lenguaje. Y te digo que eso sí que me cuadró una pila.



Sin embargo, ¿no crees que los libros que mejor pudieran responder a los presupuestos del grupo, no se han producido entre sus miembros, sino en aquellas zonas de contacto de Diáspora(s) con otros autores: el tuyo, Lapsus Calami, de Jorge Ángel Pérez...?


No creo. D. tiene varios tiempos, quizás tres. Personalmente me interesa el primer D., ese que pretendió intentarlas con los juegos de lenguaje siguiendo cierta fijación de Wittgenstein, hicieron performance o lo que yo preferiría llamar acción poética. (Un pintor, Leandro Soto, según Gerardo Mosquera, emplea el término «acción plástica», para nombrar su trabajo... Y uno: ¿por qué entonces a la labor del poeta en ese sentido no le podríamos llamar acción poética?). Y tienes que se hablaba de pensar el libro, hicieron vídeo art, un manifiesto, del que nunca entendí nada de nada. Por ahí lo tengo todavía. Y estas cosas no digo, y te repito, que lo hayan hecho mejor ni peor. Lo cierto es que lo hicieron cuando eso no era nada. Y tal vez lo poco que se intenta hoy fuera menos todavía de no ser por aquellos momentos. Dejaron, dentro de cierta forma de acercase al ensayo, un libro: Fascículos sobre Lezama. Un libro de cuentos: Escrituras. Y un poema: Retrato de A. Hooper y su esposa. Quién sabe si más. Hay quienes piensan que no dejaron nada. Toleramos casi cuanto sea de afuera. En Cuba te dirán: Nada nuevo, eso ya se hizo. Eso ya lo hicieron las vanguardias. Así que ya lo sabes, vas a ser un problema. Ahora bien, sucede que antes, y después de su fundación, ya andábamos, y seguimos después, juntos de alguna manera. Nos prestábamos libros, discutíamos. No recuerdo un segundo donde no se discutiera. Usted iba a casa de Almelio Calderón y allí se discutía de cualquier cosa, artes plásticas, cine, literatura, de cualquier cosa hasta la saciedad y a cualquier hora, te digo que no hacía falta que Almelio estuviera. Muchacho, allí mismo se formaba. La azotea de Reina María tuvo su papel, teníamos curiosidad, queríamos saber, integrar, encontrar poetas y libros desconocidos hasta ese entonces para nosotros. Creo que fue una etapa donde se leyó hasta la saturación, con voracidad, con verdadera pasión. Se iba a la biblioteca, se pasaban horas en la biblioteca. La información se sacaba de abajo de la tierra. Pero se usaba. Muchos publicaron primero en plaquette y no en libro, porque no había papel; se hacía la apología del plaquette. Al mejorar las cosas, pobre plaquette, lo demonizaron. Cuando el plaquette no es sino, y hasta donde creo, una forma más. El discreto encanto de la fidelidad, Algo de lo sagrado, Asiento en las ruinas, Los pájaros escritos... si eso era producir en el borde, ya esos libros y sus propios autores lo estaban... no olvides que por algo llegó a hablarse de un cambio de norma. ¿En el borde tú dices? ¿Qué haríamos con Páramos y Abuso de confianza? En fin, que un crítico recientemente acaba de emitir su idea (desventurada, no faltaba más) sobre esos años. Pienso que si no se fue más lejos sus motivos habrían y bien claros. ¿Tú me vas a decir que vas a hacer poesía virtual, holográfica, cibernética en la década de los 90 cuando todavía hoy, no ya tener una computadora, sino fotocopiar simplemente un papel, es un problema? Algo se hizo y sus antecedentes hubo. Solo que ya conoces ese adagio donde se evita relacionar una sola golondrina con el necesario verano... hacer literatura que hallar poesía. Di tú. Mira, pase lo que haya pasado, me robo estas de Borges a propósito de su relación con el Ultraísmo: teníamos el deber de ser otros.


¿Cómo explicarías esa ansiedad espacial que caracteriza a tus textos?


No suelo dar explicaciones sobre mi trabajo. De hecho tengo la suerte de que nadie me lo pregunte. Me interesan las vanguardias, vengan de donde vengan, todo lo que de vanguardia en el mundo ha habido, y sus manifiestos. Los manifiestos suelen superar las pretensiones. Me estimulan, los estudio. Y si más alejadas están esas manifestaciones de la literatura, mejor. No creo ser discursivo. Quizás un minimalista. Es sólo lo que ves —dijo Frank Stella, sobre su trabajo. Me gusta eso. Puede que uno pueda decir lo mismo. Trabajar con muy pocos elementos, muy pocas cosas buscando decir más. No me preguntes nada. No tengo por qué decirte nada. Frank Stella: Es sólo lo que ves. La poesía es muchas cosas y goza de muchos dones y hay quienes lo han olvidado. La sugestión, lo raro, el misterio, y la composición tal como lo entendería un pintor y, esto, por solo decirte algunos. Como siempre me ha interesado todo lo que tenga que ver con la técnica, los recursos del poema y la estructura del libro. Nada de ripios. Un buen crítico recién habló de poemas abstractos. No suelo poner atención a la opinión de los críticos sobre lo que hago, sin embargo, eso me llamó la atención. ¿Y el aspecto técnico? Aunque creo haberte hablado ya de eso, oye tú la idea expuesta por Marianne Craig Moore: Cuando la técnica no tiene ningún interés para un escritor, dudo que ese escritor sea un artista. Y no es que uno lo sea o no, mas no logro explicarme el por qué de mi exigencia. Para Ezra Pound la poesía es lenguaje cargado intensamente de sentido. Alguien dijo a propósito de nosotros que, por ese camino (¿el de la síntesis, el de la economía...?) se corre el riesgo de no decir nada. Alguna vez, allá, en Brasil, se lo dijeron a los Concretistas. Tal como la vemos hoy aquí, solavaya la “sobreabundancia”. Y sí, riesgos son riesgos. Ya sabes que: en arte no hay progresos (André Maurois) Pienso: al menos no importantes. Martí lo sabía: un grano de poesía sazona un siglo. Y casi todos los grandes, cada uno a su modo, ya te digo, lo sabían. Sobre El libro de los colegios... me dijiste: Más apto para la crítica de artes plásticas que para la crítica literaria. Y pensé: Bueno, aunque podría decirse de algún otro, por fin alguien se dio cuenta. Y es que no hablo. Escribo y punto. La vanidad es indecente.


¿A que obedece el carácter metaoperativo de tu escritura donde el texto va reflexionando sobre su propia operatoria: se introducen alusiones, reflexiones, citas, notas al pie sobre otros poetas y pensadores?


No lo sé. Pero sospecho se trate del valor agregado. Sospecho se trate de enriquecer, de animar. Pero más que nada de jugar. De correr un poco las fronteras. Ver lo que hago —es mi manera— como una obra de arte. La idea como arte. Pienso rápidamente, y ahora que hablo contigo, en un asunto de límites. Están Marcel Duchamp, Malevich, Joseph Kosuth y Joseph Cornell y el budismo Zen, Gertrude Stein y... De adentrarme a mi forma en esa zona, oh Wittgenstein, llamada juegos de lenguaje y que Charles Albert en algún que otro número de La revista del siglo XX, asume como juegos de escritura. No es nada nuevo, te dirán, y es cierto. Solo que yo en ocasiones pretendo asumirlo. Me preocupa no el lenguaje por el lenguaje, sino el lenguaje y sus implicaciones en sí. Ser parte de sus resonancias por ese camino, ojalá.


Hay un hecho que me resulta significativo en El libro de los colegios reales y es que los poemas están fechados entre 1993 y 1996. ¿Por qué los publicas ahora?


Cuestiones ajenas cien por cien a mi voluntad. Recuerda que no se publica cuando tú quieres. Por lo menos no en mi caso. Aunque me paso años trabajando mis cuadernos, te puedo decir que carezco de suerte editorial. El libro de los colegios reales estuvo diez años. Y al final, qué tú crees, solo trescientos ejemplares. Casi todo lo que he podido publicar me ha traído problemas de un tipo o de otro. Y no debe ser que no se entiendan, puesto que me haría sentir que no soy el único. Un personaje (ay, mira tú si de cuyo nombre no quiero acordarme) me dijo un día que fulanito se merecía publicar un libro todos los años porque tiene mucho talento. Surgió una pregunta: ¿Y se entiende? Respuesta: No, pero es interesante. En estos momentos dos de tres libros míos disfrutan el sueño bien espeso del colchón editorial. Frase que parecía ya abolida ahora que tanto se habla de nuevas tecnologías. No te hablo del otro, el tercero, porque lo entregué recién. De esos dos uno se pasó como cuatro años en una editorial. Me cansé. Hablé en otra y expliqué. Se me dijo: Estamos buscando libros así. Muchacho, como me entusiasmé. Soy —mal de Rito en ocasiones— un poco iluso. Rito o el optimismo, me dijo Ángel Escobar un día. Tú sabes, sólo alguien que pueda tener algo detenido ¿con guantes de seda? (mira que nunca se sabe) se puede entusiasmar. Corrí como un loco y lo saqué, y a esa otra lo di. Muchacho, el diablo son las cosas. ¿Que si las son? Fíjate que por mi cuenta lleva ya como seis. En total diez. Me dicen: Eso no es nada, algunos han estado veinte. Y si lo quieres con letra de guaguancó y todo, ahí te va: Consuélate como yo. Me digo: Creo que se pasó de editorial... ¿Que quién? El Diablo. Para no decirte ya de los que me han rechazado, así, sin más ni más. Me digo: Caramba ¿no será que como no regalo botella de ron, no doy, no cojo, no invito, no soy inteligente...? Muchacho, si te ponen el cartel de inteligente no importa el bodrio que escribas, corren y te lo publican, corren y hasta te lo premian. O, puede que te lo premien, corran y te lo publiquen y, luego, puede que te lo vuelvan a premiar. ¿Es esto la literatura? Allende los mares las cosas me van distinto, a un cierto nivel, sin concesiones. Dios quiera que no se llegue a cumplir, aunque sea por una sola vez, eso de nadie es profeta en su tierra. De modo que estas cosas me las he sabido tomar con calma. Si son buenos, y me quieren, sabrán resistir la prueba. ¿Verdad Job? ¿Verdad Odiseo? No sé muy bien qué tendrán que ver pero es lo que se me acaba de ocurrir. Por otro lado creo que el objeto de la demora... Qué te digo, algunas pruebas tengo. Algunas que no deberían ser muy oportunas por ahora revelar.


Tus indagaciones, propuestas escriturales, están más cercanas al discurso de la plástica cubana en los noventa, y a la forma en que ese discurso crítico sobre el arte ha explorado esas zonas de la escritura o textualidad visual. ¿Cuál crees que sea la recepción de este libro, por parte de una crítica literaria anclada todavía en el historicismo y el darwinismo lingüístico, que sigue hablando de generaciones, tradiciones y rupturas y apegada todavía a lo filológico? ¿Estoy siendo absoluto?


Tal vez sí, tal vez no. Es decir, puede que estés siendo si no absoluto por lo menos sí un poco apresurado. La academia (y yo distingo entre academia extra y de intramuros) tiene por costumbre llegar tarde o demasiado temprano. A veces llega tan temprano, y es lo que veo hoy, que no repara en la calidad y rápidamente se detiene a estudiar fenómenos. No te dicen media palabra sobre la calidad del libro en cuestión. Porque si es academia, no importa de qué lado del muro se encuentre, debe fijar primero que nada, qué diablos es un libro bien escrito, y qué no. La crítica como la justicia debe ser ciega. Idea de un amigo mío: En literatura no hay justicia. Justicia, hijo, tal como debería ser entendida la crítica literaria, cuyo único compromiso sea con el texto en sí, la cosa en sí ¿la cosidad? Eso. He trabajado con artistas plásticos. Me han ayudado. He conversado con muchos de ellos y también los he visto trabajar en su estudio. Aprendo mucho, muchísimo de ellos. Siempre estoy aprendiendo. Siempre estoy asistiendo a exposiciones, a galerías. Me prestan libros de su especialidad. ¿No dicen que hay que saber tirar y tirar bien? Bueno, me enseñan a mirar y mirar bien. La plástica es algo que va conmigo aunque te confieso que nunca he intentado invadir espacios. Aunque te diga que no sé pintar ni un dibujito loco. Y te pregunto ¿por qué tener que reducirlo todo a la plástica de los noventa? Tú hablas de El libro de los colegios reales. Pero yo he notado que los dos volúmenes de Cuasi podrían estar más cerca de tu afirmación. En fin, que deseo tanto la recepción del lector, y menos, la de la crítica.


¿Qué opinión te merece la literatura que se está produciendo al margen de los circuitos de legitimación habanocentristas?


No puedo evitar repetirlo: circuitos de legitimación habanocentrista. Casi estoy seguro que no todos esos autores que tenemos por clásicos, universales, o sencillamente nos interesan, no nacieron en Madrid, París, Londres, Roma, Moscú... ni siquiera nos preguntamos a veces antes de leerlos si fue en la capital de sus respectivos, donde hicieron su obra... Y no porque hayas nacido en la Habana serás rápidamente legitimado. ¿Qué significa en la Cuba de hoy ser un autor legitimado? Sé que se hacen esfuerzos bastante desventurados, por cierto, y los conozco. Basta con repasar someramente los efectos de legitimación durante los años setenta de aquello que se quiso legitimar. Hay legitimación y legitimación. La obra es la que debería valerse por sí sola. El autor no importa donde esté viviendo. El primero y mejor legitimador de todos, tengo la impresión (ligera, si es que la tengo) debe ser el lector. Si bien es cierto que como diría Gore Vidal, hay libros que demoran en encontrar su lector. Y el lector es alguien que a veces se toma su buen tiempo. Y si no, que te lo diga Moby Dick. Cincuenta bien cumplidos antes de que el lector, incluso, se diera por enterado de la mano de un crítico, de la existencia de esa novela, según, según, la más norteamericana. Y ese mismo lector, travieso como ya te dije, a veces se va con bolas malas. Vaya, con la de trapo. Son tantos los mecanismos y tantos los subterfugios en función de ello. Finalmente él termina y endereza, más tarde o más temprano, el timón. Mira tú si las hay cuando se le quiere meter algo por los ojos. Que para eso los tiene ¿no? —vaya opinión de los legitimadores y su negocio—. Lo demás es arar y arar... ¿No dicen que en el mar la vida es más sabrosa? Y que, según, según: un libro no debería ser leído hasta dentro de cincuenta años. Muchacho, aquí los hay quienes (autores digo) se creen salvados para la posteridad. Incluso los conozco que se comportan como verdaderos clásicos. Me dice un amigo: La literatura envejece muy rápido. Creo pensar lo mismo. Ahora te digo, no hay que preocuparse mucho, ni siquiera de mi opinión. No decide nada. Nada determina. Por fortuna —es la voz de Marcel Raymond— los verdaderos poetas dan siempre con la poesía. Y yo que te diría: los lectores también. Serán siempre unos pocos los que estén trabajando bien. Vomitar aquí y ahora mi criterio haría suponer que este servidor se encuentre ahora mismo entre esos pocos. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Cuanto puedo leer, no todo, no a todos, eso está claro, dígase intra, extramuros dígase, adolece en ocasiones de desconocimiento, palabrería, vicios, disparates. Te puedo decir que me sé unos cuantos. Lástima. Los apuran antes de tiempo. Notas la poca preparación de muchos y el bajo nivel, intelectualmente hablando. ¿Y es esto un problema? Según, según: Defectos, tenlos— que es la mejor manera de excusarlos. De excusarlos, hijo, antes que sobrevenga sobre ti el peso de legitimadores y su negocio. Y esos mismos problemas te los encuentras en autores con varios libros en su haber. Se ha dicho que es un asunto de información, de concepto, de... En ese sentido, recuerdo haber escuchado a un marginal decirle a otro: El problema no es la foto, sino lo que tú hagas con la muchacha.


Allá por los años noventa me llamó mucho la atención que ciertos escritores dentro de la ciudad letrada se referían a ustedes como “los negros”. Y eso en verdad me causaba cierta confusión. Más allá de los posibles matices de esta denominación creo que esto los dotaba de visibilidad dentro del campo literario cubano. ¿Cómo recepcionaban ustedes esta denominación?


Nunca oí decir tal de un grupo de amigos preocupados más por escribir y escribir bien. A veces he pensado que eso tenga su afirmación en que con semejanzas y diferencias, con avances y retrocesos como diría Lezama, dentro de nuestras relaciones nos hemos sabido mantener ahí, ahí, ahí, al decir de Van Van. No tenemos programa ni mucho menos anexos secretos. No tenemos revistas donde pronunciarnos, tampoco manifiestos. Tampoco los queremos porque sencillamente no los necesitamos. La amistad es otra cosa, si es que muchos no la suponen, y valga la redundancia, con eso de “los negros” otra cosa. ¿O de verdad tú puedes pensar que la amistad es un asunto de raza y color? Nuestra amistad arranca de principio de los 90, quizás de antes, perdimos a muchos con todo esto de la diáspora, tuvimos que hacer nuevos, como todo el mundo supongo. En algún momento coincidimos varios. Alguien se conmovió y se apartó. Me di cuenta. Me aparté también. Me dijo: Rito, cuántos faltan, asere, cuántos faltan. Y lo dijo por la amistad, no por un asunto de color o raza. Lloraba casi. Personalmente no vivo el tema de la racialidad. Tampoco la manejo en mi obra. Amigos tengo que sí. Respeto eso. Algún ensayo escribí sobre determinado fenómeno. Te puedo contar que alguna vez, y de eso hará tres o cuatro años, se me pidió permiso para ver si se nos podía poner El palenque. Creí haberlo entendido como una forma de anteponernos a D. Quizás lo que necesitaba ese personaje (mira tú si el mismo, de cuyo nombre no quiero acordarme) era terminar de borrar el fantasma. Y esto también nos ha traído no pocos problemas. Como en toda ley no escrita, no podemos, y no es que queramos o nos vayamos a morir por eso, ir juntos a ninguna parte, no podemos ser jurado juntos, no podemos ir a ferias de provincia juntos porque somos (y subráyalo bien ahí) de una misma tendencia, somos un grupo. Ay Goethe, y tú que dijiste que la sociedad suele escindirse en grupos. Di tú.


Hace ya algún tiempo te escuché leer un texto en el que pasabas revistas, con nombre y apellidos a posturas esencialistas y fundamentalistas encontradas en un grupo de obras y autores a la hora de abordar los asuntos y conflictos de la racialidad en la sociedad contemporánea. Me gustaría que ahondaras más al respecto, si es posible nuevamente con nombres y apellidos.


Ya te había dicho que no es mi tema. Lo que sucedió fue que no sabía que me sabía ese ensayo y vino alguien, me motivó y, bueno, mira si lo escribí. No lo he publicado porque no me considero un ensayista de raza. Cuando hago un tipo de trabajo así, lo hago guiado por determinadas circunstancias que no vienen a cuento ahora aquí. Hablas de posturas escencialistas y fundamentalistas. No yo. Lo que me interesó fue indagar. 1- Si los nacidos con la revolución están “leyendo” a Nicolás Guillén. 2-. Si, y esto a partir de una idea de Benítez Rojo, si están tratando de ver valores culturales en el negro tal como él cita que han tratado de hacer históricamente las mejores letras cubanas. Y 3-. Ver las marcas todavía predominantes hoy dentro del habla de la sociedad cubana como son tenía que ser negro, negro con alma blanca, mulatas criadas para blancos, si tiene dinero es como si fuera blanco, mulata blanconaza, hay que adelantar la raza, mulato de pelo bueno... este (esta) es piolo, aquel (aquella) es blanquisera, fulano tiene un dálmata ( Dálmata: dísese en el argot popular del hijo cuyos padres son de raza y color diferente) y un etcétera de etcétera. Después pude ver que el trabajo está de alguna manera relacionado con uno de Odette Casamayor. Ella indaga a su modo dentro de la narrativa de algunos actuales y el tratamiento del negro dentro de sus obras, y yo, a mi modo brutal, un modo / manso para los infelices, dentro de la poesía de autores negros cuya obra, dicho sea de paso, no es su veintiúnico tema. Esto es, que de pronto empiezo a ver un poema por aquí, otro de otro por allá, envueltos en eso de raza y color. Raza y nación. Me adentro en la pradera despacioso, sigo, mira si no podía ser de otro modo, y empiezo a encontrar en poetas nacidos en los sesenta, nacidos en los setenta, y creo que en los ochenta. Focalizo el tratamiento del tema que a su vez me han dicho da para más. Debes saber que por ahí ronda cierta falacia que dice que los que se dedican a esos temas son los que han viajado en los últimos diez años a E.U.A. Muchacho, nada te dicen, por ejemplo, sobre esas marcas del habla que ya te mencioné ajenas al Todo mezclado, al color cubano y al hombre es más que negro más que blanco... dígase hombre... y tao tao tao. ¿Consignas? Así que corre. Parece que lo mejor es callar y que las cosas se mantengan igual. De los poetas que me ocupé, ninguno se puso de acuerdo entre sí, obvio, para escribir esos poemas. En casi todos la impronta marginal. ¿No sería mejor en nuestro contexto ver qué genera ese tipo de visión? Fue curioso notar cómo en algunos de esos poemas se dice que los negros no entienden. Están siempre parados en la esquina, son algo así como chismosos, beben algo, no ron, si no algo ahí. Son lascivos, están sudados (muchacho, interesantísimos los negros cuando están sudados). Sin embargo, uno de esos poemas sostiene una aptitud, o mejor, una posición crítica ante la crisis de ciertas posiciones, tal como más o menos intento sostener en el trabajo. Es un poema en prosa. Estos, sus últimos momentos:


Por otro lado están las excelentes poetisas R, que no saben del cuerpo negro nacional. Algunas, lo ven apto para el baile, ladrón de sentimientos, pero imposible de ser héroe de una literatura expuesta e impuesta por otro tipo de canon de belleza, dicen —las más atrevidas— qué rabos más largos.
Será acaso que no hemos evolucionado?


Bueno, sin comentarios, ¿no? Lo de los nombres y los apellidos mira tú si me los vuelvo ahorrar. No sé por qué, pero será otro día.


Sin embargo, las voces emergentes necesitan formas de agrupamientos para lograr visibilidad, y espacios de inserción. Es un fenómeno natural. ¿Qué opinas de proyectos como el Centro Onelio Jorge Cardoso y La estrella de Cuba los que si bien en su concepción inicial de sus promotores no han tenido esta intención muchos de sus participantes, sobre todo los más jóvenes y con más ansias de legitimación (en las provincias por ejemplo), lo asumen como una especie de ghetto?


Carezco de una opinión definitiva sobre el tema. Aunque tengo la impresión (¿ligera, si es que la tengo?) que se mezcla leche con magnesia. Una cosa es el Centro y otra La estrella. A mí personalmente no es nada que me preocupe. Ni La estrella ni el Centro. Lo que sí parece ser es que todo aquel que comienza necesita de algo o alguien que lo ayude a dar sus primeros. No es que siempre lo consiga, ni que lo necesite siempre, ahora, tal parece que es así. Existen en el mundo entero esos tipos de talleres. Si ya tú hiciste una parte, bien. Más si te pones encima de todo eso a buscar financiamiento y a inventar concursos para ellos solitos y a... Luego, un tipo de empujón por aquí, un tipo de empujóncito por allá, no digo yo, más tarde o más temprano terminarás haciéndoles daño, como seguramente ya se los habrás hecho a otros. Ante tal estado de cosas no puedes evitar que el río suene. ¿Sabes lo último que he podido escuchar sobre el Centro? Que debe, como la ONU, democratizarse. Y cuando el río suena... como en este caso, es porque nada tiene que ver con ese otro de ¿Ladran Sancho?... Y tú debes saber que la formación de un escritor es un proceso que puede llevar, y sin duda lleva, años. Muchacho, y tú lo sabes, hay que leer como un caballo. En ocasiones un montón de cosas solo por disciplina. Un año, o toda tu vida en un taller, por muchas condiciones que este tenga, no te va hacer mejor ni peor escritor. ¿Que qué decía Lezama?:...pero a un poeta joven hay que descubrirlo y encubrirlo para cuidarlo del daño y de la maldición. Descubrirlo y encubrirlo para que se desenvuelva sin riesgo innecesario en la pradera y en su río. Si se le descubre y no se encubre, se desasosiega. Y esto que Lezama hace valer para los poetas, quién te dice que no sea válido para los narradores igual. Y hasta una especie de alerta temprana (mira que ciclones son ciclones) para inventores y legitimadores. Y más, para cualquiera que se precie de querer ser un buen escritor. Según, según: el oficio de escritor es el oficio más solitario del mundo. Raymond Chandler: Mi experiencia tratando de ayudar a otra gente ha sido limitada pero intensa. He hecho de todo, desde darle dinero para vivir a presuntos escritores hasta hacerles el argumento y escribirles de nuevo las obras, y, hasta ahora, hallo que es una absoluta pérdida de tiempo. La gente a la que Dios o la naturaleza destinan a ser escritores encuentran sus propias respuestas, pero para los que tienen que preguntar es imposible la ayuda. Son nada más que personas que quieren ser escritores. In extenso, ¿verdad? Quizás sea bueno que se conozca. A fuego limpio. Si es que ahora no le da a alguno por notar una baja en la producción de acero y cabillas.


¿Tú no crees que deba haber sido mucho más interesante la gira y el Bicentenario que la compilación? El Bicentenario tanto más importante sin duda que la gira y la compilación. En México no hubo ni gira ni compilación. Lo que sí se produjo fue la aparición de un montón de libros sobre el Bicentenario. Fueron mucho más productivos. El verso aquí sacado de contexto. La calidad de La estrella (me refiero a su brillo) muy desigual. No importan los bombos y platillos, que mucho de fanfarria hubo para verla brillar. Ya salió en Venezuela, mañana posiblemente en Bolivia. ¿Cuántas tú conoces con mucho más valor con tamaña suerte? Palabras de una amiga hace como veinte años: Ninguna antología ha hecho a nadie. Muchacho, las hay que terminan embarcando a uno. Si lo sabré yo.


Recientemente obtuviste el Premio de Poesía de La Gaceta de Cuba. Creo que el hecho es un buen pretexto para introducir en esta conversación el tema de los concursos literarios ¿Qué importancia le concedes a los mismos dentro de un campo literario tan fragmentado como el que tenemos hoy?


Bueno, hijo, si es por lo que hago, no le veo importancia. Lo cual no quiere decir que no la tenga. Hago una literatura bastante alejada de lo que un crítico acaba de llamar lenguaje de éxito. Otro criterio desventurado, sobre todo, cuando se pone a explicar en materia de poesía qué cosa es eso. Y se lo atribuye a los que ganaron concursos en los 90. Cuanto conozco aquí acerca de premios y concursos, en más de un noventa y nueve por ciento de los casos, es bastante sociolismo, bastante teje y maneje extraliterario. Mucho conejo de abajo de la manga. Habrá quien te diga: No hay casualidad. Hay quien le ha dado en llamar pandillerismo literario. De las cuentas del rosario, una: Lo que dijo un presidente de jurado luego de haberse otorgado el Nacional de Literatura: ... ha tocado temas del periodismo que nadie ha tocado (sic). Y uno que teme ruborizarse de sólo pensar: ¿Y entonces por qué no le dieron el Premio Nacional de Periodismo? Na ni ná: Bien que lo oí: el televisor ahí y yo aquí. Na ni ná: aunque halla rebelión en la octava casa, socios son socios. ¿Y... por un año? Ese último Carpentier de novela 2006 no sorprendió absolutamente a nadie, toda vez que se supo con muchísimo tiempo de antelación el presidente del jurado, toda vez que se supo no quiénes, sino quién había enviado. ¿Es esto la literatura? Menos mal que ya sabemos con Borges que la literatura no es una carrera de caballos. Fíjate ahora mismo. No ha que acaban de fallar los Premios de la Crítica, y todavía sigue siendo un misterio los nombres del jurado. Todo lo cual demuestra que el campo literario siempre ha estado como ha estado. Basta solamente una encuesta y tendrás el estado de opinión. De momento te pueden decir que ha habido una revitalización de la décima. Y uno: ¿Cómo? Cómo que una revitalización de la décima si la décima en este país nunca ha estado mal, si hasta en el llamado Quinquenio Gris llegó a tener un concurso para ella sola. No lo tuvo el soneto. El villancico no lo tuvo. El romance menos que menos. Y a lo mejor nunca a esos géneros le han hecho falta ¿Sabes? Recuperar no significa necesariamente aportar, contribuir, renovar. Tal como van las cosas no puedes evitar entonces que surjan preocupaciones. Un amigo: ¿Usted cree que se pueda renovar la literatura cubana escribiendo décimas? Personalmente cuando envío lo hago para dar quehacer. Ante tal estado de cosas, esta es la opinión de uno de los nuestros: ¿Y si esta vez es tu jurado? Y después tremendo trabajo para recuperar las copias. Porque no me trago el cuento ese de que no serán devueltas. Lo que me ha ocurrido en ocasiones es que se han perdido misteriosamente. Siento que no soy el único.





Esta entrevista aparece publicada en La Gaceta.